«A los 10 años yo quería que mis vecinos artistas me enseñaran a pintar, pero terminé enamorándome de la escultura»
El escultor Alejandro Márquez es de Ajijic y tiene 34 años. Foto: cortesía.
Alma Serrano-. Alejandro Márquez, es un escultor ajijiteco de 34 años, quien desde los 12, ha encontrado su pasión en la actividad de moldear, diseñar y crear figuras con sus manos. Comenzó a asistir desde temprana edad, a un taller de escultura en San Juan Cosalá, donde utilizaba materiales como bronce, madera, mármol, concreto, vidrio y cantera; y fue considerado un buen alumno, gracias a su dedicación e interés.
«A los 10 años yo quería que mis vecinos artistas me enseñaran a pintar, pero terminé enamorándome de la escultura», afirma el artista. Cuando tenía 12 años, Alejandro hacía junto a sus compañeros de taller, alrededor de 500 reproducciones de esculturas a la semana, y fue en ese momento cuando decidió que quería dedicarse a eso.
A la edad de 24 años, Márquez estuvo realizando restauraciones en Puerto Vallarta, donde tuvo contacto con diferentes artistas, de los que seguía aprendiendo, mientras creaban y reparaban diferentes estructuras originarias del destino turístico.
Ya en la adultez, Alejandro no lograba hacer de su pasión su medio de subsistencia, pues no había logrado que una cantidad de público suficiente consumiera su arte, por lo que también se dedicó a otros oficios para poder mantenerse. «Nunca quité de mi vida esta actividad, sólo le dedicaba menor tiempo, pero seguía trabajando».
Durante su trayectoria, Alejandro ha realizado una gran cantidad de esculturas, entre las que se encuentran: unas letras para el Tepalo (que aún no han sido colocadas), la cual fue una obra encargada por el gobierno; miden aproximadamente tres metros y 40 centímetros. También, un pez de madera con un esqueleto de varillas, que mide 3 metros; ha hecho reproducciones de estructuras de distintos tamaños y reparaciones de estas, además de rostros de Sayacas en madera, de una tonelada de peso; y la obra más complicada que ha realizado, es un San Andrés de 70 centímetros, que es 90 por ciento réplica, en la cual invirtió más de cuatro meses para su elaboración.
A pesar de que las actividades que realiza Márquez son en ocasiones, desgastantes y complicadas, el amor hacia la escultura, es lo que hace que no lo considere un trabajo, sino un sueño cumplido.»Mantener un sueño como este es bien complicado. Incluso, en la medida en que puedo, también realizo estructuras personales, encargos y donaciones».
Después de la pandemia por Covid-19, decidió poner un taller para realizar esculturas, el cual, terminó siendo útil para dedicarse a actividades similares, como la carpintería y reparaciones.
Alejandro actualmente se dedica mayormente a la escultura, ha realizado proyectos en toda la ribera de Chapala y sus alrededores, y tiene varios proyectos en puerta.
Para finalizar, Alejandro comenta lo importante que es valorar las obras, pues la dedicación y el tiempo invertido, no puede ser insignificante. «Conozco gente que quiere pagarme mi trabajo a un menor precio, pero si es así, prefiero no venderlo; en ninguna tienda te dan el producto sin pagar por su verdadero precio», dijo muy orgulloso.
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