Mis primeras letras las devoré de panza
Caritina García Velasco es promotora de las letras y de la música originaria de San Cristóbal Zapotitlán. Foto: Teresa Medina Cervantes.
Por María del Refugio Reynozo Medina.
Aquél pequeño salón que en esos momentos cuando era niña me parecía grande, albergaba apilados en grupos, decenas de libros infantiles ilustrados. Yo comenzaba a leer y esperaba las tardes para que las puertas de ese lugar se abrieran. Éramos muchos los que íbamos a buscar las lustrosas imágenes que ahora no recuerdo con claridad. Hojeábamos por no sé cuánto tiempo cada uno de los libros y recorríamos con la mirada cada página.
Era el máximo momento de gozo con “patas arriba y panza abajo” sintiendo el fresco contacto del mosaico del piso acompañado del inolvidable aroma del papel.
Ahora veo ese local y me parece tan pequeño, ni quien pensara que ahí nos alcanzaba el mundo cuando éramos niños.
Esa fue la primera sala de lectura que hubo en San Cristóbal Zapotitlán; en ese local propiedad de don Heliodoro García Díaz.
-“Don Liodoro”, le decían algunos mayores. Pa Loyo, le decíamos mis hermanos y yo cuando íbamos a comprar a su tienda-.
Pa Loyo no solo era un emprendedor comerciante; su casa fue cuna de músicos, y en ese ambiente, con hermanos músicos; creció Caritina García Velasco, la responsable de aquella sala de lectura.
Cari como la llamamos todos, aprendió desde pequeña a tocar la guitarra, aprendía de todos los que tenía cerca. La primera guitarra que tuvo se la compró a un conocido.
La llegada de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús y el establecimiento de la Casa Magdalena Sofía en San Cristóbal, trajo para el pueblo progreso y apoyo espiritual para la comunidad. Cari se acercó a las letras por medio de las religiosas. También el avance en las habilidades para la música. Fue entonces que formó la estudiantina, cuyo uniforme formal fue obsequiado por María Yolanda Castillero, esposa del entonces Gobernador de Jalisco, Flavio Romero (1977 a 1983).
Por esos días también, la estudiantina de Cari ganó en un concurso que comenzó en Chapala y los llevó a la final al Teatro Degollado en Guadalajara. Recuerda que había estudiantes del Colegio Cervantes, Colegio México y muchos más.
Alguien les preguntó:
¿Ustedes de qué colegio vienen?
De San Cristóbal, dijeron con orgullo.
Como promotora de las letras y de la música, Cari fue testigo del apoyo hacia la comunidad de San Cristóbal, por parte del diputado en ese entonces, el licenciado Porfirio Cortés Silva, quien colaboró en muchas ocasiones con la estudiantina y los niños de la comunidad a través de los libros.
Cari tenía el impulso de estudiar la preparatoria, que ya podía realizarse en Jocotepec y lo hizo durante un semestre en el que muchas materias las pasó exenta de exámenes. Sin embargo, con la avanzada edad de sus padres, se vio obligada a abandonar su aspiración de estudiante.
-Me pesó mucho-. Dice con nostalgia. La mujer que a pesar de ello no paró en su deseo de progresar.
En algún momento hubo en San Cristóbal una banda de guerra, de la que Cari formaba parte. Con su tío Justino Larios aprendió sobre notas musicales, también aprendió corte y confección con Lupe, esposa de José Duples, que vivía en la comunidad. Recuerda que hizo muchos vestidos para los estrenos de las fiestas. También por medio de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, se acercó a la misión de catequesis, en la que continúa en medio de una convivencia con los niños.
Cari está ahí, en muchas partes siempre sonriendo. En el mostrador de la tienda que fuera de su padre, delante del altar en un abrazo de guitarra que precede al canto, o en medio de los rostros infantiles que asisten al catecismo.
-No somos eternos-. Dice cuando se alegra de compartir lo que sabe, para que perdure.
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