Bienestar espiritual
Leticia Trejo.- Fui educada desde niña en la fe católica y me fasciné con la historia de los santos, esos seres ejemplares que vivían valores y cualidades que los mayores nos decían que debíamos de practicar, siendo tan intensa y disciplinada me avoqué “portarme bien” esperando la recompensa de la felicitación y el “que buena niña”. Hasta que empecé a ver que había personas crueles, resentidas y amargadas de las que debíamos alejarnos. Pero lo mejor empezó cuando yo me descubría teniendo comportamientos negativos con mis semejantes y la culpa se apoderaba de mí. Y bueno, menciono esta pequeña reseña porque yo creí, durante muchos años que religión era igual a espiritualidad.
Como profesora y practicante de Yoga muchas personas me dicen que algunos sacerdotes o credos les dicen que no practiquen Yoga porque el “maligno” puede apoderarse de su alma. Antes intentaba convencerlos de que el Yoga no es una religión hasta que me di cuenta de que, precisamente, la espiritualidad implica muchas cosas, entre ellas la compasión y el amor incondicional que no está juzgando ni tratando de cambiar al otro.
Esta revoltura entre religión y espiritualidad vino a desenredarse para mí cuando leí el libro de Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido. Escrito en su confinamiento en los campos de concentración Nazis. Se publicó en 1946 y sus enseñanzas siguen vigentes en todo el mundo.
Entre todos los temas que trata en su libro, el que más me impactó fue el hecho de que la mayoría de los prisioneros que lograban sobrevivir eran aquellos que tenían un propósito en la vida: volver a ver a su esposa, regresar con sus hijos o ver nuevamente a sus padres.
Y así es como se describe en algunas filosofías la espiritualidad: “la sensación de propósito y significado en la vida, la armonía interna que se alcanza al relacionarse positivamente con uno mismo, con los demás y con el mundo”. También se describe lo siguiente:
Armonía interna, satisfacción, paz interior, fe, confianza, esperanza.
Amor a uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con los animales y con Dios.
Lo que me queda muy claro es que alcanzar esos estados necesita de práctica constante y comprometida. Las actividades que nos pueden ayudar a lograr una sana espiritualidad son:
Meditación, yoga, ser voluntario en alguna organización benéfica, ayudar a los demás empezando con nuestros seres queridos, personas vulnerables y animales, llevar un diario, estar en contacto con la naturaleza, practicar el agradecimiento diario, formar parte de una comunidad que apoye causas sociales, cultivar valores y cualidades nobles para nosotros mismos y con los demás.
Si alguno de ustedes ya ha vivido ese tipo de armonía y paz interior que nos hace seres espirituales sabe que vale la pena el esfuerzo del autoconocimiento y la conciencia. Dejemos de querer cambiar a los demás o que el mundo sea como nosotros queremos que sea, empecemos con nosotros mismos y seamos ese pequeño grano de arena de bondad y compasión que tanto se necesita en este mundo para tener bienestar espiritual.
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