El bajío, campo de una batalla silenciosa contra la basura
La singular librería en donde pueden suceder encuentros inesperados con Hemingway, Garcia Marquez y más.
Por María del Refugio Reynozo Medina.- Mientras usted está consumiendo en estos momentos un buen vino o unos champiñones enlatados y bota los envases, hay un puñado de brazos que cada sábado regalan cinco horas de su tiempo para separar los residuos inorgánicos, el cartón, vidrio, plástico y metal.
Thomas Thompson es el iniciador de la revolución silenciosa de separar los desechos de la basura en Ajijic. Es originario de Iowa, tiene 74 años y 35 de ellos los ha vivido en este país.
El proyecto comenzó en 2018, cuando en una asamblea el Gobierno Municipal de Chapala, convocó a conformar un comité para trabajar el tema de la separación de basura. Thomas levantó la mano y tomó el liderazgo del proyecto. El Ayuntamiento ofreció El bajío, un predio por la carretera Ajijic- Jocotepec para el almacenamiento y clasificación de los residuos.
En un inicio hubo participación del Ayuntamiento en la recolección, aunque Tom recuerda que en una ocasión depositaron toda la basura junta “era una tristeza”. En marzo de 2019, se vieron en la difícil necesidad de desocupar el espacio porque el ejército iba a tomar posesión por un tiempo, esto los obligó a realizar una tarea emergente de la separación para rescatar el mayor material reciclado posible, aunque finalmente consiguieron otro lugar para el ejército y El bajío pudo seguir funcionando.
Con donativos de los ciudadanos, se instalaron en la zona centro de Ajijic, contenedores azules de herrería con carteles informativos respecto a la correcta separación de los desechos.
Thomas lanzó una convocatoria para comprar una compactadora, aunque hasta hoy el equipo no ha podido instalarse; el predio no tiene acceso a la energía eléctrica, no hay agua potable y no ha podido realizarse un contrato con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) debido a que no hay un domicilio oficial. Ahora ya no hay apoyo del Gobierno Municipal en la recolección de los residuos. El proyecto continúa, hay un grupo de extranjeros que pagan trescientos pesos al mes por recoger los desechos, Thomas utiliza su propia camioneta para algunos traslados, ha logrado convocar a bastantes voluntarios. Una persona le ofreció un donativo de cinco mil pesos, otra donó unas puertas para ser vendidas en el Bazar Barbara’s y obtener más apoyo. Para Thomas el tema del reciclaje es un tema urgente para el medio ambiente y no se puede esperar.
El COVID19, dice -es nuestra madre tierra reclamando tantos abusos.
Thomas ha logrado unir voluntades para no rendirse en estos tres años. El proyecto ha conseguido ser sustentable, con la venta de cartón, vidrio y plásticos se logra pagar a un empleado en el centro de acopio y cuando la situación lo hace posible, apoyar en proyectos de educación para los niños.
-Quiero dejar un mundo mejor para mis nietos.
Hoy Arturo Ortega y yo nos trasladamos a El Bajío, son cerca de las 11 de la mañana, en este lugar hay un solo empleado que recibe un sueldo, el resto son colaboradores. Aquí está Collen Kissinger, voluntaria. Es una enfermera retirada de Estados Unidos; aparece en medio de las montañas de cartón y camina por los pasillos formados por los estantes que ella misma ha organizado, para ordenar los libros útiles, que llegan entre los donativos de papel que se desecha. Esta “librería” no tiene un catálogo de existencias, es una ruleta de encuentros inesperados, aquí me encontré a Hemingway (Por quién doblan las campanas), un par de ejemplares de Gabriel García Márquez; hay textos en inglés y español principalmente. Revistas, cuentos infantiles, textos de consulta como diccionarios y enciclopedias completas. En este rincón se puede encontrar lo insospechado a cambio de un donativo para la causa.
Collen tiene una amplia sonrisa en el rostro y unos ojos claros que se le iluminan, cuando habla de la gran labor de rescatar y reciclar los residuos, tan sólo para que la basura no esté en las calles y sea utilizada en protección del ambiente.
-Me quiero quedar en México hasta la eternidad, México es el país de mi corazón- dice.
-Yo quiero que los corazones de las personas muevan sus acciones.
Además de Collen hay tres colaboradores más esta mañana, una de ellas está en medio de una montaña de plásticos, corta con un cutter las etiquetas y ordena los recipientes.
También viene un grupo de cuatro adolescentes del Centro Mamá Cleo. Al fondo, en un espacio al aire libre, los jovencitos organizan las botellas de vidrio en los contenedores de concreto que se pintan de verde y sepia de los cristales.
Benjamín, es el empleado que asiste todos los días al lugar y recibe los desechos que llegan.
-La mayoría de la gente que trae desechos son extranjeros. Dice.
Ha vivido muchas experiencias. En una ocasión tuvieron que rescatar latas y materiales útiles de la putrefacción y los gusanos, porque mucha gente hace mal uso de los contenedores.
A decir de los voluntarios, la ganancia de este proyecto no es monetaria, hay ocasiones que apenas alcanza para sustentarse, el traslado al centro de acopio, el envió de los materiales a las recicladoras en Guadalajara, implica gastos de gasolina, choferes, salario. La mayor ganancia es la basura que ahorran a los vertederos y el aprovechamiento de los recursos al reutilizarlos y hacer un mundo más sustentable.
-Este si es movimiento ciudadano- Dice Thomas Thompson, quien ha logrado mover muchas voluntades para este proyecto que ha resistido al amparo del amor de los voluntarios y cuya retribución es la certeza de que con ello se salva un trozo del mundo.
Ajijic, Jalisco. 23 de Septiembre de 2021.
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