Treinta años construyendo democracia, un camino que no se puede desandar
Licenciado Adolfo Morán Rito.
Las elecciones de 1988 marcaron un antes y un después en la vida política de México, fueron los últimos comicios que se realizaron con las formas y estilos que por décadas había impuesto el régimen de partido hegemónico. Ante la efervescencia política que dejaron aquellos comicios, las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión, aprobaron reformas de gran calado en materia electoral.
Con la reforma constitucional de 1990, tuvo lugar la creación de una institución autónoma, responsable de organizar las elecciones, tal como quedó plasmado en el artículo 41 de la propia Carta Magna, el Instituto Federal Electoral (IFE), también se creó la ley secundaria del citado precepto, el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE). Con esta institución autónoma del Estado Mexicano y con un nuevo marco jurídico, se inició una etapa nueva y distinta en la forma de organizar las elecciones en México, ya que anteriormente era el partido en el gobierno “El Partido”, quien organizaba las elecciones.
La novedosa forma de organizar los comicios en nuestro país se estrenó con el Proceso Electoral Federal de 1991 ( jornada electoral del 18 de agosto de 1991), fue una elección intermedia. Para quienes ahí estuvimos como parte de la estructura del Instituto Federal Electoral, nos resulta imposible olvidar cómo fue aquel inicio, todo era comienzo, todo era un reto. No se contaba ni con lo más elemental, para la instalación de las subdelegaciones (Juntas Distritales), no se contaba con mobiliario ni con inmuebles adecuados, mucho menos con la tecnología con que ahora se dispone. Así se organizó aquella primera elección a cargo de un organismo autónomo.
Después vinieron los comicios de 1994, marcados por dos magnicidios que sacudieron al país, sin embargo, las elecciones se llevaron a cabo. En el año 2000, llegó la alternancia, con el arribo de Vicente Fox a la Presidencia de la República (2000-2006) postulado por el Partido Acción Nacional, entendido por algunos que en su momento le llamaron “la transición democrática” cuando tan sólo se trataba de un cambio de etiqueta partidista. Para 2006 el partido Acción Nacional mantuvo la estancia del “inquilino” de la residencia oficial de Los Pinos, en esta ocasión en la persona de Felipe Calderón, por cierto, una elección bastante cuestionada pues la diferencia entre el candidato ganador y el segundo lugar (Andrés Manuel López Obrador) fue menos de 1 por cierto, de ahí el reclamo que por doquier se escuchaba “voto por voto, casilla por casilla”. No se realizó recuento total, no estaba previsto en la Ley como lo estipula ahora y Felipe Calderón fue declarado Presidente electo para el periodo 2006-2012.
En 2012, el Partido Revolucionario Institucional regresa a la Presidencia de la República, se dijo que era un partido renovado- no entendí eso- y Enrique Peña Nieto es electo Presidente de Los Estados Unidos Mexicanos para el periodo 2012-2018. El sexenio transcurrió y “El Partido” no pudo retener el poder. Con la “Esperanza de México”, millones de mexicanas y mexicanos se volcaron para apoyar al candidato postulado por el Partido Político Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), haciendo realidad el tan anhelado sueño de Andrés Manuel López Obrador de convertirse en Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Lo acontecido en tres décadas resulta imposible describir en unas cuantas líneas, pero a lo largo de este tiempo el organismo autónomo responsable de organizar las elecciones en México, denominado en su creación Instituto Federal Electoral y con la reforma de 2014 Instituto Nacional Electoral ha jugado un papel fundamental en la vida democrática de México. Siempre cuestionado, claro, como todo árbitro a veces por dolo y a veces por ignorancia pero lo que sí puedo afirmar, es que quien conoce bien cómo se realiza el trabajo para la organización de los comicios en nuestro país, critica pero no difama, hace uso de la ley y de los tribunales para reclamar sus legítimos derechos mas no descalifica a priori. Falta mucho por hacer para alcanzar una mejor democracia pero lo que se ha logrado en este tramo de la historia de México es un camino que no se puede desandar, “ni siquiera” por el Presidente.
La columna es responsabilidad de quien la escribe y no refleja el pensar o sentir de Semanario Laguna.
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