Desde la guarimba
Por: Santiago Baeza (En la foto)
Conocí a K hace ya algunos años aquí en Ajijic. Durante un tiempo formamos parte, más que de un grupo de amistades, de una especie de familia. Yo solía bromear con ellos con el argumento de que todos en esa bolita estábamos huyendo de algo o de alguien, pues la inmensa mayoría teníamos a nuestra familia biológica, la de a de veras, muy lejos.
Pero de todos, K era la única que realmente había escapado para salvar su vida. Huyó de Venezuela. Integrante de una generación sin futuro, desheredados de la justicia. K creció en Táchira, un estado sureño, dentro de la Región de los Andes. La miseria, el hambre, el coraje, la falta de oportunidades, pero también su extraordinara fortaleza, su sentido de justicia y su valentía fueron claves en su involucramiento con la oposición.
De entre todas sus desgracias, tuvo la buena fortuna de criarse en un enclave opositor. Zonas muy específicas de Venezuela, incluido su estado natal, son propicios para la solidaridad intervecinal, pues ahí todos se cuidan las espaldas entre ellos mismos, sobretodo de las guardias civiles y militares controlados por el chavismo, además de las criminales incursiones de los colectivos, esas bandas delicuenciales que, también amparadas por el régimen, de cuando en cuando incursionan para causar desorden, robar y matar con total impunidad.
Para protegerse de esos hampones con o sin uniforme, los vecinos optaron por construir guarimbas, es decir trincheras. Restos de vehículos incendiados, materiales de construcción desmontados de su lugar original, basura, neumáticos (estos últimos, esenciales cuando se requiere un material inflamable, que produce un humo negro y espeso que inhibe la visibilidad) y en general cualquier material comenzaron a ser usados en estos diques, que rápidamente se propagaron a todos los enclaves geográficos de la oposición en ese país.
K, valiente, siempre decidida, pasó a tomar su lugar en una de esas guarimbas. En compañía de otros jóvenes. Ahí encontró la forma de encausar su repudio al régimen, por medio de la defensa de la plaza y en beneficio de la población que ahí residía; es decir niños, ancianos, madres de familia, sus vecinos.
Ahí, K también encontró una familia. Las horas, los días, los meses atrincherados juntos, les llevó a desarrollar un sentimiento de hermandad. La disciplina, la colaboración y el apoyo mutuo en la trinchera, son cosas de vida o muerte. Para K, la guarimba pronto se convirtió en su hogar.
Todavía tengo en mi memoria, muy nítida, la foto en blanco y negro que una vez me mostró. Ahí está ella posando, con una especie de turbante que le cubre la cara y solo descubre sus ojos desafiantes. Empuña un arma de fuego de producción casera, el cañón humea. La imagen forma parte de un reportaje gráfico, no recuerdo el nombre del fotoperiodista que la retrató.
Un día las cosas salieron mal. No sé si fue un descuido o si era algo inevitable. A pesar de la barricada, a pesar de los cables de acero que estaban dispuestos a lo ancho de la calle a la altura del cuello, ya que los colectivos chavistas arribaban a toda velocidad en motocicleta, no hubo intrusos decapitados, de hecho no hubo reacción. Ahí quedó acribillado, tendido en el suelo, uno de los amigos de K. Ni más ni menos que el responsable de la guarimba, el jefe de la tropa, el más querido y admirado por ella. Corría el año de 2014.
Tras la tragedia, fue la misma familia de K la que le pidió que huyera de Venezuela, pues la situación comenzó a tornarse cada vez más violenta, además de que la carestía económica y la escasez de alimentos y materias básicas eran ya insostenibles. Así fue como K llegó a Ajijic.
Tras vivir y trabajar por un tiempo en la ribera, K se reencontró con su hermana menor y después con su madre. Siguió su camino. Tengo algunos años que dejé de verla. Nos seguimos en las redes sociales y cuando esporádicamente coincidimos, nos saludamos. Ella se ve muy feliz. Tiene pareja y acaba de ser madre. Y eso a mí me da mucho gusto.
Hoy Venezuela vive momentos decisivos. Más de dos décadas de un absurdo gobierno autoritario, totalitario, represivo, corrupto, indolente, ignorante, incapaz, injusto, está llegando a su fin. Su pueblo, dentro y fuera de sus fronteras, ha recobrado la esperanza y esta semana ha reactivado su lucha, de manera cívica y pacífica, por el restablecimiento del orden y la justicia.
Hoy dedico este artículo a todos los venezolanos a quienes como K, la vida los puso al frente de esas guarimbas, que por años han permitido la supervivencia de pequeñas islas de solidaridad y fraternidad en ese inmenso mar de injusticia criminal que todavía hoy es Venezuela.
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