Ve hacía atrás y se da cuenta que siempre tuvo ángeles a su lado que la apoyaron y sostuvieron
Rita Cortés Cortés en su última checada en el Cetac.
José Antonio Flores Plascencia (Jocotepec, Jalisco).- Treinta años de servicio se dice fácil, pero fue un camino de experiencias buenas y malas. “Al final veo que todo fue bueno, que valió la pena”, así lo dijo Rita Cortés Cortés, en su último día de trabajo en el Cetac.
“Empecé a trabajar en está bondadosa institución a la edad de 20 años, fue muy difícil tomar la decisión porque soy originaria de Jamay, y tenía que dejar por primera vez a mi familia y amigos. Comencé de cero en un pueblo que no conocía y que era huraño con los forasteros, pero estoy segura que por las oraciones de mi madre, siempre encontré gente buena que me brindó la mano y su hogar. Fue difícil acoplarme a mi nueva vida, en un mes bajé siete kilos, el director del plantel en ese tiempo me decía que me habían cortado el cordón umbilical y era verdad. Salir de mi casa me ayudó a crecer, a ser responsable y organizada”.
Señala que ser madre y trabajadora es una etapa en la que sufría, por dejar a su hija y otras veces enferma para tener que cumplir con la responsabilidad del trabajo. Continuó diciendo que cuando nació su segunda hija era compartir más las labores del trabajo, la casa, la escuela de sus hijas. Rita Cortés Cortés ve hacía atrás y se da cuenta que siempre tuvo ángeles a su lado que la apoyaron y la sostuvieron. Por un momento se queda callada y rompe el silencio con un amplio suspiro. “Me llevo muy buenos amigos y compañeros de trabajo que considero también parte de mi familia por haber estado en las buenas y en las malas”.
Para Rita, como se le conoce en la escuela, dijo que “Trabajar en el Cetac fue lo mejor que pudo pasarme en la vida porque me ayudó a crecer como persona, tal vez no fui la mejor, pero traté de serlo. Siempre procuré dar lo mejor de mí y brindar el servicio que tanto mis compañeros como los alumnos necesitaban y se merecían”. Puntualizó que estaba satisfecha y contenta por este ciclo de su vida que concluyó.
“Agradezco a Dios, al Ing. Gabriel Díaz (+) y a mis padres por haberme brindado la oportunidad de formar parte de esta honorable institución. Sólo me resta decir que los llevo en mi corazón, son parte de mi vida y los mejores años se quedan aquí. ¡Gracias Cetac!”
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