Tercera parte
Laguna de Chapala.
– Oigan ya vámonos, ya es casi el mediodía y no hemos logrado salir de la casa, ya párenle a los preparativos, si nomás vamos aquí enfrente a la laguna –
– ¿ Se dan cuenta que nos vamos a asar con el calorón de las doce ? – continúo Félix visiblemente desesperado, a lo cual me apresté a apoyar con otro comentario similar que no alcanzó a salir de mi boca pues Alicia exclamó:
– ¡ Sombreros ! Gracias Félix, sabía que algo estaba haciendo falta, ahora sí, ya vámonos
Félix y yo cruzamos miradas de resignación y rápidamente nos dirigimos a la puerta de salida. En el jardín ya esperaban los niños jugando animadamente; detrás de nosotros venían Krista, Alicia, y Rosana. Después de repartirnos nuestra carga para la jornada del día, caminamos por el rústico camino de piedra que conducía camino abajo a la ribera de la Laguna Sagrada.
Justo al cruzar la carretera ribereña, cedimos respetuosamente el paso a Krista, quien inició de inmediato la búsqueda de un claro que nos permitiera el acceso franco a la laguna, por entre las construcciones residenciales que en esa zona impedían el libre paso a su ribera.
– Por aquí – exclamó triunfante Krista al encontrar no muy lejos y a los pocos minutos un lote baldío que nos permitiría el acceso a la Laguna Sagrada. Nuestras blancas vestimentas y las cintas rojas que las mujeres usaban para su cabello habían atraído en corto tiempo la atención de los turistas que transitaban en sus carros por la carretera en aquel soleado domingo; sin embargo, no había comentarios burlones, solo sonrisas y aparente curiosidad.
Emocionados como estábamos al iniciar un nuevo trabajo espiritual, no percibimos en un principio el notable cambio de la temperatura en el ambiente, pues aun cuando hacía apenas unos minutos, el calor era sofocante y el sol caía pesadamente y en pleno sobre nosotros, ahora la temperatura era más agradable y soplaba una fresca brisa.
Tratando de pasar desapercibidos, cruzamos la débil cerca de alambre del lote
baldío que a decir de Krista nos estaba invitando a entrar. Una vez adentro, caminamos por entre sus árboles frutales y nutrida vegetación hasta encontrar el otro extremo y acceder finalmente a la arenosa superficie de la ribera.
Apenas dejamos atrás el lote baldío, una fuerte ráfaga de fresco viento nos recibió a todos. El espectáculo era impresionante: la superficie de la Laguna Sagrada se extendía enorme hasta donde nuestra vista podía alcanzar y más. Los niños al verse libres y sin matorrales al frente, corrieron alegremente como potrillos desbocados. A pesar de estar en un enorme y contaminado cuerpo de agua, la alegría que sentíamos todos era compartida; ahí estaba frente a nosotros nuestra nueva tarea: paz, serenidad y dolor, podían ser percibidos por todos nosotros.
– Aquí estamos lagunita – musitó Alicia; Krista llevo sus manos al corazón, Rosana clavó estática sus ojos en el horizonte. Félix y yo sonreíamos. La Laguna Sagrada sabía a qué habíamos venido y nos recibía. Las risas de los niños eran su mejor abrazo. Cuando por una gracia inmerecida se percibe el amor de nuestra madre naturaleza, el corazón se expande para no contraerse nunca más. Creíamos estar en una misión de entrega y de servicio y sin embargo, ¡ Ya estábamos recibiendo al ciento por uno !
Una vez que terminamos nuestra espontánea interacción con el espíritu de la Laguna Sagrada, Krista señalo de inmediato un lugar a orillas del agua, donde Vicente, Ignacio y Juanito, -los tres pequeños integrantes de Nuevo Camino- jugaban alegremente compitiendo a ver quién mojaba más al otro.
– Este es un magnífico lugar para la ceremonia – afirmó, – vengan todos y formemos un círculo –
Ignorando por completo los bulliciosos gritos de los niños, Krista inició la ceremonia de recolección de agua de la Laguna Sagrada, para a continuación, reintegrar el círculo, unidos todos de las manos, ahora con los niños que curiosos se habían integrado al mismo.
Con una gravedad que no le caracterizaba, Krista ofreció al Gran Espíritu Universal que todo lo anima, el fruto de nuestro trabajo, pidiendo protección para todos nosotros a las deidades tutelares de ambas tradiciones de nuestro querido México y saludando asimismo a todos los guardianes visibles e invisibles de la Laguna Sagrada, para que tuvieran a bien escuchar nuestra humilde petición de ayuda, dirigida a la sanación y recuperación del ahora reducido y contaminado cuerpo de agua, que era ocupado por el Espíritu sagrado de la Laguna.
Después de su bellísima y conmovedora intervención, Nuevo Camino guardó un absoluto silencio dentro del cual el tiempo parecía haberse detenido por instantes. Una placentera sensación de paz y serenidad se movió dentro del círculo y a través de todos nosotros y en ese preciso instante un enorme trueno se dejó oír justo encima de nuestras cabezas generando un mayúsculo sobresalto grupal. Apenas nos reponíamos de lo inesperado del estruendo cuando una pesada cortina de agua cayó sobre nosotros,
¡ Estaba lloviendo a raudales !
Los niños, como de costumbre nos mostraron el camino bailando bajo el inesperado diluvio y dando vueltas alrededor de todos nosotros, que sonreíamos extasiados por la magnífica señal que recibíamos de las alturas; acto seguido, todos nos unimos a la espontánea celebración bailando alegremente bajo el aguacero.
Los primeros pasos
Empapados pero contentos, iniciamos nuestra primera jornada caminando en fila y muy cerca de la ribera con la consigna de guardar un absoluto silencio, para lograr de ser posible conectarnos internamente con el espíritu de la Laguna Sagrada y seguir así sus instrucciones.
Adelante iba Félix, seguido por Rosana, Krista, Alicia y los tres pequeños, tocándome a mí la tarea de cerrar el grupo así formado. Después de algunos minutos de silenciosa caminata, la lluvia cesó tan repentinamente como había iniciado y ya para entonces el grupo caminaba en un estado de conciencia diferente, observando como un solo ser todo lo que acontecía a nuestro derredor.
Félix sin romper el silencio del grupo, se detuvo unos instantes para mostrarnos con un ademán un grupo de peces muertos que habían sido depositados en la orilla de La Laguna Sagrada por la incipiente marea, como si esta quisiese mostrarnos un poco de la tragedia que acontecía en su interior como resultado de la contaminación a que estaba siendo sometida.
Después de una breve inspección realizada por la curiosidad infantil, reanudamos la silenciosa marcha, sorprendidos de que hasta el momento ni Juanito ni Ignacio ni Vicente, – los pequeños del grupo – habían roto ni la formación ni el silencio grupales. A esas alturas el sol había salido de nuevo y caía con toda fuerza sobre nuestras cabezas. Acto seguido, Alicia procedió a hacer repartición de sombreros, los cuales fueron recibidos con silenciosa aceptación.
Foto: Domingo Márquez.
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