Los hermanos Abel y Jesús Romero han continuado la tradición que en su familia existe desde los años 40: ser sayaco
Jocelyn Cantón (Ajijic, Jal.).- Con éste son ya ocho años que los hermanos Romero Pérez llevan participando en el desfile de Carnaval Ajijic. Abel y Jesús Romero Pérez se han vuelto ya en un ícono de la cultura del Sayaco en Ajijic, habiendo ganado todos los concursos cada año desde que empezaron.
Los hermanos platican que comenzaron con una máscara de madera que habían usado anteriormente para una pastorela. Desde entonces no han dejado de participar en esta fiesta tradicional y en muchas otras tradiciones de Ajijic, como la Regata de Globos, Pasión de Cristo y las pastorelas.
Ambos son nacidos en Ajijic y son la primera generación de su familia en participar en el Carnaval. En la familia son once hermanos, de los cuales sólo siete participan. Abel Romero fue el primero de su familia en participar. Relatan haber asistido de pequeños a los carnavales, y que de ahí surge la idea de convertirse en sayaco.
Estos hermanos, quienes ahora son de los pocos sayacos que conservan la vestimenta tradicional, utilizando mascaras de madera y pelo de caballo, pasaron su infancia molestando a los sayacos para que los llenasen de harina.
“Iniciamos la sayaca con una máscara que mi hermano realizó para una pastorela donde salimos nosotros. La idea de salir en el carnaval fue cuando mi hermano hizo la máscara para el personaje del ermitaño. Cuando era tiempo de carnaval, llegó la hora de hacer una máscara más adecuada para eso”, dice Jesús, quien mencionó que cada máscara lleva aproximadamente el trabajo de una semana y casi siempre las llevan a cabo con materiales como tecomaca o copal.
Dentro de sus vivencias se encuentran todos los premios que han ganado y la entrevista que tuvieron el año pasado con gente de Televisa. Lo describieron como una bonita experiencia a pesar de no ser ellos, el personaje es quien contestaba las preguntas y salió en televisión.
Año con año, los hermanos Ramos cambian su traje y su máscara para que la gente no los identifique. La ropa que utilizan, explicaron, por lo general la consiguen en subastas de extranjeros, y año con año van mejorando su disfraz.
Una de sus reglas principales es que no permiten mujeres dentro de su grupo, porque opinan que lo principal es el respeto y muchas veces les faltan al mismo durante el desfile. Además, son de los pocos sayacos que no avientan harina sino confeti. También regalan dulces a los niños y sólo a los que lo piden se les echa harina.
Ambos hermanos tienen familia y sus hijos sólo participan en algunas ocasiones, pero ellos esperan que sigan conservando esa tradición.
La experiencia más bonita de ser sayaco, para Jesús, es que lo vean sus nietos. Sobre todo le gusta cuando su nieto hace los pasos de sayaco que hace él. “Me da mucho gusto que arremede mis pasos”.
Una de las satisfacciones para Abel es ver los videos y las fotos que le toman en Facebook, y ver lo que hizo durante el desfile, porque comentó que sacan su otro yo, haciendo todo lo que no se atreven a hacer sin la máscara.
Entre risas, platicaron que durante el trayecto se le rompió la bota a Abel, y que así participaron en el concurso. Aun con la bota rota ganaron. “Son cosas chuscas que no se tienen planeadas”, dijo Jesús.
El traje que usualmente llevan ellos es del sayaco tradicional: máscara de madera y barba de pelo de caballo, sombrero, saco o chaleco, camisa de charro, botas grandes y su pantalón con tarugos.
Sólo una vez se han disfrazado de “sayaca”, pero a ninguno de los dos les gustó porque no sabían llevar los pasos. El vestuario de mujer es más complicado, ya que hacen pechos y sentaderas grandes con esponjas, también llevan bolsa de mano, peluca y una máscara de papel mache con los chapetes muy marcados.
“En el baile parece como que vas brincando, pero es algo que no se puede describir porque no es como banda. Vas bailando, vas oyendo la música”, explicó Abel, quien es el menor de los dos hermanos con 34 años.
Los pasos que realizan durante el recorrido los han ido inventando ellos mismos. “Vas bailando y van saliendo los pasos, y entre nosotros vamos diciendo ‘ese paso se te ve bien chingón’, entonces vas inventando más y más pasos, y ya vas combinando con los que ya sabían”, señaló Abel.
Ambos sayacos interpretan el papel, ya sea de hombre o mujer. La mujer va coqueteando con los hombres del público mientras que el sayaco la va persiguiendo enojado porque se iba. “Ella como que luce más y él es su respaldo”, mencionó Jesús.
Sus abuelos les platicaban que esta tradición había nacido alrededor de los años 40. A su familia siempre le gustó ir. Describieron que antes las calles estaban llenas; sin embargo, ahora mucha gente no va a ver el desfile por temor a ser polveadas.
“Dentro del sayaco, sacas el joto, el niño, todo lo que llevas dentro lo sacas”, aseguró Jesús.
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