Uno de sus logros fue conseguir el terreno en el que actualmente se encuentra la escuela de El Chante, luego de que esta se cayera
La maestra disfruta de su tiempo libre paseando y leyendo.
Miguel Cerna.- Un verdadero amor por la enseñanza mantuvo a la docente por 56 años en las aulas de diferentes escuelas de Jocotepec; aunque le costó separarse de los niños, ahora disfruta de su merecido descanso.
La maestra María Salazar Chávez, de 84 años, pasó su vida enseñando a niños de primaria. Inició a los 17 años de edad y se retiró a los 72; aunque nunca se cansó y en ocasiones todavía extraña la docencia, dijo sentirse profundamente satisfecha por la labor que desempeñó.
“Nunca me cansé, nunca me cansé. Me retiré teniendo 72 años, me especialicé en primer año, porque lo llevé como 48 años. Así es que: niño que llegaba conmigo, niño que leía; con tantos años, ya tenía mucha experiencia”, comentó desde la sala de su casa, lugar donde disfruta leer.
Salazar Chávez nació el 05 de junio de 1935, hija de José Isabel Salazar y Refugio Chávez. Sus sueños de la infancia -de cuando jugaba a la escuelita- se hicieron realidad, pues en 1952 inició a dar clases en San Martín de Hidalgo, luego regresó a Jocotepec por seis años en la escuela “Paulino Navarro”.
Posteriormente, la maestra “Mary” -como cariñosamente es conocida- se desempeñó como encargada de la dirección en El Chante donde, aunque pasó dificultades, logró gestionar el terreno donde se encuentra la actual institución, que fue regalado por el ciudadano Pedro Solís.
“En El Chante trabajé debajo de un guamúchil como dos años; cada niño llevaba su sillita porque se nos cayó la escuela y ahí yo conseguí el terreno para la escuela en la que está ahorita, a mí se me regaló ese terreno”, rememoró.
Luego, María Salazar regresó a las aulas en la cabecera municipal, durando 21 años frente a grupo en la primaria “José Santana” y, aunque en 1986 se jubiló del sector educativo, continuó por 22 años más enseñando en el ámbito particular, en el Colegio “Jocotepec”.
Con una mezcla de miel y amargura, es como describió su carácter en la enseñanza, pues aunque gozaba de “chiquear” a los niños, también les exigía resultados, especialmente cuando se trataba de escribir y hablar correctamente.
“Era una maestra agridulce, mucha miel empalaga y pura amargura también no, así es que la combinaba. Yo digo que era agridulce, los acariciaba mucho, pero era una maestra muy dura, porque si yo me ponía a jugar y bromear con los niños, no aprendían”, manifestó.
Su voz fuerte y determinante -que utiliza a ratos, inconscientemente-, contrasta con su semblante amable y cálido. Aunque está por cumplir 85 años, sigue siendo una mujer activa que disfruta de arreglarse elegantemente, visitar a sus amigas, salir a misa y a pasear a la plaza para disfrutar de una nieve.
Con sinceridad, la maestra sostuvo que nunca se fatigó por dar clases, pues además de que le gustaba mucho su trabajo, sacar adelante sola a sus hijos Mercedes, José de Jesús y Martha Alicia, fueron el motor que la impulsó durante sus 56 años de servicio; oficialmente, se retiró de la enseñanza en el año 2008. Ahora, tiene el tiempo suficiente para disfrutar a sus nueve nietos y seis bisnietos.
Además de una “pensión medianita” que le alcanza para vivir perfectamente, la maestra María Salazar Chávez goza del reconociendo y la estima que le confiere la comunidad, especialmente quienes fueron sus alumnos. Para ella, la base de la felicidad se encuentra en el amor, sentimiento que ha tratado de fomentar a los largo de su vida.
“Yo pienso que el cimiento es el amor. El amor a tu familia, a las personas que te rodean, la gente que tiene amor para dar es feliz, porque si tienes amor, recibes amor. Y si tienes amor, tienes alegría, no estás enojado, para mí eso es, el amor es la base para ser feliz”, concluyó.
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