Enrique Peña Nieto, el mandatario más banal e ignorante de nuestra historia
El actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, pasará a la historia de nuestra nación como el mandatario más banal e ignorante de nuestra historia; por haber sido el más torpe, por no decirle de otra manera en señal de respeto a mis lectores. Por más que esculco en nuestro pasado, no puedo encontrar a otro gobernante que alcance el récord de quien hoy oficialmente conduce las riendas de este país.
Ya desde los primeros días de su campaña nos dio una probadita de sus preocupantes incapacidades, cuando en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara hizo lo que sería el primero de una larga lista de ridículos que, al día de hoy, se siguen acumulando mientras trataba de recordar tres libros, tras una ingenua pregunta muy a modo por parte de un enviado del periódico español El País.
Independientemente del drama nacional que implica tener como presidente a alguien que no puede leer y retener al menos tres libros, los que sean, lo más preocupante fue el darnos cuenta también de la incapacidad de Peña Nieto para resolver un asunto aparentemente menor y momentáneo: si el candidato no es capaz de recordar un trío de títulos, uno por lo menos espera una respuesta sagaz, una salida jocosa o un cambio repentino de tema, respuestas clásicas de alguien que como él, busca la silla presidencial; no el sudor frío, la mueca torcida en una sonrisa falsa, el silencio prolongado y luego el tartamudeo, el fiasco de respuesta.
El escandaloso tema de las opulentas propiedades de Angélica Rivera, primera dama de México, así como de los ofensivos lujos que ella, su familia y agregados de cariño ostentan con cargo al erario que muy gentilmente sostenemos todos nosotros con nuestros impuestos, es otra muestra de ingenuidad. Creen que nosotros, la “prole”, diría Paulina Peña, no nos damos cuenta de su cinismo.
Los cuarenta y tres fantasmas de Ayotzinapa persiguen a Peña Nieto debido a que no tuvo capacidad para enfrentar la situación. Obviamente asumimos que Peña Nieto no ordenó el asesinato de los estudiantes de la sierra de Guerrero, pero el pésimo tratamiento que él y sus principales colaboradores le dieron terminó por reventarle a él mismo en sus narices. Tras este terrible acontecimiento y su mal manejo político, la única “verdad histórica” que nos queda de moraleja es que Peña Nieto no puede con el paquete.
La cereza del pastel (siempre he creído que no hay nada más horroroso y detestable que una cereza de pastel) en las aventuras de nuestro presidente fue la repentina hospitalidad a quien no ha dejado de insultar a los mexicanos: Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de los EEUU. Nada más y nada menos que a quien no nos baja de delincuentes y violadores nomás por ser morenitos.
Resulta que a Peña Nieto o a alguno de sus brillantes colaboradores se le ocurrió la idea de invitar a los dos principales candidatos de nuestro vecino país del norte a visitar la residencia oficial de Los Pinos. ¿Para qué? Ésa es una incógnita. Peña Nieto dice que para protegernos de algunas actitudes amenazantes. ¿De quién? De un candidato que solito iba ya en picada hasta que a nuestro presidente se le “ocurrió” que había que invitarlo para volverlo a posicionar en las noticias; que había que darle un tratamiento de dignatario aquí, tan sólo unas horas antes de que ratificara que además de los lujos de Angélica y familia, también tendremos que pagar el dichoso muro.
Bravo, señor Peña Nieto. Sin que nadie se lo pidiera, sin que a usted nadie le hubiera llamado, tuvo la ocurrencia de entrometerse dentro de un proceso electoral de otro país, curiosamente nuestro vecino, el hasta hoy más poderoso del mundo. Su valiente acto de defensa, como el de aquel defensa que mete autogol, sólo sirvió para dos cosas: apuntalar y darle una bocanada de oxígeno a quien se supone debíamos combatir y para llevarnos a los mexicanos a un nuevo nivel de asombro ante lo que es capaz o no de hacer.
Nos esperan dos años más de sorpresas, pues Peña Nieto no da señales de lucidez. Se empeña en decir que las ofensas directas de Trump a todos los mexicanos son solo “malentendidos”; que la Casa Blanca y el depa de Miami de su esposa es algo bueno que parece malo; que el ejército nada tuvo que ver con la desaparición de los 43; que cada vez hay menos pobres en México; y que nosotros, alarmados eso sí, no vemos las cosas “buenas”.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala