Ruido en Ajijic
Por: Santiago Baeza.
Este es un pueblo plural, tolerante y diverso. Aquí convergemos por igual las familias originarias; mexicanos “fuereños” que hemos elegido esta zona para trabajar, vivir y dejar descendencia; así como extranjeros de muy diversas culturas y nacionalidades. Mujeres y hombres; ancianos, jóvenes y niños; indígenas y caucásicos. Todos formamos parte de una misma comunidad y todos merecemos respeto a nuestra persona, nuestros gustos, nuestras prácticas, nuestro consumo cultural y nuestros espacios de convivencia.
Sin embargo, de un tiempo para acá el fantasma de la intolerancia merodea por el pueblo, alimentado por el desprecio de unos cuantos extranjeros hacia aquellos lugares que no les pertenecen, ya que se creen con el derecho de imponerse, supongo, amparados en la cotización de los muchos o pocos dólares que aportan a la economía del pueblo.
La Mezcalería de Ajijic se ha convertido en un verdadero referente de esta zona. Es de los poquísimos negocios que han logrado el éxito sin la necesidad de depender del extranjero retirado. Y aunque en ese lugar todos son bienvenidos, la realidad es que en su gran mayoría, sus comensales y parroquianos son jóvenes mexicanos, radicados en la ribera o turistas, principalmente originarios de Guadalajara.
Más que un negocio, La Mezcalería es un espacio de convergencia, un centro cultural, un oasis generacional, un segundo hogar. Quienes ahí recurrimos regularmente, hemos encontrado una amistad colectiva entrañable. Me consta, de esas míticas e interminables noches han surgido alianzas, así como proyectos sociales y culturales que han beneficiado directamente a la comunidad en general.
Y sí, los jóvenes hacen ruido. Claro que hacen ruido. Un joven callado y quieto aburre, no aporta en nada. Es la energía y la inquietud la que mueve a estos chicos, no solo a bailar, sino también a criticar, proponer y actuar. Por eso también requieren de sus propios espacios y todos estamos obligados, no sólo a respetarlos, sino también a defenderlos, si es que queremos ser incluyentes, pues es la única forma de integrarlos a nuestra gran comunidad.
Pero también los ancianos hacen ruido y no siempre de la mejor manera. Independientemente de que ellos también tienen sus propios espacios en los que bailan, escandalizan y beben hasta el vómito (curiosamente de esos bares y antros nunca hay queja alguna), también meten ruido en la armonía comunitaria.
Primero intentaron, durante la pasada administración, meter presión a la autoridad para cerrar La Mezca por la vía institucional, pero debido a que el propietario y su muy profesional equipo de trabajo cumplieron cabalmente con la normativa, no tuvieron éxito, a pesar de las insistentes visitas de inspectores.
Ahora el chantaje va dirigido a los propietarios del local. Han ofrecido rentar el lugar a un precio de renta más alto, e incluso ahora juntan firmas para exigir el cierre definitivo del sitio. Tremendo error. En lugar de estar pensando en nuevos proyectos para nuestra comunidad, los miembros de la muy numerosa familia mezcalera estamos dirigiendo nuestra atención y energía a defender lo que nos pertenece.
Obvio no buscamos una confrontación, pero sí estamos dispuestos a hacernos visibles y a mostrar nuestro músculo, pues aunque no seamos ni ancianos ni extranjeros, sí somos ciudadanos y tenemos el poder de hacernos escuchar. Además tenemos una gran ventaja: los jóvenes de Ajijic y sus alrededores están con nosotros.
Ante la cerrazón y la intransigencia de unos cuantos, nuestra lucha será a través del diálogo, la prudencia y el respeto, no sólo a la contra parte, sino también a las reglas y normas de convivencia. El ejemplo ya lo puso Coco, el dueño de La Mezcalería, pues ha sido muy estricto al respetar y hacer respetar las normatividades municipales para este tipo de giros comerciales.
En Ajijic merecemos vivir en armonía. Para lograrlo, debemos partir del reconocimiento a quienes piensan y son diferentes. Todos cabemos en este pueblo, sólo es cuestión de entendernos.
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