…No se tiene respeto ni para el aire que se respira
ni para la mujer que se ama tan dulcemente,…»
Avenida Juaréz. Efraín Huerta. (fragmento) 1956
Por: Sofía Márquez R.
Introducción uno. Fue hasta hace unos meses que visité la ciudad de Querétaro, que conocí la existencia del premio «La escoba», que otorga una organización en España y que han recibido algunas ciudades en México (entre ellas Aguascalientes y Querétaro) por su organización y procesos de disposición de los desechos. Para mantener el nombramiento de Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO, las autoridades de esta ciudad, y creo que los ciudadanos también, cuidan la imagen de la ciudad. Incluso los puestos ambulantes están ubicados en un lugar específico, el Parque Alameda, por lo tanto las calles y plazas están libres para disfrutar del espacio público.
Introducción dos. En San Miguel de Allende, como en muchas otras ciudades, se ha implementado una norma: La basura no se saca a cualquier hora, sino hasta que pasa el camión tocando su campana. Es más, ni siquiera se deposita en el suelo. Hay que entregarla al empleado de limpia que ni siquiera se baja del camión. Todos hacen fila cargando los desechos, cada vez más voluminosos, de la vida moderna: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, mexicanos y extranjeros, pobres y… ¡Ah, no! Los ricos no. Ellos pagan para que otros saquen su basura.
La anécdota. Hace unos años preguntaba a algunos extranjeros que estaban visitando por primera vez México, cuál era o había sido su shock cultural al llegar a este país. Más o menos en general las respuestas fueron así: Los Europeos señalaron a los niños en situación de calle y la abismal brecha entre ricos y pobres. Lázaro mencionó a la indígena que mendigaba para comprar medicina para su hijo. “En Cuba faltarán muchas cosas, pero no mendigas para tu salud, y menos con un niño” nos dijo. La mayoría de los norteamericanos señalaron la inmensa cantidad de basura tirada en las calles y que parece invisible para las autoridades y para los habitantes en general. Para el resto de los amigos latinoamericanos en general son anécdotas referidas a las variantes del español y la comida. No he tenido la oportunidad de preguntarle a un chino, pero he imaginado su respuesta como algo así: “¿Shock? México no shock. ¿Querer otro taco de gato?”, y ésa no es una respuesta graciosa.
Y hablando de Ajijic, nosotros tan orgullosos de nuestro pueblo… y tan cochinos. Muy poco tiempo faltó para revertir las campañas de Ajijic Limpio. Hay basura por todas partes, principalmente en el centro, y qué decir de los negocios e instituciones: afuera de la iglesia, frente al banco y los negocios frente a la plaza. Tal vez porque hay siempre autos estacionados, los habitantes y las empleadas no tienen oportunidad de barrer, aunque algunas de ellas recogen la basura entre el auto y la banqueta y es gracias a ellas que no está peor. El costado de Farmacias Guadalajara siempre está sucio. Alguna vez lo mencionamos al gerente y lo limpiaron… Sólo por una semana.
Conclusión. Tal vez, como publicó mi amiga, deba ser necesario tocarnos en los bolsillos para volver a ser el Ajijic Limpio. Yo, por mi parte, no creo que necesitemos multas, letreros o lonas (éstos últimos son basura visual y pasan a ser basura física, y las multas, pues, son el fracaso de la educación) para señalarnos que no tiremos basura o que mantengamos limpio o que recojamos los desechos de las mascotas que sacamos a pasear. Sólo espero que la basura omnipresente no se nos haga tradición.
Y de la autoridad, pues, como me piden mis amigos, hay que darle el beneficio de la duda. Espero que considere en su reingeniería que el enorme camión de la basura circulando por el centro del pueblo y la carretera entre las diez y once de la mañana, y los montones de basura en las esquinas hasta esa hora, no son la imagen adecuada para un pueblo que vive del turismo.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala