Por el Dr. Roberto Arroyo Olivarez
E-mail: drrobertoarroyo@hotmail.com
“No podemos resolver los problemas de la humanidad pensando y actuando de la misma manera como cuando los creamos”
Albert Einstein
Una de mis palabras favoritas es actitud, ya que representa nuestra capacidad para afrontar una situación dada. Según algunos estudiosos, como el filósofo Znaniecki, la actitud es nuestra tendencia a reaccionar negativa o positivamente ante cierta conducta, valor social, circunstancia o problema. Todas nuestras decisiones en la vida, sean en el sentido que sean, tendrán una consecuencia, desde la más simple, hasta la más compleja. Cada día, a cada momento, tenemos la necesidad de tomar decisiones que nos permitan continuar con nuestras actividades diarias o que nos hagan la vida más agradable, y esta reacción o respuesta depende, en la mayoría de las ocasiones de nuestro estado de ánimo, lo cual se expresa con posturas corporales, con gestos, con palabras, con hechos o como una vivencia, y dependiendo de la afectación que tengamos o de lo que nos convenga, tendremos una actitud positiva o negativa.
Una persona afectada por cualquier tipo de pérdida tendrá una actitud muy diferente de quien tiene muchas cosas favorables a su alrededor: una buena familia, un buen trabajo, buena salud, cariño, afecto, amistad, etc. Muchas personas tienen la capacidad de afrontar con valentía y con aplomo situaciones difíciles, y lo que en otros sería una tragedia, en quienes tienen una mejor capacidad de solución representará solo un reto y una prueba que les pone las circunstancias o la misma vida. Afrontamos de manera adecuada un problema cuando tenemos los argumentos suficientes para que nos afecte lo menos posible; sin embargo, cada una de nuestras actitudes tendrá forzosamente una repercusión.
Es muy común que nos sintamos agraviados ante la crítica de los demás y respondamos con enojo, con ira o con reclamos: con actitudes que lejos de mejorar nuestras relaciones personales, familiares y sociales, las agraven. Algunas actitudes que no ayudan a resolver y que perjudican cualquier viso de arreglo entre las partes son la apatía, la indiferencia, el “valemadrismo”, la intolerancia, la falta de respeto, la poca capacidad a la autocrítica. Muchos jóvenes de y en la calle, de los llamados “ninis”, son el producto de la indiferencia de sus padres y de su familia, en donde no encuentran la satisfacción a sus necesidades afectivas, por lo que se van a la calle a encontrar a otros jóvenes con situaciones similares, convirtiéndose en “compas” y en cómplices de su rechazo a lo establecido, convirtiéndose en inadaptados sociales, en la mayoría de los casos. No son las drogas ni el alcohol lo que más daña a los jóvenes: es su carencia de afecto y de reconocimiento, por lo que se refugian en lo que encuentran a su alcance para cubrir esa necesidad imperiosa que tenemos todos los seres humanos de reconocimiento. Imaginemos la “repulsión” y el temor que nos causa un joven con aspecto desagradable, sucio, mal oliente, con actitud sospechosa, pero de quien no sabemos qué es lo que trae en su pensamiento, en su mente, en su personalidad, sin que forzosamente sea un malhechor. O cual es nuestra actitud ante algún joven hombre o mujer con preferencias homosexuales, en una sociedad intolerante, como la nuestra, en la que hacemos sentir mal a quienes no piensan o actúan como nosotros, porque esa es nuestra formación.
Pero lo más preocupante es que, nuestra actitud indiferente y convenenciera ante la situación política por la que atraviesa nuestro país, no nos ha permitido repuntar como la nación próspera que deberíamos ser, dadas las condiciones orográficas, la riqueza y toda la bonhomía del territorio nacional. Hace algunas semanas, al recibir su premio como mejor director de cine, González Iñárritu sentenció que tenemos el país que merecemos y que ojalá muy pronto México empiece a cambiar para que dejemos de permitir la impunidad, la corrupción, la ilegalidad, la compra de voluntades, el amiguismo, el compadrazgo, la búsqueda del poder para empoderar a personas o pequeños grupos manipuladores, que no permiten que los más capaces, los más preparados, los más honestos, los más trabajadores, los más comprometidos con su sociedad, asuman los liderazgos que necesita este país. Es urgente un cambio de actitud. Un cambio hacia los compromisos por una mejor calidad de vida, hacia más y mejores oportunidades de acceder a la salud, a la educación de calidad, a la satisfacción de las necesidades básicas. Es el momento de que cambiemos a ser mejores seres humanos, que dejemos de envidiar los logros de los demás; que dejemos de aprovecharnos de la ignorancia o de la necesidad de otros para sacar provecho; que seamos más honestos con los demás y que no los engañemos, pero que seamos honestos con nosotros mismos y que no nos engañemos, porque la situación de México no puede seguir con las mismas actitudes. Seguir haciendo lo mismo, nos llevará a obtener los mismos resultados. Los políticos, la política, son tan necesarios, como los demás profesionistas, así es que exijámosles más, pero comprometámonos con nosotros mismos.
Hagamos un llamado a la cordura, a la tolerancia, al respeto, a la responsabilidad, al compromiso, al trabajo, a cumplir con nuestras obligaciones como ciudadanos, como páter- familias y como buenos vecinos, como valores fundamentales para una mejor convivencia. Empecemos con un cambio de actitud hacia las situaciones del país. Urge. Ya lo necesitamos.
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