Donald Trump, el precandidato republicano
Por: Santiago Baeza
El proceso de selección de candidatos para los partidos Demócrata y Republicano ha despertado ya muchas pasiones dentro y fuera de los EEUU. Contrario a lo que motivó la atención en procesos anteriores, lo que llama la atención no es precisamente quién de los aspirantes es el más atractivo, ya sea por sus propuestas o por su actitud, sino el más rupestre, ignorante, violento y desagradable de todos ellos: .
Sustentado en un discurso tan elemental como racista, este millonario norteamericano inició su campaña escupiendo insultos hacia cualquiera que no represente los valores WASP: white, anglosaxon, protestant (blanco, anglosajón y protestante). Como es sabido, primero arremetió contra el pueblo mexicano, al llamarnos “violadores” y “delincuentes”. Pero no paró ahí. A lo largo de su campaña, igual se ha distinguido por criticar a los orientales, como a los musulmanes. Incluso a estos últimos amenazó con expulsarlos del país si llega a la presidencia.
La bajeza de sus palabras no pasaría de lo anecdótico, si no fuera porque sí le está redituando en las encuestas, pues básicamente al día de hoy se encuentra muy por encima de cualquiera de sus compañeros aspirantes republicanos y, de seguir así, seguramente representará a su partido en las próximas elecciones de su país, amparado en una lógica y un discurso que no pocos comienzan a señalar como una copia del que Adolf Hitler utilizó para hacerse con el poder en Alemania, previo a la Segunda Guerra Mundial.
Por si esto fuera poco, Trump ya pasó de la bromita pesada a la amenaza textual, al asegurar durante una entrevista telefónica con el periodista Bob Woodward, de la cadena NBC, que en su afán por obligar a los mexicanos a pagar un nuevo muro impuesto por él, de ser presidente, recurriría incluso al uso del ejército de su país: “México no querrá jugar a la guerra con nosotros”. Así de simple.
Este último comentario del magnate no es solo un disparate, sino que toca fibras sensibles en un pueblo que tiene una larga historia de desencuentros con EEUU, pues en el largo listado de países invadidos por la nación de las barras y las estrellas, México ocupa el primerísimo lugar, con dieciocho de ellas, entre las cuales se cuentan las incursiones militares que concluyeron con la pérdida de casi la mitad del territorio mexicano durante la primera mitad del siglo XIX. Hay que decirlo, el tiempo no ha borrado del todo esas heridas de guerra.
Ignorante como es, Donald Trump no ha caído en la cuenta de que su país mantiene un tratado de libre comercio con el pueblo que tanto odia; que el flujo comercial entre ambos países es fundamental para su propia economía; que la vecindad física entre ambas naciones promueve también un flujo cultural de ida y vuelta imparable; que miles de sus connacionales viven hoy en territorio mexicano, además de los “beaners” que él planea perseguir y regresar a México, a costa de darle un balazo en el pie a la microeconomía norteamericana, que se sustenta con mano de obra mexicana.
Lo que no ha pensado el candidato de los supremacistas blancos, es que para que el discurso del odio funcione, tiene que haber una contraparte. Si el blanco exalta y manifiesta su odio, entonces provocará que el morenito, el negro o el amarillo reaccionen de la misma forma. Es una ley física que Newton escribió con números, pero que aún así aplica, pues a toda acción corresponde una reacción igual y en sentido contrario.
De seguir Trump en su camino, no sólo seguirá fomentando el odio entre sus seguidores, sino también en sus cada vez más numerosos adversarios, dentro y fuera de ese país.
Aquí mismo en la ribera hay una numerosa comunidad de “gringos” la cual se cuenta en miles, ya sea de forma permanente o temporal. Si bien en una sociedad multicultural como la de esta región nunca faltan los incidentes provocados por diferencias culturales y hasta por prejuicios raciales, no pasan de ser situaciones menores y sin importancia. Pero una escalada racista entre estos países o simplemente un incidente diplomático derivado de la actitud peligrosa de gente como Donald Trump podría terminar con una crisis económica o incluso social aquí en la ribera.
Como suele suceder, la intensidad electoral de EEUU será notoria en esta zona, particularmente en Ajijic, ya que dada la cantidad de norteamericanos residentes, las calcomanías en los autos, las banderolas y los comités de campaña en uno y otro bando serán visibles en cafés y centros de reunión. Y aunque suene inverosímil, no falta el que sí piensa votar por el magnate racista. Así que desde aquí seguiremos muy de cerca el desenlace de este proceso, esperando la caída de Donald Trump. Cuando esto suceda, nos uniremos alegres al festejo de sus vencedores. No importa quiénes sean.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala