¿Brujas o muertos?
Hace ya varios años, cinco o seis aproximadamente (o quizá más), un primero de noviembre, las calles de Jocotepec se encontraban impregnadas de un extraño olor, y era extraño no porque no se pudiera identificar, sino porque no era usual que la mayor parte del pueblo oliera de esa forma. El culpable de aquel aroma se podía descubrir fácilmente al mirar al suelo. En cada banqueta de las calles más transitadas se hallaban cascarones de huevo que habían pasado ahí la noche entera, o por lo menos la madrugada. ¿La causa? La forma totalmente alterada de una tradición que por principio ya se encontraba distorsionada al ser adaptada a nuestro país. Hablamos de la manera en que la juventud de Jocotepec comenzó a celebrar el llamado Halloween.
Aún desconozco el origen de esta ilógica y nada agradable forma de actuar con la excusa del 31 de octubre. La buena noticia es que esta costumbre parece estar pasando a ser una propuesta poco atractiva para las nuevas generaciones; sin embargo, no podemos descartar la posibilidad de que se repita este año o de que esta festividad vuelva a ser alterada y surja una nueva moda.
Nuestro país, como muchos otros, participa con el resto del mundo del amplio intercambio cultural que se magnificó cuando el progreso tecnológico redujo las fronteras a meras cuestiones geográficas. Una de las muchas consecuencias de este intercambio son las tradiciones, costumbres o modas que han llegado a México, ya sea desde el otro lado del mundo o de países vecinos. En la Ribera podemos encontrar distintas muestras de todo aquello que ha llegado a incorporarse a nuestro entorno, desde restaurantes con cierto tipo de comida rápida hasta nuevos pobladores de distintas nacionalidades.
Renglones atrás dije que esta tradición, cuyo origen es toda una leyenda, fue alterada a su llegada a nuestro país. Lo afirmo a partir de la teoría de que casi ninguna costumbre que se importe se mantiene fiel, pues se adapta al entorno que la adopta. Esto claramente sucedió con la festividad conocida también como “noche de brujas” comenzando por el hecho de que un gran porcentaje de la población jocotepense que la práctica no conoce ni su origen ni su finalidad, hecho que podemos comprobar, primero por la forma en que aquí se festeja y segundo porque aún en el país del que la importamos es algo confuso.
El “dulce o travesura” son los elementos característicos que se rescatan de este festejo, cada uno por separado e incompletos en sí mismos. En cuanto al primero, el dulce, es común ver a los pequeños andar por las calles de puerta en puerta pidiendo golosinas, pero sin el disfraz que en teoría debieran tener; por otro lado, la travesura es realizada por quienes ya no se sienten niños y andan por las calles con una bolsa llena de pequeñas armas rellenas de yema y atacan a quienes se encuentren sin importar si había dulces de por medio.
Me entristece pensar que las nuevas generaciones no tengan el conocimiento de las celebraciones locales, pero sí una vaga idea de fiestas como ésta que se han incorporado pero que no son entendidas en su origen.
Conocer nuevas tradiciones y lo que éstas nos ofrecen puede resultar bastante enriquecedor cuando existe un verdadero discernimiento, cuando somos capaces de tomar los mejores atributos de cada cultura y adaptarlos a la nuestra (que a su vez ya ha sido constituida a partir de distintos rasgos) tomando en cuenta los principios de moral y ética de nuestra sociedad y dando prioridad a las tradiciones que nos caracterizan como pueblo y nos dan identidad.
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