Mi relación con la comida
Leticia Trejo es Profesora de Yoga y Entrenadora Personal. Foto: Archivo.
Por Leticia Trejo
Hace algún tiempo que no tocamos el tema de la alimentación, la verdad es que es un tema complejo que va mucho más allá de saber las propiedades de las verduras y las hojas verdes, o de la proteína animal y la proteína vegetal o de reconocer si los lácteos son buenos o malos para nuestro organismo. Esa información la podemos encontrar googleando un rato en nuestro buscador. La realidad es que si comes para nutrirte o comes para dañarte es una historia más profunda.
La dura verdad es que formamos una relación con la comida desde que somos pequeños y no podemos decidir lo que va a entrar por nuestra boca, eso lo deciden los papás (cada vez menos), los pediatras, la familia y los libros de consejos para alimentar a un pequeño ser humano. Cada conversación de los adultos entra a nuestro cerebro, que está sediento de información, que es una esponja que todo lo absorbe y lo que escuchamos queda grabado en lugares insondables y desconocidos. Entre nuestro nacimiento y hasta los 7 años todos nuestros sentidos están atentos a cada experiencia del día, a lo que vemos afuera en los demás y que nos está “enseñando” algo. Y, seamos honestos, la gran mayoría de nosotros hemos sido negligentes al externar ciertos comentarios en la presencia de niños pequeños: “¿te vas a volver a servir más comida?”, “¿vas a tomarte otra cerveza? Pero la vez pasada te cayó fatal, estuviste inflamado toda la semana”, “este es el cuarto pan que te comes y con tu intolerancia al gluten seguro te sentirás mal toda la tarde”, “este niño salió igual de tragón que su papá”.
Nadie nos enseña que cada cuerpo es diferente, que ningún alimento es “malo” por naturaleza, que son los excesos de ciertos alimentos y sabores los que nos dañan, que a veces es bueno dejar descansar al organismo, etc. Y a este respecto, querido lector, te puedo afirmar que son los libros sobre Naturismo los que pueden enseñarnos mucho sobre alimentación. El naturismo se instauró a partir de la revolución de amor y paz, en los años 60’s, incluso, la prestigiosa casa editorial Selecciones del Reader’s Digest editó el Libro Guía completa de las terapias naturales, los naturistas fueron los primeros en predicar el famoso plato de los cinco colores, el equilibrio en la dieta y la resistencia a consumir alimentos procesados llenos de químicos y conservantes. Pero, aun así, con toda esta sabiduría ancestral, tampoco tomaban en cuenta los aspectos de la historia personal y los sistemas de creencias que se instauran en nosotros desde muy tierna edad con respecto a la comida.
Cómo primer paso una buena sugerencia es que aprendas a distinguir si tu apetito responde a una necesidad fisiológica o a una urgencia emocional.
Hambre fisiológica: es gradual, se satisface al introducir una cantidad moderada de alimento, aporta saciedad, deja una sensación de deleite y bienestar.
Hambre emocional: llega de golpe, es repentina, es específica, es decir, pide generalmente alimentos salados o alimentos dulces, no se satisface, aunque te sientas saciado sigues comiendo más, genera insatisfacción y culpa.
La siguiente vez que sientas un golpe de hambre detente un poco, respira, y trata de discernir qué tipo de necesidad quieres satisfacer. Y también intenta hacer un recuento de cuáles creencias respecto a la alimentación te fueron inculcadas a tierna edad y si estás creencias no te aportan bienestar dales las gracias y diles adiós.
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