Fatiga por compasión
La fatiga por compasión o también conocida como el estrés traumático secundario es lo que aqueja con frecuencia al personal que trabaja en el sector de la salud, a miembros de familia y a cualquier otro que se encuentre cuidando de algún enfermo con un padecimiento terminal o que tenga una enfermedad que amenace la vida. Esta sensación de exhaustividad surge por estar continuamente en contacto y expuesto con el sufrimiento y el trauma ajenos.
Con el paso del tiempo, la persona que atiende al que convalece no consigue desasociarse de las circunstancias que acongojan a la persona que tiene a cargo y desarrolla síntomas como: dolores de cabeza, tensión muscular, ansiedad, culpa, apatía, cinismo, tristeza, depresión, insomnio, irritabilidad, sensación de agobio y pensamientos constantes intrusivos; cuestionamiento de las propias creencias, aislamiento, desinterés, e insatisfacción laboral.
Los síntomas anteriores son solo unos ejemplos de lo que el síndrome de estrés traumático secundario llega a provocar, ya que más que ello, se caracteriza principalmente por perturbar los ámbitos personal, espiritual, social, físico y emocional de todo aquel que se dedica a ver por la salud, el bienestar y la vida de otras personas.
Es un desequilibrio que surge como resultado de querer ayudar, aliviar y hasta salvar, cuidando a quienes están por enfermedad en situaciones desalentadoras y descuidarse a uno mismo.
Para evitar que como paciente y junto con sus familias provoquen tal debilitamiento emocional en el personal y los profesionales de salud, es importante aprender a establecer, respetar y honrar los límites que existen entre la vida personal y la laboral de quienes le proveen atención.
Así como los enfermos sufren y tienen aflicciones mentales, los profesionales y el personal de salud no son inmunes a un desmoronamiento emocional y físico. Así como la familia de un enfermo se preocupa, se cansa y estresa por el futuro de un estado de salud incierto; los profesionales y el personal del área sanitaria también tienen sentimientos, sufren, sienten hambre, necesitan descanso, comer, ir al baño, desahogarse y distraerse; son humanos con emociones y no robots.
Lo anterior no incluye solamente a médicos y enfermeras, sino también a dentistas, psicólogos, trabajadores sociales, cuidadores y el personal administrativo de instituciones hospitalarias de cuidado y salud en general.
Un ambiente laboral con chismes y drama agrega innecesariamente estrés cuando el objetivo en común debe ser proveer atención y bienestar a los demás.
Y para quienes han padecido fatiga por compasión o desean evitarla considere que el autocuidado físico y el descanso psicológico debe ser prioridad. Si es necesario, busque ayuda profesional para lidiar con el estrés y los sentimientos de agotamiento profesional.
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