Día del Danzante: el día que la plaza se tiñe de colores
Felipe Fuentes Duccer coordina el desfile del Día del Danzante. Foto: María Reynoso.
Por María del Refugio Reynozo Medina.
Son cerca de las doce del día domingo 16 de octubre, la plaza principal de Jocotepec resplandece, invadida por coloridos plumajes. Aquí se hermanan los penachos de origen azteca con las deidades católicas, la imagen de San Judas Tadeo se levanta en un estandarte, al sonido del caracol. El tambor suena y su estruendo se fusiona con los centelleantes rayos del Señor del monte; en la torre de su parroquia doblan las campanas invitando a la misa de doce; mientras que el tambor y la algarabía en el jardín, invitan al desfile.
Felipe Fuentes Duccer coordina junto con algunos auxiliares, el desfile conmemorativo del Día del Danzante, que él mismo institucionalizó cada tercer domingo de octubre. En esta, la séptima edición, coinciden danzas de los alrededores y también de puntos más lejanos como Tonalá y Guadalajara.
En total, Felipe y sus colaboradores convocan a 13 agrupaciones de danzas. Están presentes la danza Azteca Macuilxochitl y la danza apache del Señor del Dulce Nombre; ambas de Jocotepec. La danza Quetzalli del Señor de la Salud del fallecido Juan de Dios Martínez Vargas de San Luis Soyatlán, la danza de Nextipac del Señor del Huaje y la Azteca Zacualli de Zacoalco de Torres. Provenientes de Tonalá, los integrantes de la danza Edahi, San Judas Tadeo se organizan para una fotografía. La danza de sonajeros Santa Cecilia de Huescalapa, hace su presentación al pie del edificio del ayuntamiento que luce solitario.
A Felipe desde niño le interesaba el tema de la danza y los trajes. Recuerda que se ataba a la cintura una toalla y jugaba -las danzas me volvían loco- y en sus recuerdos aparece la danza de la conquista, en la que se representaba a los aztecas y españoles, quienes ataviados con sus respectivos vestuarios, protagonizaban las escenas de lucha entre los “conquistados” y los “conquistadores”.
Ya mayor, en una ocasión vio un letrero que unas personas colocaron para invitar a crear un grupo de danza. Animado por integrar a su hijo Josué Miguel Fuentes Jiménez, acudió a la convocatoria que al inicio no tuvo mucha respuesta y que luego le inspiró para iniciar junto con su esposa, Luz Elena Jiménez Elvira, el grupo de danza que ahora tiene 50 integrantes, aunque en las festividades llegan a reunirse unos 30.
Fue el 13 de marzo de 2015 que se fundó Macuilxochitl. Cuando Felipe dice que el traje cuesta, no es solo lo que cuesta escalar las jerarquías con disciplina, sino lo oneroso que pueden llegar a ser. En promedio, un traje puede costar entre 15,000 y 20,000 pesos. Lo más costoso son las plumas, que se consiguen con vendedores conocidos.
-El traje se gana- dice orgulloso.
Al principio, un danzante puede portar un calzón de manta con un ceñidor y una pluma. Con disciplina y constancia, se escalan distintos niveles; en la agrupación, el jefe de grupo es quien premia, sanciona y establece los ensayos para la formación de los integrantes.
La fiesta de los danzantes está cercana a la conmemoración del Día de la Raza; recuerda la fusión de las manifestaciones dancísticas de influencia azteca con las expresiones de veneración a las deidades católicas.
Felipe recuerda que se decía que las danzas de influencia indígena ensuciaban los templos, y también que nuestros antepasados adorarían a los dioses católicos pero seguirían danzando también para el dios Huitzilopochtli. Hoy la fiesta de los danzantes inicia con la presentación de danzas afuera del atrio del Señor del Huaje y en la plaza; justo debajo del kiosco, desde donde un grupo de personas observan y graban videos con sus celulares; los danzantes comienzan a agruparse con sus compañeros.
Ahí coinciden, se saludan, conversan y participan en la ceremonia que antecede al desfile. Felipe Fuentes dirige unas palabras al público, conformado en su mayoría por danzantes. A su lado, el regidor Horacio Trujillo Cervantes, entrega unos reconocimientos por parte del Ayuntamiento a las distintas agrupaciones de danzas que respondieron al llamado. Una mujer de la danza apache ataviada con un penacho de indio, observa a sus compañeros. Con “el puerco gordo” (la piedra en medio de la plaza principal) a sus espaldas, la mujer de avanzada edad, desde la serenidad de su rostro moreno enmarcado por plumas celestes, acompaña a Felipe en el discurso de bienvenida.
“No hay sonido, pero hay voz” dice Felipe que en un esfuerzo por ser escuchado por los demás, pronuncia desde más allá de su garganta el mensaje para sus iguales:
-Este día nos une como una misma persona-.
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