El Salvador
El Salvador, traído por Policarpo Herrera a principios del siglo pasado. Foto: María del Refugio Reynozo.
Por Maria del Refugio Reynozo Medina
La primera vez que entró a ese lugar, hace 14 años, sus pasos la llevaron con curiosidad al pequeño rincón donde aguardaba una escultura del crucificado.
Ahí estaba manirroto, con las entrañas huecas y el cuerpo totalmente cubierto por el polvo.
La corona ocre desgastada con cuarteaduras y el rostro totalmente en ruinas, a causa de unos veinte años a la intemperie. Una pátina verdosa recubría las piernas y llevaba prendidas en el cendal las figuras de milagros.
Hasta antes de encontrarse con ese Cristo, Alma Delia Flores estaba renuente a vivir en esa casa.
-Sí, me quedo- pensó.
Luego de quedar maravillada ante el crucificado; y a cambio de la petición a su esposo de restaurar el Cristo, Alma se quedó a vivir en ese lugar.
El Salvador es uno de los siete cristos más antiguos, que según historiadores y restauradores prevalecen en Jocotepec. Fue Policarpo Herrera Armenta, quien lo trajo consigo cuando llegó a Jocotepec por el año de 1922, procedente de Jalostotitlán con su pequeña hija Juanita Banda Morin, que en ese entonces tenía 4 años.
El Salvador se fue heredando de generación a generación. Juanita Banda lo tenía resguardado en una habitación, así decían antes los niños de la familia, “la pieza donde está el Cristo”. Nadie jugaba ahí porque era el lugar donde estaba celosamente guardado.
Juanita dejó como herencia al Salvador a Mercedes Beatriz González Banda actual dueña de la venerada imagen; su esposo Graciano Villaseñor, le construyó la actual capilla dentro de la casa.
En un pequeño espacio que da a la calle Nicolás Bravo, resguardado por una puerta de barrotes y un cristal especial que lo protege de los rayos del sol; el Cristo ahora restaurado, se muestra a los transeúntes que a su apurado paso se persignan o a los fieles que con veneración lo saludan cada mañana al salir a trabajar o de noche al regresar a casa. A veces le llevan veladoras en medio de la oscuridad de la noche cuando aparece detrás del cristal iluminado por una lámpara, porque dicen, es muy milagroso.
Mientras lo observo, me dice Alma:
-Ya expiró- con los ojos extasiados de amor.
Cuando el hijo de Alma iba a nacer, ella se encontraba en peligro de aborto, fueron días muy difíciles. Le imploraba a El Salvador. Finalmente pudo recibir a su hijo, a quien llamó Salvador en honor al Cristo de la familia, que había regalado tantos milagros.
Cuando tenía casi tres años, el pequeño salvador tuvo que ser intervenido con una cirugía por una severa enfermedad que ponía en riesgo su vida. Luego de la cirugía, hubo complicaciones que lo hacían exclamar de dolor.
-¡No los voy a invitar a mi cumpleaños!-
Les decía inconsolable a los médicos cuando intervenían sus heridas causándole dolor.
La feria de enero en Jocotepec le trae remembranzas a Alma que en medio del júbilo de la fiesta mayor, cuidaba al pequeño convaleciente. El Salvador, que desde el barrio de los Herrera custodia a sus fieles sigue ahí, ahora renovado con su reluciente corona y derrama bendiciones no solo a la familia descendiente de Policarpo Herrera si no a los fieles que recuerdan que por el oriente de la calle Nicolás Bravo en el número 259 del barrio de los Herrera, en el municipio de Jocotepec aguarda El Salvador.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala