Horacio Rojas «Lacho», reconocido por ser taquero, amar las tradiciones de Ajijic, ser sayaco y apoyar a causas del pueblo, falleció el pasado 6 de marzo
Hijas, esposa, nieto y yerno de Lacho, junto a su fotografía. Foto: Sofía Medeles
Sofía Medeles.- Un hombre caracterizado por siempre apoyar y tenderle una mano al prójimo, así como su gusto por las tradiciones de Ajijic, fue Horacio Rojas, conocido como “Lacho”, que falleció el jueves 6 de marzo y fue despedido honrando sus gustos en vida por sus familiares, amigos y el pueblo de Ajijic.
Horacio Filemón Rojas Ramos nació un 18 de mayo de 1975. Creció y vivió toda su vida en Ajijic, fue hijo de Filemón Rojas y Cecilia Ramos, fue el mayor de 5 hijos vivos. Su esposa, Carmen Ayala Victoria, compartió fue un niño muy activo e inició a trabajar en distintas cosas en su barrio, como vendiendo pan tachihual y ayudándole a Rosa (la fotografía del pueblo) a vender y repartir fotos. Ya mayor, trabajó en la albañilería y oficios relacionados. Del matrimonio tuvo tres hijas, Miriam Denise, Diana Casandra y Diony; su nieto Horacio es hijo de su hija mayor.
«Mi papá nos cuenta que cuando era chico, se iba a escarbar en la laguna y sacaba ollitas y cosas de barro y las traía en una cubeta vendiéndoselas a los gringos, pero él no pedía dinero, el lo que pedía era una hamburguesa y era feliz con su hamburguesa», compartió su hija mayor Miriam Denise.
A sus 15 años conoció a su esposa Carmen, de Chapala, y se casaron a los 17. Carmen aseguró que siempre fue un esposo cariñoso, trabajador y una buena persona; aunque a veces tenían sus altibajos, aseguró que siempre supieron resolverlos. «Era muy lindo, amaba a sus hijas. Él decía, ‘si yo ayudo a la gente, imagínense a mis hijas o a mi mujer’. Nos resolvía la vida, él era nuestra fortaleza y en quien nos apoyamos. Si yo estaba enojada, él venía y me abrazaba y me decía, ‘eres mía y no quiero que estemos enojados’. Todos se expresan muy bonito de él. Yo sabía que era buena persona, pero no sabía que la gente lo quería tanto».
Su reconocido negocio de tacos se encontraba fuera de su domicilio en la calle Colón, inició tras 4 años de que se casó, se ha mantenido por 27 años y planea continuar.
«Fue una coincidencia. Una vecina que vivía aquí arribita vendió todo, nos ofreció todo a buen precio, el carrito, los comales, el cilindro de gas, hasta la tina para las tortillas. Lacho me dijo, ‘¿lo compramos y vendemos?’ y yo no quería, porque le dije que no sabía nada de tacos, pero él insistió, dijo, ‘mira, compramos y luego vemos’, y así lo conseguimos todo, las parrillas todavía siguen siendo las mismas. Lo tuvimos dos semanas ahí y mis hermanas nos decían vendan, vendan y Lacho decía también, pero yo le decía, eres bien vergonzoso. Un día nos animamos, preparamos y esa noche no nos animábamos a sacar. Estábamos sentados afuera en la banqueta. Ya llegó mi hermana y nos animó a sacar y vendimos. Nos fue muy bien la primera vez. Pero aunque el negocio creció y nos iba muy bien, Lacho nunca dejó su trabajo», aseveró Carmen.
Según comparten su esposa e hija mayor, él siempre se caracterizó por ser altruista, desinteresado y que apoyaba sin mirar a quien, aunque a veces las cosas estuvieran ajustadas en su casa. «Así no tuviera, los enfermos le pedían ayuda y decía, ‘aunque sea poquito les voy a dar’, siempre les daba. Si le pedían un favor, nunca decía que no. A veces yo me enojaba con él y decía, ‘ni modo, yo les voy a ayudar porque necesitan», dijo su esposa Carmen. Por otro lado, Denise agregó: «Es que los enfermitos necesitan mi ayuda» frase que él solía decir cuando apoyaba, ya fuera de manera monetaria o bailando en las kermes como sayaco.
Ser sayaco y participar en las diferentes tradiciones de Ajijic también era uno de sus gustos. «A veces en domingo de sayacas se levantaba bien temprano a hacer sus cosas de la venta y se iba a bailar al Toro de Once, luego regresaba y terminaba sus cosas. A veces nos tocaba ir a eventos y nos íbamos a trabajar y cuando regresábamos, todavía trabajaba aquí. Yo le decía ¿no te cansas? y él me decía, ‘no, tengo patas macizas’. Él nunca dijo que no, nunca se rajó», compartió Denise.
Carmen aseguró que en donde le pidieran para cosas del pueblo, él aportaba, ya fuera para el Santuario, el Barrio de San Sebastián y sus festejos, sayacas y carnaval. «En San Sebastián él daba guisos. Me traía las cosas y me ponía a cocinar. De sayaco, participó desde chiquito en los que echaban harina. Dejó eso varios años y cuando volvió ya se hizo mejor sayaca tradicional. Él tiene muchas máscaras, las mandaba hacer y aquí las detallaba, pero siempre pedía máscaras diferentes, más narizón, cejón, barbón. Muchos sayacos acercándose el carnaval, venían y le pedían y él siempre prestaba, así se le perdieron muchas máscaras», compartió Denise.
Como padre de familia, esposo y abuelo, lo definen como una persona trabajadora, que era la fortaleza de su casa, que calmaba a sus hijas y su esposa y que resolvía todo por ellas, asimismo, su nieto era su adoración. «Mi nieto es autista y él decía ‘a mi no me importa que lo vean, con que lo ame yo es suficiente’. Llegaba y lo chiqueaba, se desvivía por el niño, decía que lo amaba mucho. Como tuvimos puras mujeres, él estaba encantado con su nieto», compartió Carmen.
Lacho falleció el pasado jueves 6 de marzo a causa de un infarto fulminante. «Yo creo que tenía muchas emociones en su corazoncito. Le hablaron de Chapala que llevara sayacos, de Ixtlahuacán, los enfermos pedían su ayuda, el carnaval, el estrés de trabajar. Muchas emociones. Tenía la gran emoción de salir en su carro de carnaval porque en San Sebastián no le tocó salir. Creo que todas las emociones se le juntaron. Tampoco sabíamos cómo se sentía, porque no nos decía, como si tenía presión alta, ni nada. Nunca se quejaba. Siempre decía, ‘si me siento mal, no le hago caso a la enfermedad, a la fregada la enfermedad, mejor me voy salgo y río con la gente», compartieron su esposa y su hija.
Ellas dos agregaron el profundo amor que sienten y sentirán siempre por su esposo y padre. «Para mi fue el mejor papá que pudiera existir. Lo amé con toda mi vida, fue mi Superman y el de mis hermanas. Amó a mi mamá hasta el último momento», mientras que Carmen agregó: «Un esposo intachable, nunca me engañó, nunca me pegó, nunca nos dejó. Tengo muchos recuerdos bonitos y murió en mis brazos prácticamente, diciendo que me iba a querer siempre, que me iba a cuidar».
Ambas agradecieron a todas las personas que les han mostrado apoyo y fortaleza, así como oraciones y muestras de cariño para Lacho, como el día de su cortejo fúnebre, donde las sayacas acompañaron el trayecto, bailando y recordando a Lacho.
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