Ajijic y la fiesta de los muertos
Los instrumentos de telar colocados como ofrenda en el altar central del kiosco dedicado a los tejedores locales de hilos. Foto: María Reynozo.
Por María del Refugio Reynozo Medina.
El lugar conocido como Las Seis Esquinas en Ajijic, es el punto de encuentro para el desfile del Día de Muertos. La calle Obregón es testigo del arribo de hombres y mujeres que lucen coloridos trajes. La caminata arranca con La Ajijiteca, un maniquí femenino ataviado con elementos de las tradiciones de Ajijic.
La bandera de México encabeza el desfile. Foto: María Reynozo.
Dos máscaras de sayacos cubren los senos de la figura en representación de este festivo personaje; el confeti que cubre una parte de su vestido representa los diminutos papeles de colores que lanzan los sayacos en los carnavales. También lleva una cruz de papel, alusiva a la celebración de la Santa Cruz. Calza botas de charro en alusión a la Asociación de Charros de Ajijic. Su canasta lleva panes tachihuales; se aprecian los ojitos y las cemas que son una tradición culinaria. El collar que usa, lleva la imagen de la Virgen del Rosario, como signo del gran fervor del pueblo a la Virgen. Fue pintada por el artista local Antonio López Vega, en representación de la nutrida comunidad artística que hay en la población. La diadema lleva flores de margarita que es la flor significativa de este lugar; y en la cintura lleva ceñido un cinturón elaborado en telar. El billete de dólar presente en la figura representa la hermandad con la comunidad de extranjeros que son parte de esta comunidad.
La Ajijiteca, también está engalanada con un par de aretes que llevan los escudos de los dos equipos de fútbol de Ajijic, El Laguna y El Union Ajijic.
Unas mujeres representan a los siete barrios que conforman al pueblo de Ajijic; llevan en sus manos carteles con los nombres: barrio de Guadalupe, Santo Santiago, San Sebastián, San José, barrio del Sagrado Corazón, barrio de San Miguel y San Gaspar.
Los 7 barrios representados por mujeres sosteniendo carteles con los nombres. Foto: María Reynozo.
Un grupo de personas con máscaras de cara completa de calaveritas bailan al son de La Incomparable de Ajijic. Las enormes cabezas blancas sobresalen entre el contingente.
-RMC Rivera Diagnóstica- dice el rótulo de un automóvil, El CETAC Ajijic también participa; La Universidad Regional de Tequila, La Secundaria Santos Degollado, el kínder Aurelia Flores, el Cendi número 5, la escaramuza Caballito de Palo y Corredores Unidos de la Ribera.
Los espectadores están apostados en la calle, sentados sobre las banquetas por donde esperan el paso de las catrinas y catrines.
Hay muchos reflectores de cámaras; los atuendos y maquillajes en los rostros arrancan las señales de admiración; los flashes rebotan por doquier y al menos un par de drones sobrevuelan a una mediana altura.
En el jardín, se extienden por el piso los tapetes de aserrín; hay uno con el rostro de Emiliano Zapata, de rasgos perfectamente trazados.
La ajijiteca representando las tradiciones de Ajijic Foto: María Reynozo.
Los locales están llenos de comensales. Abundan los rostros blanquecinos de calaveras, algunos con flores en la cabeza, brillos y luces intermitentes en las diademas.
Los altares de muertos están esparcidos por toda la plaza, se encienden en medio de la noche, con su lluvia de papel picado y el aroma a cempasúchil que perfuma el aire que se respira. El altar principal se levanta en el kiosco; y está dedicado a los personajes locales que pertenecen al mundo de los telares. Unos gastados instrumentos de telar acompañan la ofrenda.
Debajo del kiosko, una calavera de unos tres metros de altura acompaña las fotos de los transeúntes.
Decenas de parejas recorrieron las calles en el desfile nocturno. Foto: María Reynozo.
A las ocho de la noche se enciende la primera vela de las figuras de calavera en el Muro de los Muertos, la gente se amontona luego del desfile para buscar el mejor punto desde donde observar el espectáculo.
Este festival de la muerte, reúne a todos los vivos; cada rincón es un escenario en donde simultáneamente suceden distintas cosas. Mientras en el escenario principal de la plaza, los integrantes del Mariachi Real Axixic entonan una canción, en otro espacio una mujer espera en una fila ansiosa, por su cena. En la cenaduría instalada en la calle principal, comerse una enchilada no sólo cuesta diez pesos, sino también al menos media hora de espera.
La fiesta sigue sostenida por la serie de canciones extras que amenizan los muchachos del Real Ajijic; por quienes auspician la música, y por quienes bailan a su son; en un festival dedicado a los muertos, que tiene como techo las tiras multicolores de papel picado movidas por el viento.
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