Jorge Eduardo Beltrán Aceves presentará una exhibición el cinco de agosto en Chapala
«El Churro» y a sus espaldas un pintura hecha por él.
Manuel Jacobo (Chapala, Jal). – Jorge Eduardo Beltrán Aceves quedó marcado desde los 10 años. La huella inició cuando miró a un pintor de Ajijic plasmar a Quetzalcóatl en el malecón de la población. Ver esa imagen despertó su atracción por el arte. Su corta edad le permitió vivir una utopía con la serpiente emplumada, el lago y los paisajes ayudaron.
Jorge Eduardo nació en Zapopan, lugar donde sus padres vivían. Llegó a los 10 años a la ribera de Chapala, justo cuando cursaba el cuarto año de primaria. Con una beca estudió en la Oak Hill Scholl -ahora Instituto Loyola-, lugar donde terminó sus estudios e hizo que su madre le enviara con los psicólogos.
Mientras que otros niños sueñan con ser médicos, bomberos o ingenieros, “Yo quería ser el Rey Feo del Carnaval de Chapala” comenta el Churro quien portó la corona en dos ocasiones. En su tercer intento quedó como príncipe, aunque refiere que aún “me conservo en la realeza”.
Por sus bajas calificaciones en la primaria, sus padres decidieron que él debía estudiar en la Secundaria Técnica 83, ahí seguía con sus malas notas y con su distractor: hacer cómics e historietas. Su familia fue quien recibió la carga de convivir con él, por eso su madre Celia Aceves, dice “creo que se ganó el cielo ya”. Su padre, Campo Elías Beltrán opina que “no ha sido fácil, pero me gusta su estilo”.
En el bachillerato fue que recibió el apodo de “El Churro”, “La Berny” fue quien le otorgó el sobrenombre. Después de reprobar los tres años, sus familiares decidieron mandarlo a estudiar artes plásticas, lugar donde también reprobó, “porque cuando estudiaba me ponía a dibujar y cuando me decían que dibujara me ponía a estudiar matemáticas, ósea, ya no me gustaba”.
El Churro viste desaliñado. Es común verlo pidiendo raite junto a su perro Tigrillo. Su barba parece combinar con su forma de vestir, su voz demuestra habilidades, misma que le ha ayudado para contar cuentos o hacer teatro. No es alto, pero es imponente, su piel es morena y su cabello lacio.
Pese que Churro es cantante de los Charales-k, pinta lienzos, es cuentacuentos, hace títeres, participa en teatro y no se considera un artista completo. “Yo me considero más payaso que artista ¿No? Un payaso, un bufón de esta sociedad, pero el ser payaso y bufón también tiene su chiste y es un arte también. Ese payaso también pinta y también me gusta expresarme de muchas maneras”, acotó.
Su amor por hacer caricatura surgió después de pintar un cuadro en el que estaba un zapatista crucificado y de los clavos de las manos le salían gusanos, la pintura la llevó con un amigo a una papelería, lugar donde una señora lo miró y “me insultó, me gritó de qué me iba a morir y lo rompió”.
La reacción que provocó ese cuadro marcó la forma de hacer su arte, de ahí su amor por la caricatura, una forma de hacer crítica a la realidad y lo social mediante la ridiculización. “Esa mujer nunca va a olvidar esa imagen”, eso lo motivó a hacerlo. “Toco temas políticos, filosóficos y religiosos”, pero lo que más toca son los sentimientos de las personas.
Tiempo después exploró y realizó diversos murales y cuadros pese que se mantuvo alejado del arte durante algunos años. El activismo y su crítica los ha dejado plasmados con su pincel. Dos sucesos han marcado su forma de ver la vida y es lo que han hecho olvidar su estilo de rebeldía: un viaje con peyote le hizo hablar con el lago, cosa que le permitió ver el daño ecológico, y el otro suceso fue cuando se estaba ahogando en el lago de Chapala y de ahí salió el cuento de los charales.
Uno de sus trazos que más recuerda es cuando pintó su pieza en dos: un lado oscuro y otro claro, ahí “se ve una señora con un niño y ahí están en un malecón muy bonito, muy lujoso, pero están mirando el lago con máscaras de oxígeno y volteando a ver lo que fue un gran lago y están todos los peces muertos por la contaminación”.
Su forma de pintar también se mezcló con la música. Hace 15 años llegó con un tamborcito, ahí aprovechó que Alejandro “El Lobo” era tímido y que él no tenía vergüenza; desde entonces, las letras combatientes de Charales-k se han fusionado con su forma de vida para gritar desde lo más profundo y defender el lago.
A sus 39 años, Churro decide hacer una exposición llamada “Las caricaturas del pinche Churro”, en la que se utilizó el cuadro en que se encuentra el presidente de Estados Unidos, el Chapo y el Papa sobre una mesa con juegos de azar.
El lienzo nos adentra a las actividades culturales que ha realizado para combatir el odio y proponer la fraternidad y la paz. Pese a la crítica que se hace a la religión, Churro mantiene una postura que le permite usar los recintos católicos para brindar arte, como lo fue en su momento en el barrio de San Miguel, mismo donde los niños y los cholos participaron. “Hay muchas maneras de luchar: es con amor, con conciencia, con educación y con arte”.
En el San Miguel se dio cuenta que los niños estaban hambrientos de arte. Pese que admira las labores que hizo Jesús, también dice tener conflicto con la Iglesia, además de tener un perro que es Testigo de Jehová.
Por ahora Churro se encuentra armando actividades con un colectivo llamado Ollín, con el que pretende seguir llevando el arte a los menores que habitan sobre la ribera de Chapala.
Ahora después de tener dos años armando su exposición, Jorge Eduardo tendrá su presentación de una manera muy informal, en la que sus invitados especiales son los niños y para ellos pondrá brincolines, mientras los adultos podrán disfrutar de la música, la bebida y el arte.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala