Más que ganar, la familia Olmedo Navarro buscaba fortalecer y promover las tradiciones del pueblo
Miguel Cerna.- Su gusto por la cultura mexicana, el espíritu participativo y un profundo amor por las tradiciones de la población, convirtió a la familia Olmedo Navarro en una dinastía local; tres de sus mujeres han sido coronadas como Señorita Jocotepec.
El antecedente de la “familia real” lo sentó María Elena Navarro Corona en 1953, hermana de Ana María y tía de Judith y Aida, por lo que consideraron que el agrado por involucrarse en actividades colectivas fue una herencia de sangre.
Once años después, Ana María Navarro Corona, la ahora madre de la familia Olmedo Navarro repitió la hazaña al convertirse en reina en 1964, a los 18 años. El apoyo de sus compañeros que estudiaban con ella en Guadalajara y, en general, el apoyo de la juventud, es lo que más rememora de su participación.
“Estuvo muy bonita la fiesta cuando ganamos, me dieron unos ramototes de flores; llegaron a mi casa, mi mamá tenía unos garrafones de ponche y todos los muchachos y la música; se me hizo bonito porque todos éramos muy jóvenes”, recordó la mujer de 73 años.
Además de la corona, esa experiencia le permitió conocer a su esposo Pedro Olmedo, con quien lleva 50 años casada y procreó sus seis hijos: dos hombres y cuatro mujeres.
Con tan solo 15 años, la hija mayor Judith Olmedo Navarro, también logró proclamarse reina en 1983. Siendo la experiencia y el apoyo de su madre lo que la empujó a participar en el concurso, incluso lució el vestido de china poblana que tenía el águila bordada, mismo con el que se coronó su madre para el Baile del Rebozo.
Pedro Olmedo explicó que, anteriormente, las Fiestas Patrias eran totalmente del pueblo, pues no dependían del dinero que el Ayuntamiento decidiera darles, sino que se conformaba un patronato que era el encargado de administrar la festividad, por lo que las candidatas era el principal mecanismo para generar ingresos.
Antaño, la elección de la ganadora no era por certamen, sino por cuenteo económico, por lo que las participantes estaban obligadas a reunir la mayor cantidad de dinero para poder ganar, respaldadas por un comité, que era quien elegía a las dos jovencitas que competirían.
“Trabajar, trabajar, trabajar, desde que nos levantábamos, vendiendo cosas, haciendo eventos, haciendo rifas, en la polla vendiendo rifas de botellas, hacíamos muchas tardeadas”, recordó Judith, quien actualmente tiene 51 años.
Cuando compitió Aida Araceli, en 1987, se terminó el concurso de esta manera tradicional y se implementó el sistema de certamen, en el que un jurado calificador elige a la ganadora mediante su desempeño.
La joven que tenía 18 años logró imponerse al “desafío personal” y continuó con la tradicional victoria y no solo eso, pues un año después también se coronó como Reina de la Ribera.
Más que el hecho de ganar, la familia se dijo motivada a participar por su interés de fortalecer las tradiciones, ya que el matrimonio Olmedo Navarro educó a sus hijos con un profundo amor por lo mexicano; gusto que ya se extendió a sus 20 nietos y, seguramente, llegará a sus tres bisnietos.
“Si es un orgullo, no es cualquier cosa, todos tenemos mucho gusto por lo mexicano; sí tenemos un amor especial por México, eso siempre nos lo han inculcado, el gusto por participar en realidad si es por ellos”, apuntó Judith.
“Siempre nos ha inculcado mucho de lo que son las tradiciones, pues nada más ve la casa, bien mexicano todo. Los dos siempre participaban en todo lo que pudiera para apoyar al pueblo y fomentar nuestra cultura”, concluyó Aida de 50 años.
Pese a que la forma de celebrar las Fiestas Patrias se ha ido transformando con el tiempo, Ana María señala que todavía le parecen bonitas, aunque consideró que la gente ya no participa como antes, además de que no valoran las festividades que son del pueblo y para el pueblo.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala