#MeTooRiberaDeChapala
Por: Santiago Baeza.
El suicidio de un reconocido rockero mexicano tras haber sido denunciado de manera anónima a través del hashtag #MeToo en redes sociales por presuntamente invitar a su domicilio e intentar seducir a un grupo de señoritas de secundaria, reavivó el debate sobre el abuso sexual infantil y sobre los mecanismos de denuncia, particularmente el anonimato.
En México ha habido una resistencia particular hacia dicho hashtag, pues se asume que atenta contra la presunción de inocencia del acusado, no es un mecanismo legal y propicia un linchamiento público desmedido y en ocasiones hasta injusto.
Pero para poder hacer un análisis más o menos equilibrado, primero tenemos que referirnos a los números: Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa el bochornoso primer lugar mundial en abuso sexual infantil, ya que se estima que cada año más de cuatro millones y medio de niñas y niños son víctimas de este delito. Sin embargo, el Colectivo Contra el Maltrato y Abuso Sexual Infantil opina que esta cifra es poco realista, pues sólo se denuncia en promedio uno de cada cien casos.
Simplemente entre Chapala y Jocotepec se denunciaron veinticinco casos de abuso sexual infantil agravado durante 2018. Aproximadamente uno por mes en cada municipio, en promedio, según datos de la Fiscalía del Estado de Jalisco. Sólo Dios sabe cuántos casos se dieron realmente y que nunca fueron denunciados.
Todavía tenemos muy fresco en la memoria el escándalo del preescolar Fray Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, en la delegación de Santa Cruz de la Soledad, el kínder del terror, donde presuntamente se abusó sexualmente de once niñas y niños. Incluso los padres de estos pequeños denunciaron que dos hombres ajenos al plantel ingresaban para filmarlos en actos denigrantes. Hoy la maestra de inglés de ese preescolar purga una condena de cuatro años, la directora sigue prófuga y de esos dos extraños nada se sabe.
Cuando esta infame situación se dio a conocer, hubo una campaña de ataques y desprestigio hacia los padres y representantes de estos once niños. Incluso muchos, recuerdo nombres y apellidos, aseguraron que todo era un complot para desprestigiar al entonces presidente municipal de Chapala y a su partido político. Hoy esas voces sólo guardan silencio.
La realidad es que quienes fuimos víctimas de abuso sexual en nuestra infancia tardamos muchos años en recuperarnos del daño. Jamás iremos por nuestro propio pie a presentar denuncias legales y lo más probable es que nunca hagamos público nuestro caso, sobre todo por vergüenza.
No me extraña entonces, que un país como México en el que el abuso sexual infantil es normal y cosa de todos los días, en el que la ley y la justicia se aplican en casos excepcionales, haya muchas voces que se oponen a que la verdad salga a la luz y que sea la sociedad la que juzgue a falta de instituciones.
Pero la realidad ya cambió. La fuerza bruta del hombre ha sido ya sustituida por la fuerza intelectual de la mujer. Las variables de #MeToo en México están cimbrando las antiguas estructuras y nuevas reglas se están escribiendo. La vergüenza ya no recaerá en la víctima, sino en el atacante.
Por todo eso, yo quiero un #MeTooRiberaDeChapala y lo quiero anónimo.
Punto y aparte
La magnífica iniciativa del promotor cultural de Ajijic, Betto Rock, el festival Sangre Viva, el cual fue apoyado por artistas ribereños, quienes incluso donamos obras de arte para solventar los gastos, tuvo un prietototote en el arroz. Resulta que alguien, algún vivaz, tomó ventaja del asunto para hacer su negocito. Al más puro estilo corporativista tianguero llenó de toldos la plaza y, según me dicen, hasta cobró a los expositores que ahí estuvieron. No sé si fue en sociedad con el delegado, o si se trató de un pago por favores políticos. El caso es que se debe investigar, deslindar responsabilidades, hacerse público y evitar que vuelva a suceder.
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