Capítulo VII
Una historia de Fernando Dávalos
Debido a lo anterior, al cabo de unos treinta minutos de empinado ascenso y a pesar de la frescura imperante, todos sudábamos copiosamente. Los últimos quince minutos de subida nos fueron de una gran utilidad pues creo yo, durante esa última parte del trayecto y por la concentración y esfuerzo que la empinada pendiente nos estaba requiriendo, Nuevo Camino alcanzó un buen grado de silencio interno, el cual sería de gran utilidad en el ritual que estaba por iniciarse.
Los últimos peldaños de la empinada escalera de piedra desaparecieron junto con la densa vegetación anunciando el final de nuestro ascenso. Una enorme cruz blanca fue nuestra primera percepción visual una vez que alcanzamos la cima del cerro de San Miguel. Nuestra segunda e inmediata impresión, fue la fuerte y fresca brisa que se dejaba sentir en el lugar.
Krista, intuyendo lo el viento le comunicaba, decidió contra su costumbre, dejar al grupo todo el control del ritual para el cual habíamos subido penosamente durante más de cuarenta y cinco minutos y se limitó a saludar al viento con alegría abrazándole con un amplio ademan, para posteriormente ir a la enorme cruz blanca y besar su base con respeto. Ante nuestra atenta mirada sonrió a todo el grupo y mirándome directamente tan solo pronunció:
– Agustín –
Acto seguido, fue y se sentó en una fresca sombra, no muy lejos de la enorme y blanca cruz.
El espectáculo que desde la cima del Cerro de San Miguel presentaba a la vista una gran porción de la Laguna Sagrada era sobrecogedor, así como el hecho de estar materialmente rociados por una fresca brisa proveniente de quien sabe dónde, debido a que ninguna nube seguía sin aparecer en el horizonte.
Yo francamente no sabía qué hacer, ni como conducir el ritual; tan solo me limitaba a gozar de la frescura de la brisa y de la magnificencia del espectáculo que teníamos ante nuestros ojos. En ese momento, y como queriendo testimoniar mi falta total de concentración en lo sagrado y displicencia en lo agradable que a los sentidos eran la brisa y la vista, el viento cesó por completo, para dar lugar casi de inmediato a un extraño e impactante silencio, que apago por completo cualquier ruido proveniente del poblado, por pequeño que este fuera.
Perfectamente consciente de lo especial del momento y quizás por ello, todo mi ser era una mezcla de confusión por no saber qué tipo de ritual intentar y de asombro al presenciar el claro testimonio de uno de los elementos sagrados, de aprobación y reprobación a la vez ante nuestra inexperiencia. En vano busque con la mirada la ayuda de alguno de los integrantes de Nuevo Camino pues todos estábamos experimentando la misma mezcla de confusión y asombro, salvo Krista, que sonreía complacida.
El silencio era ya abrumador, cuando en ese momento todos pudimos escuchar:
– Oye laguna, necesitamos que te alivies, eh, mmhh, ¡ si sííííí ! –
Se trataba del más pequeño integrante de Nuevo Camino, Juanito, que gritaba a todo pulmón su infantil petición.
A continuación pudimos escuchar:
– ¡ Sí, alíviate laguna alíviateeeeeeeeeeeee! –
– ¡ Alíviate prontooooooooooo! –
– Síííííí ¡ Síííííííííí ! –
Eran Ignacio y Vicente, quienes inmediatamente secundaron a Juanito con más peticiones. Una vez terminada la primera andanada de infantiles y sonoras peticiones, la última de ellas realizada por los tres pequeños al unísono, el viento reasumió su actividad, como queriendo contestar alegre a la ingenuidad y pureza de aquellas infantiles ocurrencias.
No quedaba duda alguna, esa era la manera y el ritual adecuados para llamar la atención de los guardianes de la Laguna Sagrada, la más sencilla y por ello más efectiva de todas: el gritar a todo pulmón y desde el propio corazón abierto, nuestras más puras intenciones por el bienestar de la Laguna Sagrada.
En consecuencia, me uní de inmediato a las infantiles voces gritando a todo pulmón y con todo mi ser:
– Alíviateeeeeeeeeeeeeeee!, ¡ alívaiteeeeeeeeeeeeeeeeeeeee ! –
Una vez termine, retrocedí unos pasos con respeto al notar que Félix aguardaba su turno:
– ¡ Alíviateeeeeeeeeeeeeeeee ! Laguna alíviateeeeeeeeeeeeee ! – gritó
Siguieron en turno Paloma, Rosana, Tomás, Alicia, Natalia y Krista cuyos ojos rebosaban alegría y aprobación. Una vez concluidas las peticiones individuales y de manera por demás espontánea, Nuevo Camino formó un amplio círculo alrededor de la cruz y después de unos breves instantes en los que tomados de la mano nos miramos mutuamente, lanzamos un unísono, estruendoso y conmovedor ¡alíviateeeeeeeeeeeeeeeeeee ¡
Una vez más, la respuesta de uno de los sagrados guardianes de la laguna, no se hizo esperar, acusando recibo de la humilde pero poderosa -por provenir de lo más recóndito de nuestros corazones- petición colectiva que acabamos de formular, ya que al terminar, abatidos por la emoción colectiva y cuando estábamos a punto de soltarnos las manos rompiendo el circulo así formado, una poderosa ráfaga de viento cimbro a Nuevo Camino, obligando materialmente al grupo a levantar las manos aún entrelazadas hacia el cielo.
Acto seguido, el viento ceso por completo. El ritual había concluido venturosamente. En formación ritual, en absoluto silencio y con la satisfacción que nos embargaba al sabernos escuchados, iniciamos el descenso. Una jornada más había concluido.
Las Islas.
A la Laguna Sagrada se le conocen dos islas desde hace cientos de años, la primera, ubicada justo enfrente del pueblo donde los grillos flotan en el agua, la cual recibe muchos visitantes por su cercanía con la población más conocida del vaso sagrado; y la segunda, poco visitada y misteriosa, que albergo en el pasado un presidio que ya no existe como tal, y ubicada frente a una antigua población ribereña, cuyos habitantes son descendientes y depositarios de muchas de las antiguas tradiciones propias de la tradición náhuatl existente desde antes de la llegada de Hernán Cortés al Valle del Anáhuac. En la Isla de Mezcala se escribieron brillantes páginas de nuestra historia, ya que durante el periodo de 1812 a 1816 fue ocupada y defendida heroicamente por la población indígena de Mezcala que liderada por José Santana apoyaba el movimiento insurgente que buscaba la independencia de España, resistiendo las constantes embestidas de la armada y marina Españolas hasta el punto de obligarlos a buscar con los insurgentes una negociación pacifica para evitar más humillaciones ante su impotencia a pesar de tener una abrumadora superioridad bélica y numérica.
Nuevo Camino decidió visitar la primera Isla cuanto antes, en parte debido a la necesidad que todos sentíamos a esas alturas de establecer un contacto más directo con al agua, su superficie líquida, a través de la cual si corríamos con suerte, sería posible establecer algún tipo de comunicación con el poderoso espíritu de la Laguna Sagrada, escuchando así sus directrices y sugerencias para la feliz conducción del trabajo de ecología espiritual que nos ocupaba.
La Isla de los turistas
Nuestra visita grupal a la Isla de los turistas se caracterizó por varias sorpresas, agradables y no tan agradables. La primera y no muy agradable sorpresa para un grupo como el nuestro, resulto el astronómico precio que tuvimos que pagar por la renta de la lancha y los servicios exclusivos del lanchero que nos llevó y nos trajo de regreso a la Isla.
Para conseguir un precio más reducido tuvimos que esperar a que el lanchero con quien convenimos el viaje, realizara sus viajes de rigor, para que ya entrada la tarde nos llevara como su último viaje a la Isla.
La siguiente sorpresa no tan agradable también fue el constatar la enorme distancia que ahora separaba al cuerpo de agua del vaso sagrado del malecón ribereño, el cual hacía apenas unos veinticinco años se hallaba rebosante por la misma.
Para llegar hasta el improvisado muelle donde ahora se encontraban las lanchas y el agua, fue necesario bajar más de veinte escalones desde la superficie del antiguo malecón hacia la arenosa superficie del otrora lecho de un rebosante cuerpo de agua y ser transportados por camioneta, la cual después de unos minutos de camino por la polvosa superficie nos dejó finalmente en la zona de un improvisado muelle, para a continuación trascender los últimos metros que nos separaban de nuestra lancha caminando sobre costales de arena improvisados a manera de camino sobre la superficie fangosa.
El viaje sobre la lancha y rumbo a la Isla de los Alacranes -la cual se cree constituye un centro ceremonial y espiritual de la nación Huichol que después del último diluvio partió de este punto para poblar las serranías de Jalisco y Nayarit- fue muy placentero y paradójicamente lleno de paz y bienestar, lo cual sabíamos era debido al contacto con el vaso sagrado. La siguiente sorpresa muy agradable esta vez, fue el constatar la enorme devoción de los paseantes y parroquianos de la Isla -llena de pequeños restaurantes de pescado y tiendas de curiosidades- por la Virgen de Guadalupe, deidad tutelar y protectora de la nación Mexicana y cuyos altares afloraban por doquier.
Finalmente, después de un breve recorrido por la isla, Krista localizó un lugar excelente, en el cual presidió un bello ritual grupal de dedicación amorosa de nuestro trabajo en y por la Laguna Sagrada al Gran Espíritu que todo lo anima. Oscurecía y el regreso en lancha a la población ribereña estuvo de nuevo lleno de paz y satisfacción internas para todos.
Fuimos con seguridad la última lancha en dejar la isla aquella tarde y sin lugar a dudas, nos sabíamos aceptados por la Laguna Sagrada, la cual nos sonreía a la puesta del Sol, a través de una espectacular sinfonía multicolor.
Don Antonio
Regresamos a la Laguna Sagrada tres semanas después, no sin antes deliberar sobre el mejor curso de acción a seguir acerca del enorme recorrido que aún quedaba pendiente para completar el círculo sagrado en que se había convertido la enorme circunferencia que constituía la ribera que bordeaba al vaso sagrado.
Después de un corto viaje exploratorio por tierra, que nos llevó más allá y al oriente de la población donde los grillos flotan en el agua, nos fue posible constatar que allí el terreno ribereño era intransitable por encontrarse lleno de enormes arbustos, lodo y pantanos. Era como si la Laguna Sagrada hubiera echado a andar un espontáneo mecanismo de auto-protección ante la sequía creando una enorme esponja que se extendía por muchos kilómetros y alrededor de toda su zona oriente.
Este descubrimiento nos obligó a tomar la decisión de continuar nuestro trayecto bordeando su ribera a través de su superficie liquida. Ello significaba que deberíamos tener los recursos necesarios para pagar los servicios de un lanchero que nos llevara durante todo el trayecto restante, y ello no era cosa fácil debido a lo reducido de nuestros recursos y a que en nuestro ingenuo entusiasmo estábamos realizando otros trabajos de ecología espiritual simultáneamente en otras regiones de nuestro país.
Así las cosas, y armados con mucho entusiasmo y con los magros ahorros comunales de tres semanas, emprendimos la tarea de “encontrar” en el muelle de la población más conocida de la Laguna Sagrada, a un futuro miembro honorario para Nuevo Camino, que pudiera entender nuestra noble tarea y se compadeciera un poco ofreciéndonos un buen precio por la totalidad de la travesía ribereña que nos esperaba en el futuro.
Después de unas tres horas de infructuosas entrevistas con varios lancheros que no parecían entender las características de nuestro trabajo en favor de la Laguna Sagrada, el cual no tenía -al menos para nosotros- afanes de viaje turístico, iniciamos el regreso al malecón caminando por entre los costales de tierra que nos separaban del improvisado muelle, un poco desanimados ante la sombría perspectiva de detener al menos un tiempo el trabajo para lograr reunir las exorbitantes cantidades de dinero que al parecer necesitaríamos para lograrlo.
Acababa de comentar a Alicia que quizás sería buena idea el buscar un lugar adecuado en la ribera para orar y pedir ayuda, cuando todos escuchamos un sonoro y alegre:
– ¿ Me buscaban ? –
Casi frente a nosotros se encontraba un sujeto alto de unos cuarenta años de edad y complexión robusta, el cual se presentó:
– Me llamo Antonio, soy lanchero, y uno de mis compañeros me habló de ustedes, yo los puedo ayudar –
– Mi lancha La Santa María, está lista para ir a donde ustedes digan, creo que nos podemos arreglar –
– Vaya, aquí en este lugar las oraciones si son contestadas de inmediato – comentó sorprendido Tomás
Todos reímos de buena gana. Acto seguido, Alicia que fungía como espontánea tesorera y era una excelente negociadora, entró en tratos con Don Antonio, el cual, después de un pequeño estira y afloja pasó a formar parte de Nuevo Camino como miembro honorario, sellando su asociación con nuestro peculiar trabajo con un alegre apretón de manos.
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