San Luis Soyatlán, el pueblo que custodia al Señor de la Salud
La peregrinación desde San Cristóbal Zapotitlán hasta San Luis, reúne a centenar y medio en un trayecto de hora y media de duración.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina
Algunos platican que estaba cubierto con petates, otros dicen que con una sábana morada y que incluso tenía el rostro lleno de hollín, debido a la exposición permanente al humo del fogón que se encontraba cerca. Estuvo oculto por quién sabe cuánto tiempo en una de las habitaciones de la casa, entre sillas de caballo y costales con granos y semillas.
Francisco Javier Díaz Barrera es bisnieto de Rafaela Contreras y Anastasio Ortiz, los antiguos dueños de la finca de San Luis Soyatlán, en donde estuvo oculto por tiempo indescifrable el Cristo que lleva por nombre Señor de la Salud. Francisco recuerda que, en los relatos familiares, decían que la imagen había estado en varios lugares; incluso alguna vez, la sacaron de una casa por el arroyo para esconderla en un lugar conocido como La Lomita, en unas cuevas. Su bisabuela Rafaela platicaba que lo habían traído de San Miguel Cuyutlán, aunque en la opinión de un restaurador que visitó una ocasión el pueblo, el Cristo es propio de la región de Michoacán. El 21 de mayo era la fecha que siempre mencionó la señora Rafaela como “su día”.
La Guardia de Honor del Señor de la Salud está integrada por más de una decena de hombres.
Fue un hombre desconocido, quien un día llegó buscando a un señor que lo había liberado de la prisión donde se encontraba injustamente. Su nombre se ha perdido en el olvido, pero la historia permanece en la memoria colectiva.
Doña María Elena Puga Cañada, vecina del barrio, fue testigo de la llegada de aquel hombre con aspecto de vagabundo. De ello, hace ya unos 40 años. Venía de rodillas en un recorrido que habría comenzado en el templo de San Luis y lo llevó a la calle Pino Suarez número 77. Con las rodillas ensangrentadas, llegó en busca de la persona que lo había liberado de la cárcel. Sólo se sabe que el preso era originario de Veracruz y en su celda, pedía siempre a Dios estar libre. Inexplicablemente un día se presentó ante él un hombre desconocido.
-Te voy a dar tu libertad por la mía-
-Una balsa te estará esperando- Le habría dicho aquel hombre que también le dijo estaba encerrado en la calle Pino Suarez de San Luis Soyatlán.
Asombrosamente, el preso pudo salir sin ser visto y abordar la balsa como había sido la promesa.
Cuando el hombre terminó de relatar su historia, los vecinos acudieron al domicilio en busca del señor desconocido que hizo tal milagro. Al ver el Cristo, el hombre confirmó que había sido él.
Un grupo de mujeres voluntarias ofrecen la tradicional birria de San Luis.
La gente se arremolinaba en torno a la imagen y pidieron al dueño de la finca lo rescatara del abandono. Y así fue, lo colocaron en medio de una pequeña habitación para hacerle un altar.
Durante mucho tiempo, un retablo con ese testimonio estuvo colgado cerca de la imagen.
“Estarán abiertas las siete celdas y los siete candados”, decía una frase.
El relato de los hechos se propagó por la región y en seguida, la devoción por el Crucificado comenzó a crecer. Cuentan que una ocasión una mujer descendiente de la familia Contreras Ortiz intentó recuperar el Cristo y llevárselo de ahí, pero era demasiado tarde, el pueblo entero no le permitiría jamás y desistió en su intento.
Los testimonios de sanación de enfermos empezaron a exponerse con las pequeñas figuras metálicas de milagros. Dicen que llegó a medir veinte metros el listón con todos los milagros.
La señora Trinidad Zúñiga conserva la fe desde el primer momento, fue en Estados Unidos hace 32 años cuando su hijo siendo un bebé de cuatro meses, fue diagnosticado con meningitis; luego de tres meses en el hospital, los médicos no le dieron esperanzas y le pidieron llevarlo a casa para esperar el final. Esa noche, Trinidad lloró hasta la madrugada en medio de la habitación, se dejó caer en el piso y suplicó con amargo llanto como nunca lo había hecho. En su pensamiento entregó a su hijo al Señor de la Salud y no supo en qué momento se quedó dormida hasta que una enfermera la despertó. Inmediatamente al día siguiente, el niño presentó una mejoría notable que no se explicaban los médicos.
A los quince días, estaban saliendo del hospital con el bebé completamente sano.
Desde entonces la señora Trinidad está presente en su fiesta y es una de las colaboradoras.
-El Señor de la Salud nos multiplica todo- dice.
Desde San Cristóbal hasta San Luis
Cada 21 de mayo no solamente los habitantes de San Luis Soyatlán celebran al Señor de la Salud; la imagen también convoca a los pobladores de San Cristóbal Zapotitlán que acuden caminando en peregrinación.
María Eugenia Solano Macías continúa con la tradición de sus padres, que cada año acudían y organizaban la procesión desde San Cristóbal Zapotitlán hacia el poblado de San Luis Soyatlán.
El camino que en vehículo se recorre en menos de diez minutos, se convierte en hora y media de pasos acompañados de rezos y cánticos. Pasadas las 6:00 de la mañana inicia el recorrido, son 150 peregrinos, entre ellos unos 30 niños. Hay mujeres y hombres con carriolas y algunas personas cargan bebés en brazos. Al frente del contingente va una mujer rezando; a la mitad, otra continúa las oraciones. Un automóvil con luces intermitentes va al frente de la procesión, que avanza por la carretera resguardada por una patrulla del Ayuntamiento de Jocotepec. Cerca de la entrada a San Luis se incorpora una ambulancia del municipio de Tuxcueca.
Durante el recorrido al amparo de linternas y el estallido de los cohetes en medio del oscuro cielo, se escucha un cántico:
…Salve Cruz bendita madero sagrado que cargó en sus hombros mi Jesús amado…
Cerca del destino final, se une al contingente un autobús con 50 pasajeros de San Juan Cosalá.
En la recta final, a la entrada del pueblo la banda de música de San Cristóbal ya espera a los peregrinos, una mujer reparte gladiolas rojas y forman filas para avanzar por la calle principal. El estandarte de la parroquia de San Cristóbal se eleva en lo alto cargado por una mujer. Encabeza la procesión la danza de San Luis Soyatlán que también sale a recibir a los peregrinos en un encuentro hermanado por la fe.
La calle Pino Suárez es un camino sembrado de hombres y mujeres que esperan a los peregrinos con tacos, café, agua fresca, pan dulce, birria y frijoles guisados.
En una de las mesas reparten tacos de carne adobada; solamente en ese puesto son dos puercos los que se sacrificaron para ofrecer los alimentos y unos 120 kilos de tortillas.
Cuando pregunto quién paga todo ello, aparecen algunos apellidos: Arana, Morales, Ávalos, Zúñiga, Cumplido y los habitantes del barrio. Las familias que viven en el extranjero y el pueblo que en un esfuerzo colectivo ofrecen el cálido recibimiento.
En una de las casas con fachada de adobe hay un rótulo: Baños gratis; en un poste otro cartel anuncia: Baños cinco pesos.
Las guirnaldas de flores de plástico blancas y amarillas conforman una bóveda luminosa que parece se nos cae encima. Unas cruces con la imagen del Señor de la Salud flanquean la calle, pegadas de los postes.
Luis Ramón Navarro Zepeda coordina toda la decoración. Con dos meses de anticipación reúne a hombres y mujeres voluntarios, que trabajan en las tardes hasta avanzada la noche.
Aquel cuartito donde comenzó el culto al Señor de la Salud está convertido ahora en una capilla capaz de albergar cerca de un centenar de personas. De color amarillo, con coro y campanario, la capilla esta hoy rebosante de rosas amarillas y girasoles.
Los peregrinos ingresan llevando las gladiolas, un hombre se limpia las lágrimas y la voz de otro retumba en el recinto.
¡Que viva el Señor de la Salud!, ¡Que viva San Cristóbal!, ¡Viva San Juan Cosalá!
-¡Viva!- responden a coro los fieles mientras depositan las flores en el altar y salen para dar el paso a los siguientes.
Por la tarde a las 6:00, la imagen es bajada por los miembros de la Guardia de Honor, que son más de una decena de hombres. La fiesta continúa con la procesión de casi dos horas por las calles principales del pueblo. El Cristo es acompañado por danzas, banda de guerra y banda de música.
“Junio 1830”, dice una inscripción con gruesas letras negras, detrás de la Cruz del Cristo, que ha sanado a tantos.
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