El presente
Vista hacia el Lago de Chapala. Foto: Archivo Laguna.
Por Daniel Jiménez Carranza.
Vivimos actualmente momentos difíciles, inciertos, fallidos, convulsivos y de terror, esto último en territorios, como el europeo, en donde la insensatez se ha apoderado de la política, sin que alguno de los gobiernos, disponga de lucidez suficiente, como para presentar propuesta válida que encamine el conflicto a una solución pacífica, negociada, o por lo menos que tienda a disminuir la escalada del conflicto; por el contrario, la tónica generalizada, es pretender derrotar a una potencia ya no digamos militar, porque se ha evidenciado, precisamente eso, su deficiente estructura militar y escalada estratégica rusa, en contraparte con la organización militar liderada por la OTAN, sin embargo, Rusia, representa una potencia nuclear en armamento, en donde da la impresión, que se pretende asemejar a un envite entre las potencias, para desmantelar el alcance de su poder, peligroso juego que puede arrojar como resultado, un fatal desenlace, en donde no habrá ganadores.
Dentro de nuestras fronteras, los acontecimientos no cesan, continuamos con la obsesiva interpretación sobre la renuncia de la titular de la Secretaría de Economía, en donde se han levantado todo tipo de especulaciones e interpretaciones, al respecto, con el telón de fondo por decantarse de los recursos petroleros, la electricidad y el litio, cuya importancia en los actuales críticos tiempos, representan un elemento fundamental que nuestro país debe saber resolver, y que sin duda, será una trinchera ardua en donde el peso de los argumentos de nuestro país como auténtico poseedor, le debe permitir alcanzar beneficios que otrora nuestros gobernantes se sometían a la danza de los beneficios personales que de ello obtenían, dejando a un lado la concepción de su responsabilidad al frente de un país que paso a paso se venía desgranando de sus recursos, sobriedad, dignidad y cultura.
En este sentido, debemos reconocer que bajo el actual régimen político, el país ha retomado su capacidad nacionalista frente otros países, haciendo valer su soberanía sobre la titularidad de su territorio y recursos, retomando y defendiendo su valor como elementos clave, utilizándolos políticamente para negociar con dignidad frente a terceros, en contra de las lamentables experiencias del pasado, salvo valiosas excepciones de leales y patriotas gobernantes, cuyos logros han sido ensombrecidos por los utilitaristas del poder, doctrina ética resumida como «el máximo bienestar para el máximo número». que sin embargo, este bienestar sólo se limitaba a un escaso grupo conocido con el mote de la “familia revolucionaria”, estrecho grupo de poder que se había instalado, y que en el presente arremete contra el actual gobierno, para pretender recobrar su estatus de dominación, síndrome colonialista que en el presente ya no será posible articular, porque para que un país sea grande, ello debe reflejarse en el avance de toda su población, y no de un estrato social deleznable.
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