San Juan Cosalá, Ajijic, San Antonio Tlayacapan y la cabecera municipal de Jocotepec, fueron algunos de los pueblos que todas las semanas recorría “el camotero”, con su tina en cabeza
Miguel Cerna. – Las calles de Jocotepec y demás pueblos de la ribera, no volverán a escuchar el grito “camote, calabazaaa”, de Inocencio Hernández Alonso -conocido como don Lupe “el camotero”-, debido a que el pasado 23 de septiembre, perdió la batalla contra el cáncer, a los 89 años.
Don Lupe inició su andar en el oficio en la década de los años 50, luego de aprender a preparar la calabaza y el camote enmielados en Guadalajara; a partir de ahí, caminó las calles de la cabecera municipal, San Juan Cosalá, Ajijic y San Antonio Tlayacapan hasta el 2013, cuando la pérdida de la visión lo frenó.
Un hombre activo, humilde y simpático, es como sus hijos Miguel, Martha y Ana María -tres de los ocho hijos que procreó con María Guadalupe Mendoza Saucedo-, recordaron a su padre, quien los hizo parte del oficio que le permitió sostener a su familia.
“Decía mi papá: yo no soy don Lupe, hay gente que a lo mejor piensa que me siento mal de que me digan camotero, pero a mí me encanta que me digan que soy el camotero, yo me siento contento”, recordó su hija Martha.
Por más de cinco décadas, en el patio de su casa -ubicada en la calle González Ortega sur #76-, humearon los ocho casos de camote y calabaza que preparaban todos los días; faena que les requería atizar la leña -animar el fuego- hasta la una de la madrugada, para que estuvieran listos a las cinco de la mañana y comenzar la venta: Doña María, en el mercado y don Lupe, por las calles.
En la memoria de los jocotepenses quedará la imagen de ese hombre moreno de baja estatura, que siempre bien vestido con su pantalón negro y camisa azul, generalmente, trasportaba en su cabeza una tina humeante que propagaba un dulce aroma a su apresurado paso. Su sombrero relleno de periódico para amortiguar el peso, su mandil de medio cuerpo, una cabrilla rústica de madera y su amabilidad, fueron sus herramientas de trabajo.
Don Lupe tenía una voluntad inquebrantable, pues tronara, lloviera o relampagueara, él salí a ofrecer sus productos. Lo mismo en las fiestas de enero, en donde daba hasta tres vueltas en una noche para vender los dulces que también trabajaba, como el cubierto, el jamoncillo, las cocadas de leche y el plátano.
Inocencio Hernández Alonso, recibió el nombre de Lupe en la pila bautismal, debido que nació un 28 de diciembre de 1930 -año Guadalupano-. Fue un hombre recio, alegre, generoso, bromista y bailador que, además de trabajar la mayor parte del día, disfrutaba de la lectura y la política, siendo fundador del Partido del Trabajo (PT) en Jocotepec y seguidor “de hueso colorado” de Andrés Manuel López Obrador.
“Le encantaba leer sus remedios en una enciclopedia que tenía de medicina de hierbas, diario lo veías aquí en este lugar sentado leyendo (en el patio de su casa), los ratos en los que tenía chanza eso es lo que hacía”, contó su hija Ana María.
Luego de luchar por siete meses contra el cáncer, don Lupe perdió la batalla, pero se fue feliz. Tranquilos y agradecidos con las muestras de cariño recibidas de gran parte de la población y de pueblos vecinos, es como se dijo la familia Hernández Mendoza, a quien su padre les encargó que su oficio no se terminara, por lo que será su hija Martha quien continúe con la tradición, apoyada a su vez por su nieto José Francisco Pantoja.
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