Radiografía de una partidocracia que se muere
Por Andrés Palmeros B.
Todos los gobiernos en el mundo necesitan de un partido para ejercer el poder y para conseguir la autoridad; de preferencia que aglutine mucha gente -porque eso significa votos-, que sus dirigentes tengan cierta capacidad de liderazgo y que, al menos unos cuantos, tengan perfil de estrategas. De fondo, se espera que todos compartan una cierta ideología común, aunque eso no es esencial.
Como dije, todos los gobiernos requieren de un partido para acceder a la autoridad, bueno, salvo los gobiernos monárquicos que todavía los hay. Los dictadores incluso, al menos como fachada, necesitan un partido. Los nombres de estos conjuntos no necesariamente expresan su ideología en la práctica, pero deben ser bien pensados ya que, el nombre, tiene que despertar en la sociedad el sentimiento de afiliación motivándola a la acción y despertándole el sentido de pertenencia a algo grande -aunque sea falso-.
Hay partidos que crecen grandes y robustos porque han aprendido a utilizar a los más pequeños alimentándose de ellos, pero manteniéndolos vivos con migajas.
En un ambiente así, nació la partidocracia, una enfermedad terrible y espantosa que destruye los principios más nobles de la verdadera política. Partidocracia: el poder de los partidos, pero no de la sociedad, no de la política verdadera.
México no es la excepción y hemos visto muchos partidos nacer, crecer y…después morir (aunque algunos son longevos y otros tienen la capacidad para refundarse). Otros han nacido enfermos y tan anémicos que lo primero que pierden son los ánimos de continuar en la vida.
Pero México también posee partidos fuertes, que se alimentan de otros, que los devoran y parece que México es el único país donde se genera la partidofagia.
Sin embargo, en los últimos años estamos presenciando un fenómeno nuevo y raro que, en muchos partidos un miedo insoportable. Por una parte, los partidos todos han sido infectados por un virus de alto contenido patógeno, más difícil de erradicar que el virus del ébola y mucho más peligroso en sus consecuencias: es el de la corrupción, que ya se hizo endémico. Eso, por una parte, ya es suficiente para provocar miedo, pero además ocasiona que la sociedad se aleje de ellos, que los ponga en cuarentena para evitar el contagio.
En nuestro entorno ribereño también hemos padecido los males de esta epidemia; tenemos varios ejemplos de cómo los partidos han ejercido su poder manipulando a la ciudadanía para que olviden sus latrocinios, ¿que tendrá el poder, que a los partidos políticos les gusta tanto?
La sociedad, después de tantas décadas de vivir con el contagio, parece que se empieza a hacer inmune, ya no se acerca mucho a los partidos enfermos (que son todos) por miedo a la contaminación, al contagio; todavía faltan muchos por vacunarse, pero ojalá crezca el número y se convierta en multitud.
Sin embargo, en medio de tanta confusión y oscuridad, se filtra un rayo de luz. Cada vez es mayor la cantidad de sectores de la población que observa con considerable claridad lo malévolo de la partidocracia. Se perfila un cambio de actitud en la sociedad que se hace más analítica, ya no compromete o vende su voto, lo razona.
Esperamos entonces, con ansias, que la partidocracia desaparezca y la sociedad se fortalezca y viva con principios de honestidad y justicia, que son el único antídoto conocido.
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