De asear casi 40 pares de calzado por día antes de la pandemia, ahora llegar a los 10 es tener un muy buen día
Ramiro Durán Cuevas es originario de la cabecera municipal y bolero por vocación.
Miguel Cerna.- Desde hace 25 años, Ramiro Durán Cuevas hizo del boleo de zapatos su sustento diario; ahora, en los tiempos de la pandemia del coronavirus, sus ventas han bajado hasta en un 80 por ciento.
Ramiro es uno de los seis aseadores de calzado que trabajan todos los días en la plaza principal de la cabecera municipal de Jocotepec -de ocho de la mañana a tres de la tarde-; al igual que sus compañeros, se resiste a dejar de trabajar, ya que aunque sea poquito, es bien agradecido.
Antes de la contingencia, este hombre de 50 años -que ha dedicado la mitad de su vida a trabajar de lleno como bolero-, en un día bueno, llegaba a limpiar entre 35 y cuarenta días; ahora, llegar a los 10 ya es rentable.
Con el cierre de las plazas públicas, hace poco más de un mes, también vino la parálisis de su oficio, pues no se les permitió seguir trabajando; por tal motivo, Ramiro Durán tuvo que ofrecer sus servicios de boleo y pegado de suelas por la calle.
“No se puede uno quedar en su casa, de por sí la economía está de la fregada y ahorita más con esa cosa -la coronavirus., menos se puede quedar uno en su casa. Yo no he dejado de trabajar, poquito, más que nada por las calles porque aquí hubo un tiempo en el que no me dejaron trabajar, hasta hace unos 15 días nos permitieron volver”, contó bajo la sombra del olivo negro situado en una esquina de la plaza, lugar al que fueron reubicados para dejar libre el cuadro principal.
Aunque Durán Cuevas decidió a los 25 años dedicarse en su totalidad al boleo, aprendió desde los 10, cuando su abuelo paterno lo instruyó en las técnicas del lustrado de zapatos. En aquel entonces, cuando corrían la décadas de los 80, por este servicio se cobraba 50 centavos.
Con media vida en la plaza principal, este bolero ha sido testigo de las transformaciones sociales que ha vivido la población, pasando de ser un pueblito pacífico a un lugar donde, como sucede en la mayor parte del país, es mejor no confiar en todos.
“Anteriormente se vivía más cómodamente, más pacífico, tenías menos peligro; hoy en día es muy difícil porque no conoces a la gente, anteriormente toda la gente era humilde y hoy ya te debes de cuidar de todos”, rememoró.
Aunque hay poco trabajo por el momento, la atención de los pocos clientes que le llegan, un poco de música y el “cotorreo” con sus amigos -con quienes comparte el fervor de estar en la plaza- le acompañan en sus jornadas laborales; así ha sido desde hace 25 años.
“Yo no me aburro, porque a pesar de que hay poco jale ahorita, aparte de todo tengo a mi amigos y aquí nos cotorreamos”, concluyó mientras sus diestras manos entintaban de café los zapatos de un cliente recién llegado.
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