La Marcha por la Familia, un retroceso social
Bajo el cobijo de una institución fachada denominada Frente Nacional por la Familia, la jerarquía católica en México y diversos sectores ultraconservadores convocaron a una manifestación simultánea el pasado fin de semana en diversas ciudades del país. Bajo engaños, mentiras y acarreos, colegios católicos, parroquias y demás contingentes, habrán nutrido el grueso de las filas que pedirán, exigirán un alto a lo que ellos creen que es una campaña dirigida a destruir a la familia desde su núcleo. Nada más falso.
El asunto de fondo, la verdadera razón por la que se ha convocado a esta manifestación es porque las élites de la iglesia católica en México han visto mermada su influencia ante las estructuras del poder político y buscan a toda costa recuperar esa capacidad. Para ello se están valiendo del chantaje, pues la presión la están dirigiendo al cada vez más debilitado presidente de México, Enrique Peña Nieto, justo en el momento de su mayor crisis de credibilidad.
Los dos pretextos que tienen son la iniciativa de ley que prevé una reforma al artículo cuarto de nuestra constitución y otras disposiciones para garantizar la igualdad de derechos sexuales, así como la inclusión de un capítulo dentro del libro de la materia de civismo en sexto de primaria, orientado a la educación sexual y la prevención de riesgos. Pero como los católicos radicales sabían muy bien que esos no eran argumentos suficientes, entonces decidieron inventar otros, con el objetivo de generar pánico en las buenas conciencias.
Entre los diferentes mensajes que se han distribuido de manera física o a través de las llamadas redes sociales hay ignominiosas mentiras, falsedades de todo tipo que por lo grotescas, ponen a prueba al creyente entre la fe ciega y la razón. Nadie quiere que en las escuelas los niños se vistan de niña, ni que los menores de edad puedan tener relaciones; nadie quiere meterse con sus hijos y absolutamente nadie quiere o pretende destruir la institución familiar. Quienes organizan la protesta lo saben perfectamente.
Aunque el propio Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, ha señalado públicamente que la iglesia católica no está directamente involucrada en la convocatoria, lo cierto es que sí hay una orden directa a sus estructuras para movilizar y nutrir sus protestas. Prueba de ello es que en cada parroquia hay propaganda alusiva a esta actividad. La cabeza de la iglesia en este país no acudió, pues el señor Rivera dijo que no quiere que se preste a “malas interpretaciones”. Pero sí utilizará como carne de cañón a su más fiel feligresía, para mostrar su poder.
La presión está surtiendo efecto, pues Mariano Palacios Alcocer acaba de renunciar a la embajada de México en el Vaticano justo hace unos días, pues esta intriga política disfrazada de protesta popular incluye el deterioro de las relaciones de este país con la ciudad estado que es además la sede oficial de la fe católica. Es decir, detrás de la presión social hay una negociación discreta, cuyos verdaderos alcances no son disponibles a la grey; un “estira y afloja” entre el episcopado y la clase política mexicana, aparentemente avalado por el propio Papa, debido a la impericia diplomática del equipo de Peña Nieto, representado por Claudia Ruiz Massieu.
Lamentablemente, hay indicios que nos permiten vislumbrar que se avecinan tiempos de tensión en México debido a esta situación. El estado laico, una de las más invaluables herencias de la Ilustración y la Revolución Francesa, se instauró en este país gracias a la iniciativa de ilustres mujeres y hombres liberales a los pocos años del nacimiento de nuestra patria, acosados siempre por la jerarquía católica y las estructuras de poder que se habían favorecido durante el virreinato.
El laicismo como forma de gobierno no es enemigo de las religiones, sino garante de la libertad de creencia de todo ciudadano. Por lo tanto resulta imprescindible que el gobierno de un país laico, como lo es el nuestro, entienda perfectamente que nuestra constitución y demás leyes deben sostenerse y aplicarse bajo un estricto sentido jurídico y jamás deberán estar sujetas a presiones ni chantajes de grupo o creencia alguna, así sea la religión mayoritaria de México, pues no es la única creencia religiosa.
Si la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya determinó, bajo un estricto sentido jurídico basado en el principio constitucional de la igualdad y de los derechos humanos que nadie que por su consentimiento así lo manifieste sea excluido del matrimonio civil independientemente de su condición sexual, ahora toca a los congresos federal y locales de la república acatar esa resolución. Así de simple.
Si la SEP determinó que ha llegado el momento de generar conciencia sobre los riesgos del embarazo y las enfermedades venéreas entre la población estudiantil de nuestra sociedad, Ahora toca a profesores y padres de familia el involucrarse para garantizar que nuestras hijas y nuestros hijos cuenten con información y mayores herramientas para protegerse. En cada hogar sabrán qué formación darles a sus hijos, pero al gobierno le toca prevenir deserciones y garantizar también una relación sana entre sus alumnos.
Una sociedad laica es plural y diversa; una sociedad laica es respetuosa de las otras creencias, pues cada individuo da por hecho que su manera de pensar también es respetada. Bajo esta premisa manifiesto mi más profundo respeto a quienes no son como yo, incluso a quienes hayan acudido a la marcha de este fin de semana. Aún así, lamento mucho que se dejen llevar por el engaño y los intereses de poder, pues esta manifestación le habrá de causar un gran daño a nuestra sociedad. Confrontará familias (como la mía), fomentará la segregación y pondrá en duda nuestro propio estado laico.
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