Por: Miguel Cerna
Dice la gente de Jocotepec que en la madrugada del dos de noviembre, los difuntos salen del panteón en peregrinación hacia la iglesia del Señor del Monte. Muchos aseguran los han visto, escuchado e incluso sentido, porque a su paso, fuertes corrientes de viento se hacen presentes.
Cuenta la leyenda que eran dos amigas que vivían a media cuadra de la iglesia, en casas antiguas, de esas con ventanas altas. Estas jovencitas, a quienes llamaremos Carmela y Rosalba, vivían de frente, una de cada lado de la calle Ramón Corona, que en esos tiempos carecía de pavimentación alguna. Más bien era un zanjón.
Se acababa de terminar el día de angelitos y el alba daba comienzo al día de muertos. Era la una o dos de la mañana, cuando Carmela escuchó entre sueños murmullos prolongados, pasos arrastrados, fuertes e interminables, y voces que perturbaban la tranquilidad de la noche.
Llena de curiosidad, Carmela se incorporó de la cama, corrió hacia la ventana de madera y la abrió de par en par. Asomó su cabeza y sorprendida vio un tumulto de gente que venía del cementerio. La gran peregrinación iluminaba la calle a su paso, pues todas las personas traían una veladora en sus manos. Viejitas con rebozos cubriéndose la cara, señores con sombrero, agachados. Aunque vestían de luto parecían no estarlo.
Mientras pasaban frente a sus ojos, Carmela trataba de hablarles:
—¡Hey, oiga!, ¡¿Qué pasó?! ¿De dónde vienen?
Pero no, nadie respondía nada, hasta que una viejita se detuvo. Al acercarse, Carmela notó que no podía hablar, sólo balbuceaba rezos. La señora le dio la veladora que llevaba y siguió su camino. Y ahí, con la ventana abierta a media madrugada, la joven se quedó mirando como avanzaban los marchantes y se metían al templo del Señor del Monte.
A la mañana siguiente, Carmela se levantó temprano y fue a visitar a su amiga:
—Rosalba ¿no oíste la peregrinación que hubo en la madrugada?
—¡Tas’ loca tú! ¿Cómo va a haber una peregrinación en la madrugada?
—Sí, de verdad, eran unos que venían desde el panteón al templo del Señor del Monte.
— ¡Tas’ loca tú! —repitió Rosalba.
Con insistencia y muy convencida, Carmela le dijo:
—Espérate, una viejita que le hablé aunque no me contestó, nomás balbuceaba, me dio una vela y la guardé debajo de mi almohada, ahorita te la voy a traer para que la veas.
Inmediatamente, la joven salió disparada a su casa, llegó hasta su recámara, levantó la almohada y al tomar lo que estaba, se dio cuenta de que no era una veladora, sino una canilla de muerto, un hueso deteriorado que tiró al piso del susto.
Esta versión que nos contó “Nicho el campanero” es una de las versiones más aceptadas popularmente; muchos incluso aseguran haber visto a amigos, familiares, vecinos y conocidos ya fallecidos en la peregrinación.
A Genoveva Molina, vecina del cementerio, una amiga suya que vende tacos afuera del templo le platicó que una vez su hermano vio la peregrinación de los muertos cerca de su puesto y sin saberlo le dijo:
—Oye, ¿tenías mucha gente anoche verdad?
—¿A qué horas? —contestó la mujer.
—¡Te fue bien! Vendiste muchos tacos —replicó el hermano.
—No es cierto, estuvo mala la venta.
—¡Ah! Si yo vi que hasta adentro del templo había bien mucha gente.
Ésta es una de las leyendas favoritas que se cuentan entre los jocotepenses. Sigue tan vigente que incluso la religión católica la ha retomado. Gracias a la iniciativa de Carlos Cuevas, director de Cultura, este año se realizará la segunda representación de la peregrinación de los muertos.
El cura Jesús Quiroz Romo, comentó que después de escuchar la leyenda sintió la necesidad de ir con ellos, y acompañar a los difuntos en su camino, así mismo manifestó que la gente que vio la peregrinación el año pasado “quedó gratamente impresionada y emocionada porque fue muy “solemne, seria, fastuosa”.
Este año se realizará el primero de noviembre a las ocho de la noche, la de los vivos; los muertos, esperarán hasta la media noche.
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