La Pasión de Cristo, Jocotepec 2022
El personaje de Poncio Pilato, lo acompañan su mujer y las mujeres de su palacio.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina
Son poco más de 50 actores en escena; entre niñas, niños y hombres y mujeres adultos. Desde febrero pasado comenzaron a preparar la representación de la Pasión de Cristo en la cabecera municipal de Jocotepec.
A pocos minutos de comenzar el Viacrucis, los participantes cuidan los últimos detalles congregados en la casa pastoral de la parroquia del Señor del Monte. Se acomodan el peinado, las túnicas y los dirigentes dan instrucciones.
Pedro Gómez Monreal es uno de los organizadores; también Benjamín Ramos Bautista. Las últimas tres semanas fueron de arduos ensayos.
Lucia Mendoza es maestra de primaria, representa a la mujer de Poncio Pilato; está ataviada con un vestido color perla de mangas satinadas y una diadema dorada. Para la maestra Luci es extraordinario poder transmitir a un Dios vivo a través de los personajes que representan ella y sus compañeros.
También está su papá, don Pedro Mendoza, el obrajero que hace sarapes de lana y que representó ayer al apóstol Pedro. Hoy aparece junto con hombres y mujeres del pueblo.
-Ayer lloré – dice afligido.
“No se siente nada bien negar a mi Dios, y menos tres veces”.
Ángel Gael Ramos también representa a un muchacho del agitado pueblo que exige la Crucifixión de Jesús. Desde muy pequeño ha acompañado a sus padres y ahora lo hace desde el personaje que se le asigna.
El Jesucristo de esta edición 2022 es representado por Cristian José López López.
Los feligreses ya están en el atrio a la espera. Los tres escenarios de las primeras estaciones del Viacrucis están listos. En el primero, aparece Poncio Pilato, interpretado por Pedro Gómez y su mujer en medio de cortinas púrpuras. En otro tablado está Herodes rodeado de su servidumbre. Jesús va de un escenario a otro entre empujones y latigazos de los soldados en medio de los gritos del pueblo.
En otro cuadro, aparece un enorme tronco al que es atado el Nazareno. Ahí recibe azotes ante la mirada de los actores que representan a la enfurecida turba y los feligreses que viven el Viacrucis.
Una niña de unos diez años vestida con una túnica café, observa con ojos angustiados; sufre la escena y pellizca ansiosa un bastón de madera que carga en las manos.
Entre risotadas de burla y empujones entregan en los hombros la enorme cruz de madera al personaje de Jesucristo. Los fieles continúan el rezo del Viacrucis por las principales calles de Jocotepec.
La noche ha caído, desde la bóveda celeste nos observa una luna redonda y brillante. Al lado de la solemnidad de los rezos, aparece una mujer con un triciclo de carga vendiendo elotes, guasanas, cacahuates y tostilocos. Acompañada de una muchacha observa el paso del Viacrucis y continúa su camino. La cenaduría está abierta, “Hoy tamales y atole”, dice un pequeño rótulo. Una mujer que cena hace una pausa al paso de la procesión. La florería también está abierta y algunas personas miran desde adentro el Viacrucis.
A la llegada al templo, están levantadas las cruces de los ladrones Dimas y Gestas y preparan la de Jesucristo. La gente se arremolina en torno a la escena final, el atrio permanece en la oscuridad; los rostros inquietantes de algunos de los asistentes se iluminan con las lámparas del exterior.
Unos soldados colocan sin sus vestiduras a Jesús sobre la cruz, sujetándolo de manos y pies para luego levantarlo en lo alto, apoyados de unas gruesas cuerdas.
En medio del ambiente fúnebre, el estruendoso reguetón proveniente de un vehículo tipo Razer que pasa por afuera del templo irrumpe la ceremonia al mismo tiempo que los asistentes la ignoran.
La escena está completa, las siluetas de las tres cruces se divisan en medio de los follajes de los árboles iluminadas por un faro de luz blanca que enfoca los rostros de los personajes.
Con el cuerpo ensangrentado, el crucificado pronuncia las últimas palabras ante la mirada angustiosa de los asistentes.
-¡Judas se ahorcó!- Grita una voz masculina.
Y la gente dirige sus miradas al escenario posterior donde la silueta de un hombre cuelga de una soga.
La agonía de Jesús vuelve a ser interrumpida por el Razer con el sonsonete que pasa por segunda vez luciendo una barra de colorida luz.
Los fieles se concentran en la figura desnuda y maltrecha del crucificado que a punto de expirar exclama:
-En tus manos encomiendo mi espíritu-
Inmediatamente, una voz inunda la escena.
-¡Está temblando!
Y todos se arrodillan.
Al pie de la cruz está el personaje de María acompañada de Juan y otra mujer.
El joven que interpreta a Juan en verdad llora amargamente. Toma del brazo a María con el rostro bañado en llanto, un rostro que realmente está viviendo el calvario y muerte del verdadero Hijo de Dios y enjuga una y otra vez sus lágrimas, porque para él sus acompañantes son en ese instante los personajes de las sagradas escrituras y el atrio de la parroquia, no es el atrio, sino el Gólgota mismo.
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