También se presentó un performance, un musical y una orquesta en el CCA durante el 1 y 2 de noviembre
Domingo Márquez ( Ajijic, Jal.).- Ajijic se volvió a reír de la muerte. Aunque no llegó como en otros años, el Jinete sin Cabeza, la Carreta de la Muerte, el Catrín y otros personajes de las leyendas urbanas, el desfile de Día de Muertos reunió una gran cantidad de espectadores que se apostaron en las esquinas para ver pasar a la Llorona, a La Rusa en su caballo y a decenas de catrinas y catrines que recorrieron las principales calles de la población.
El desfile que tiene al menos tres años realizándose cada dos de noviembre, comenzó en el panteón y culminó con la presentación de un musical: “Tiempos de Vida y Muerte”, en la explanada del Centro Cultural Ajijic (CCA), ya que el baile popular con el que se acostumbra dar cierre al suceso, no se realizó.
El musical que fue preparado por tres grupos de baile folclórico (uno de San Antonio Tlayacapan, el del gobierno municipal y uno más de Guadalajara), en honor del fallecido bailarín Abel Paz, contó con la participación de 50 bailarines y representó por medio del baile los tiempos prehispánicos, la conquista, la colonia y el México actual.
Durante el día, se exhibieron tapetes de aserrín por la calle Parroquia, y al menos siete altares en la plaza principal y otros tantos por la calle Hidalgo. La mayoría estaban dedicados a personalidades locales y elaboradas por instituciones escolares o familias del pueblo.
Fueron el pozole, chilaquiles, pan de muerto y otras comidas las que decoraron junto con el papel picado, los altares elaborados en tres niveles, a la usanza tradicional.
Sin embargo, desde el primero de noviembre se exhibió un altar dedicado al escultor tapatío Miguel Miramontes en el CCA, elaborado por el grupo de Adultos Mayores; el performance “Quema Pública del Dolor”, por parte del grupo Skole, y la presentación del conjunto de música sacra, Cantus.
En el cementerio, la luz de las velas, la música con diferentes agrupaciones, niños corriendo, el bullicio de las personas y casi todas las tumbas bien arregladas, eran el escenario de ese dos de noviembre, donde la melancolía y la alegría de los pequeños de la familia se mezclaban con las diferentes interpretaciones musicales que se escuchaban por todo el panteón, dando vida al espacio terrenal donde descansan los muertos.
Fotos: Domingo Márquez.
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