Por Andres Palmeros B.
Septiembre es el mes de la patria, mes del recuerdo de la Gesta de Independencia y el “Grito de Dolores”, de los concursos de belleza, de los uniformes escolares de gala –en especial para los alumnos que forman parte de las escoltas en los diferentes planteles escolares–. Septiembre, mes de los festejos, los gritos, los mariachis y… ¿por qué no decirlo? ¡Mes del tequila, la bebida mexicana por excelencia!
Septiembre, también, es el mes de los recolectores de botellas de vidrio que venden en abundancia para el reciclaje, ya que, en las plazas, donde se escuchan las réplicas del “Grito de Dolores”, encontramos numerosos grupos de jóvenes –y serios hombres maduros también– que, alentados por un patriotismo efímero, consumen tequila y gritan “vivas” a la patria. Así es nuestro México durante el mes de septiembre. Ya después de la tormentosa exaltación patriótica, vendrá la calma del mes de octubre.
Pero olvidamos algo importante, septiembre es el inicio de clases en todos los niveles académicos y activa participación de los alumnos en los desfiles. Agosto marca las fechas de inicio, pero, en realidad es un mes dedicado a los profesores: cursos de capacitación, preparación de programas escolares, atención a los rezagos y fallas en las listas de inscripción de los alumnos, así como reclamos de los alumnos que, en nivel superior, no fueron admitidos. Aunque el aprendizaje, prácticamente, inicia en septiembre.
En este entramado de sucesión de hechos para la historia, los personajes son la patria y el pueblo.
En esta extraña simbiosis de patriotismo y educación, nos olvidamos de los verdaderos protagonistas, es decir, los padres de familia y sus hijos los estudiantes. Septiembre es el mes de angustia de un gran sector de la ciudadanía de cualquier población de nuestra patria. Es el mes de los gastos: compra de uniformes, algunos de gala como dije, pago de inscripciones, aportaciones “voluntarias” –ya que la educación en México es gratuita-, dinero para el “lonche” (la torta o el taco en otras regiones), dinero para el transporte en muchos casos. En fin, parece que septiembre, también, es el mes de las angustias económicas.
En las escuelas se trabaja mucho para organizar la enseñanza. Los padres de familia se preocupan y gastan mucho dinero y esfuerzo apoyando la educación de sus hijos.
Sin embargo, en todo esto, me parece que en el ambiente hay una cuestión que pasa inadvertida, casi olvidada, algo que debería ser atendido juntamente, una pregunta para los padres de familia ¿y el aprendizaje de los alumnos?
Porque el proceso escolar se conforma por la interacción de dos conceptos fundamentales: ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE.
A los profesores corresponde atender la enseñanza y a los padres cuidar el aprendizaje. Los protagonistas, una vez más, deben poner toda atención en ello. Si los profesores enseñan a conciencia y si, ambos, profesores y padres, cuidan que los alumnos aprendan, entonces surgirán ciudadanos auténticos con actitudes cívicas de respeto en todo sentido, cuando los padres insistan que sus hijos alcancen un buen aprendizaje también en valores, surgirán personalidades con actitudes de servicio y honestidad que, en los festejos patrios gritarán “vivas” a un país –México– cada vez más desarrollado.
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