Artistas, representantes, expositores y colaboradores de la exposición “Maestros mexicanos contemporáneos” y los festejos del 19 aniversario del CCA. Foto: Sofía Medeles.
Sofía Medeles.- Para celebrar su 19 aniversario, el Centro Cultural de Ajijic (CCA) organizó una exposición de piezas de diferentes estilos y técnicas, de artistas de siete estados de México, así como actividades gratuitas en sus instalaciones para cada fin de semana de agosto.
Durante la inauguración, se hizo un reconocimiento a los diferentes artistas locales, participantes y gestores que participaron en la creación y formación del CCA, así como en la exposición «Maestros mexicanos contemporáneos», que se realizó en colaboración con los promotores e impulsores de la revista ArteMio.
Corte del listón de la exposición “Maestros mexicanos contemporáneos” y junto a algunos de los expositores. Foto: Sofía Medeles.
No solo fueron los artistas locales, sino que Guadalupe Carrillo Villegas y Arturo Angulo de ArteMio, trajeron obra en distintas técnicas de nueve estados diferentes, Zacatecas, Sonora, Jalisco, Guanajuato, Oaxaca, Nuevo León, Ciudad de México, Veracruz y Baja California.
«ArteMio tiene varios eventos, entre muestras de poesía, pintura, exposiciones y talleres que se plasma en ArteMio, explicado de manera académica y que funciona como documento de la información para tener un acervo mexicano del arte. A esta exposición de nivel nacional, ahora se une la Ribera de Chapala, en la edición número 6», compartió Guadalupe Carrillo.
Esta exposición estará disponible hasta aproximadamente el día 28 de agosto. Claudia Miramontes, quien se encarga de la organización y oficina del CCA, compartió durante la inauguración: «Sitios como el CCA son para promover el intercambio», después, compartió a Semanario Laguna que «La exposición con ArteMio es una colaboración para que retraten algo de Ajijic en la próxima edición. Lo importante es la difusión y que salga de Ajijic a los lugares de México donde va ArteMio y tenga mayor alcance la obra de artistas locales».
Por su parte, los participantes de la mesa de inauguración, Claudia Miramontes, Sergio Unzueta, Antonio López Vega, Xill Fessenden, Ana Warren y los representantes de ArteMio, Guadalupe Carrillo y Arturo Angulo, coincidieron en que el intercambio cultural y conservación de un acervo nacional contemporáneo es importante. «Seguimos formando el puente cultural de Ajijic hacia afuera» comentó Lopez Vega.
Exposición en el interior del CCA. Estará disponible hasta el 28 de agosto. Foto: Sofía Medeles.
Xill, fotógrafa radicada en Ajijic desde hace 40 años, compartió que «los artistas del pueblo se juntaron para crear el espacio, con apoyo de los hijos ausentes. En mis 40 años he presenciado el crecimiento de cultura y arte en el pueblo y ha sido significativo. Me da orgullo ser parte del proceso de crecimiento».
Además de la exposición, se inauguraron las actividades del 19 aniversario. Según se compartió, los sábados y domingos del mes de agosto, generalmente a partir de las cinco, se ofrecerán espectáculos y presentaciones gratuitas. Las fechas y horarios se estarán compartiendo mediante la página de Facebook oficial del CCA, que es «Centro Cultural Ajijic». Por otro lado, las redes sociales de la revista presentada, es Artemio Artes Visuales, donde se promueven las artes visuales mexicanas contemporáneas.
Amanda Lucy Murray a sus 46 años en Arte Café, Ajijic, junto a una fotografía de su autoría “En el skate”. Foto: Alma Serrano.
Alma Serrano.- Regresa empoderada. Tras una pausa creativa de siete años, la artista visual, Amanda Lucy Murray, está de vuelta en la Ribera de Chapala con sus dos grandes aliadas: la autoestima y la visión de género.
La creadora de 46 años originaria de Ajijic, contó a Laguna las peripecias que la llevaron a alejarse del arte, especialmente porque no creía en sí misma y dudaba de su trabajo.
“Yo veía a artistas hombres que hacían muy bien su trabajo. Ellos tenían éxito y las mujeres casi no. Me sentía en desventaja y yo pensaba que mi trabajo no era bueno”, compartió en entrevista.
El gusto por lo visual le llegó a Amanda Murray por herencia: su madre era fotógrafa, por lo que desde niña se integró a clases de pintura, primero con Enrique Velázquez y después en el programa de Neil James.
Estudió Artes plásticas en la Universidad Estatal de Washington, por lo que pasó una temporada de casi 20 años en Estados Unidos, dedicándose a la imagen digital, el diseño gráfico, la pintura y participando en los tianguis artísticos donde mostraba su trabajo.
Fueron siete los años que paró su producción artística, por no saber qué camino tomar; sin embargo al replantearse su carrera, se enfocó de lleno en la fotografía y la pintura.
“No sirve de nada arrepentirse, lo tomé como una lección, así estaba yo antes y mira que pasó, creer en uno mismo es dar muchos pasos”, dijo.
Sus técnicas predilectas son el acrílico y la acuarela; mientras que en la fotografía siempre ha puesto atención a los detalles “con la intención de captar la esencia de lo que sucede o desde una perspectiva diferente”.
Actualmente, Amanda Murray es creadora de medio tiempo y maestra de inglés, sin embargo, sus planes descansan en crecer como artista y seguir cultivando su talento.
Efrén González junto a la obra que le ganó el primer lugar en paisajismo, y tercero en categoría urbana. Foto: Cortesía.
Sofía Medeles- Efrén González y Antonio López Vega, ambos artistas de Ajijic, destacaron en diferentes concursos nacionales de creación de obra, trayendo al Pueblo Mágico, el primer y segundo lugar respectivamente.
Antonio López Vega trabajando en una escultura. Foto: Sofía Medeles.
El concurso en el que participó Efrén González fue de acuarela al aire libre, y se llevó a cabo del 10 al 13 de noviembre, en San Miguel de Allende. El creador, se destacó entre los 30 artistas participantes, donde además de haber mexicanos, había exponentes de países como Canadá, Estados Unidos, Rusia, etc.
Botella intervenida, inspirada en el tema musical “El Jinete”, y con elementos de Ajijic, creada por Antonio López Vega, que ganó el segundo lugar. Foto: Facebook.
Efrén, ganó el primer lugar en la categoría de paisajismo, y el tercer lugar en categoría urbana, siendo él, el único ganador mexicano.
Por otro lado, López Vega, participó en un concurso de intervención de botellas de agave de la marca de tequila “El Corralejo”, con elementos alusivos del compositor José Alfredo Jiménez. Este, se llevó a cabo en Dolores Hidalgo, y fue orquestado dentro del programa de pueblos mágicos.
Su creación, se llevó el segundo lugar, y el tema del compositor homenajeado que él eligió, fue “El jinete”. “Elegí la canción por su profundo simbolismo del amor, la vida, y la muerte. Agradezco la invitación, y estoy conforme con lo ganado a nombre de nuestro pueblo”, sentenció Antonio.
Foto: Cortesía.
Alma Serrano.- La jocotepense de 23 años, Claudia Larissa López Olmedo, se asume como una artista experimentadora cuya propuesta busca agotar todos los recursos visuales y personales disponibles.
Larissa emprendió su formación artística de forma autodidacta desde los 13 años de edad; posteriormente se formó en la Licenciatura en Artes Visuales para la Expresión Plástica de la Universidad de Guadalajara.
Fue en esta etapa cuando inició su discrepancia con el arte tradicional, ya que notó que algunas de las metodologías de enseñanza y prácticas de la facultad eran en su mayoría de esta corriente, lo que la llevó a cuestionarse sobre continuar en ella.
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«Mismos temas, mismos autores, mismas prácticas, no me llenaban, incluso pensé en si realmente quería dedicarme a esto toda mi vida», comentó la joven artista.
Fue en la clase de Acuarela con un profesor nuevo, donde encontró por primera vez esa oportunidad para experimentar y enfocarse en el proceso, más que en el resultado. Esta experiencia le abrió un nuevo panorama para conectar con su parte creadora y romper algunas barreras de expresión.
«El maestro nos permitía hacer prueba y error, nos decía que nos familiarizáramos con el material y los recursos; eso era lo que estaba buscando”, compartió.
Claudia Larissa se ha identificado con las manifestaciones del Arte Objeto y el Arte Abstracto, pero mayormente con el Video Performance por su naturaleza experimental, reiterando su postura de que el arte no solamente está en los museos o en los soportes tradicionales.
La artista se ha sumergido poco en el ámbito de las exposiciones pictóricas, en su lugar, se ha enfocado en la creación del Taller de Experimentación Artística de la Ribera, junto a Ricardo Cortés Fernández, quienes desde septiembre del 2021 decidieron formar a la par, un Laboratorio de Arte, un espacio para el público con o sin formación, para reflexionar y ejercer esta disciplina desde una perspectiva diferente.
«El arte no es solo de museos, ni solo para los que estudian, ni solo para los que saben pintar. Cualquier persona puede crear, nadie es demasiado inalcanzable. Hagamos de lo que tenemos y sabemos, arte, pues el arte está en todas partes», concluyó.
Chenlla Hernández es un destacado pintor de Jocotepec. Foto: Cortesía.
Alma Serrano.- Claudio Hernández Díaz, alias «Chenlla», es uno de los artistas contemporáneos más reconocidos de Jocotepec. A sus 33 años ya destaca por su sello personal adquirido, gracias a su formación en la Licenciatura en Artes Visuales para Expresión Fotográfica.
A pesar de tener una trayectoria «informal» en el arte, es decir, hacerlo como pasatiempo, fue en la etapa de la universidad cuando comenzó a experimentar en varias vertientes para expresar de manera auténtica sus ideas, sueños, pensamientos y conceptos que incluso, pueden causar emociones conflictivas en sus espectadores.
Una de las obras realizadas por Claudio Hernández. Foto: Cortesía.
Para Chenlla no fue fácil encontrar su estilo personal, pero una vez que lo consolidó, este se convirtió en un modelo motivador para otros creadores y creadoras.
«Normalmente la gente ve una realidad común en las obras, algo que ellos conocen, sin embargo, la realidad interna o conceptos abstractos que tienen un significado conmovedor, suelen ayudarme o guiarme hacia visualizarlo y plasmarlo», expresó.
Fue en 2018 cuando realizó su primera obra comercial inspirada en la película The Joker (Guasón), usando su nutrida imaginación. Desde niño, sus padres incentivaron la pintura en él y sus hermanos, y más tarde, fue despertando en él el interés, perfeccionando su técnica.
«Mis padres no nos permitían tener televisión, en su lugar nos compraban cuentos. La mayoría tenían dibujitos, pero a los que no tenían, yo se los dibujaba y fue donde usé conceptos abstractos para expresar situaciones y cómo enfrentarlas», explicó Hernández Díaz.
Los significados y el «subconsciente” son los ejes que rigen sus creaciones, generalmente con un enfoque de realidad que ha plasmado en diferentes soportes, desde murales hasta obras de caballete.
La corriente de trabajo de Chenlla es el Arte Pop, retratos a los cuales en el desarrollo agrega elementos que tienen un significado profundo y donde él manifiesta su conciencia o una realidad colectiva.
Chenlla ha expuesto su trabajo a lo largo de toda la Ribera de Chapala y actualmente se dedica a la fotografía, hace pinturas personales por encargo y realiza murales, siendo uno de los artistas más talentosos de Jocotepec.
«Deseo dejar mi huella, mi forma de ver la vida, mi realidad, sea cual sea», finalizó el joven artista.
Isidro ‘Xilotl’ Xilozochitl Camarena a sus 55 años de edad. Foto: Facebook.
Alma Serrano.- En su infancia Isidro Xilonzochitl Camarena se dedicaba, después de la escuela, a labores del campo con sus hermanos y abuelo Francisco; sembrar, regar, preparar la tierra, cortar, cosechar… actividad que no le gustaba y que realizaba por imposición y sentencias de su abuelo, con quien vivió algunos años por distintas circunstancias.
Ya para los 12 años, al verse confrontado entre dedicarse al campo y ayudar a una maestra de una escuela a hacer dibujos, tomó la segunda opción; pensando en la tranquilidad que le traería no ser regañado por su abuelo y ahorrarse los jalones de orejas.
El primer contacto que tuvo con el arte fue un dibujo para la maestra de la escuela, en donde en calidad de observador, quería que lo pusieran a hacer algo y no tener que dedicarse a las faenas agrícolas. Fue copiando una greca de un libro donde todo comenzó.
Los siguientes días empezó a convertirse en un dolor de cabeza para su mamá, María de Jesús Camarena, pues no dejaba de pintar sobre las mesas, paredes, camisas, batas de su madre, usando esmaltes y vinílicos que quedaban de los trabajos de los albañiles. Hacía dibujos de “muñecos” con todo lo que se encontraba, que pudiera pintar.
A pesar de que Xilotl, nombre artístico que adoptó, había sido un niño tranquilo, tímido, callado y asustadizo, fue su gusto por la pintura que comenzó a enfocarse fuera de sí, pintando, dibujando y pintando, por lo que su mamá comenzó a resaltarlo con las demás personas por su comportamiento, ya que en San Juan Cosalá no se habían conocido más pintores y era un pueblo pequeño.
Fue entonces en ese mismo año, 1978, que entró a su primera clase de pintura con Rosana Sapiens, quien además era maestra, poniéndole como condición a la mamá de Isidro que sólo iba cobrarle honorarios si no había resultados relucientes y compromiso. Xilotl permaneció cinco años sin faltar ningún día y sin pagar un sólo peso, pues tenía mucho talento e interés que era imposible no darse cuenta.
Pasados los cinco años, en 1983, entró a una universidad en la carrera técnica en Artes Plásticas, la cual dejó trunca al darse cuenta de que un título no era determinante para su talento y mucho menos la pasión por las artes. Sobre todo, fue cuando él consideró haber aprendido métodos, valores y principios bases con la maestra Sapiens. A pesar de haber aprendido mucho durante su etapa universitaria, no era importante para él culminar.
“Tuve un compañero que tenía todos sus diplomas pegados en las paredes de su baño, porque decía que ahí el papel nunca haría falta, y era un buen lugar para estar, pues es solo papel”, comentó.
Xilotl consideró la universidad la etapa más aburrida de su vida y donde gastó más dinero, convenientemente usó sus conocimientos previos, para realizar obras a sus compañeros que tenían por tarea y de esa forma pudo mantenerse.
“La mayoría de los trabajos que hicimos en pintura de acuerdo a las técnicas y valores, yo ya los había hecho muchas veces, y entonces me dedicaba a pintar a mis compañeros mientras hacían lo que el profesor hacía, incluso muchos profesores temían que alguien tan bueno sería una buena competencia”, afirmó.
Al realizar dos años de estudios en la universidad, Xilotl tuvo en un sólo día como primera venta más de 17 obras que hizo en los dos años de curso, y se ha dedicado de lleno desde los casi 20 años a la pintura.
A sus 56 años invicto, en 2022, ha vendido infinidad de obras, siendo la de mayor formato una de tres metros x 1.40 y aproximadamente ha tenido más de 80 exposiciones colectivas e individuales en lugares como Argentina, Colombia, Chile, Estados Unidos, Italia, Cuba, Canadá; y dentro de la República Mexicana en Tabasco, Estado de México, Zacatecas, Colima y, por supuesto, Jalisco, varios puntos de la Ribera de Chapala.
El camino para convertirse en quien es ahora no fue fácil, implica una fidelidad a uno mismo, junto con el compromiso de romper tus propios límites y sobre todo esas cadenas que al tomarlas puedes sentirte seguro, pero siempre te llevan hacia atrás.
“Nunca me imaginé que algún día estaría aquí, solo seguí y seguí…”
Hoy por hoy, Isidro tiene un grupo de niños a los cuales apoya académica y moralmente, en donde ellos los considera una familia.
Goretti Chavira a sus 29 años de edad. Foto: Cortesía.
Alma Serrano.- Goretti Chavira es una joven artista de 29 años de edad nacida en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. A pesar de muchas dificultades, aprendió por sí misma todas las técnicas pictóricas, practicó cada vez que pudo y mejoró sus habilidades rápidamente, teniéndose que mover de un lugar a otro alrededor de la Ribera de Chapala.
Su primer contacto con dicho arte fue a los cinco años haciendo retratos de sus familiares, ya entre los seis y siete años hizo su primera pintura y vendió su primera obra. Esta experiencia activó su pasión por lo que ha hecho en los últimos 22 años.
Obras de Chavira, exhibidas en el espacio cultural “voz al viento” de San Juan Cosalá. Foto: Cortesía.
Aunque Goretti a lo largo de su vida se ha desempeñado en empleos de diferentes índoles, jamás dejó de lado su sueño de vivir de esta “apasionante actividad”.
La artista experimentó con técnicas y estilos de diversas épocas, de donde obtuvo muchos elementos que las distinguen, excepto que en la mayoría de sus obras simbólicamente aparece ella, además del sentimiento místico que se produce de forma natural.
Goretti obtiene la mayor parte de su inspiración de los sueños y las ideas que surgen en su mente. Eso crea una atmósfera única, tanto en pinturas como en esculturas de arcilla, y todas contienen un realismo mágico y místico.
La motivación de Chavira siempre ha sido probar cosas nuevas, nuevos métodos, nuevos materiales, para aproximarse hacia su meta de convertirse en “la mejor artista”.
En el año 2020 decidió dedicar su vida de lleno al arte. Y ahora Goretti exhibe regularmente sus obras en exposiciones de arte alrededor del lago. Su trabajo consiste en pinturas al óleo y acrílico, acuarelas, dibujos a lápiz, esculturas de arcilla y tatuajes.
Actualmente, esta joven artista vive en San Juan Cosalá. Pasa su tiempo principalmente produciendo arte en el estudio de su casa y trabajando con niños en la galería “Voz al viento”, donde también se exhiben algunas de sus obras.
El trabajo con los niños es muy importante para ella, porque quiere darles oportunidades que nunca tuvo cuando tenía su edad. Ella siempre trata de tener un impacto positivo y ser un buen modelo a seguir para ellos, para hacer que el mundo sea un poco mejor, día a día.
“Como artista siento la responsabilidad de mostrarle a la sociedad que todos somos capaces de expresarnos, y de crear mentes más sensibles, ya sea viendo una obra en la que nos identifiquemos, o viendo que alguien tiene el coraje de empezar con el primer paso para saber hasta dónde pueden llegar nuestros sueños”.
José Durán durante el retoque de su icónico mural, ubicado en la calle Morelos, frente al malecón.
Sofía Medeles.- Uno de los puntos más reconocidos de Ajijic, debido a la gran cantidad de fotos que los turistas suelen capturar, es la esquina de Morelos a su cruce con Del Paseo; justo frente al muelle.
Recientemente, el popular restaurante Ajijic Tango movió su locación a este recinto y, con ello, pidió a los artistas que les dieran mantenimiento a sus murales, entre ellos, José Durán.
Después de 13 años, la obra que muestra un paisaje donde se plasma la vida cotidiana y las costumbres de Ajijic, fue finalmente retocada.
La creación de José Durán ya finalizó con el mantenimiento y en él se pueden ver escenas de la calle Colón, un tianguis que se ubicaba en la calle Parroquia, y una pareja escuchando músicos, sentados en el icónico árbol de las seis esquinas.
A su lado, en esa misma finca, se encuentra un mural de Javier Zaragoza, un relieve realizado por Ramón Heredia, y por la calle Del Paseo, un mural de Jesús López Vega, el cual también recientemente está siendo restaurado.
El artista plástico Antonio López Vega.
Toño lleva consigo nítidos recuerdos de su infancia de su pueblo natal Ajijic, desde que tenía dos años de edad.
María del Refugio Reynozo Medina.- Unos peces plateados, un sayaco con su larga barba, decenas de rostros indígenas en una procesión, coloridas casas con sus rojos tejados y la enorme piedra rayada; son solo algunos elementos que conforman Corazón de Ajijic, así se llama la obra en la que Antonio López Vega está trabajando por encargo de las autoridades y el comité de Pueblo Mágico de Ajijic. Es la figura de un corazón envuelta de múltiples matices de azul, elaborada de fibra de vidrio con una altura de 1.60 cm y 1.80 cm de ancho, proyectada para instalarse en un espacio público.
Toño es originario de Ajijic y lleva consigo nítidos recuerdos de su infancia desde que tenía dos años de edad. Fue testigo de la construcción de la carretera, de la llegada de la electricidad, recuerda que los mayores no se acostumbraban y apagaban la luz en las noches. Entonces, la luna aparecía reluciente rodeada de un cielo estrellado en medio de la oscuridad.
Toño lleva consigo nítidos recuerdos de su infancia de su pueblo natal Ajijic, desde que tenía dos años de edad.
Tenía ocho años cuando lo mandaban a la leña al monte, se iba de madrugada o de noche. Recuerda que había una piedra labrada con dibujos, era como del tamaño de un coche. Ahí al claro de la luna se trepaba en ella; recostado miraba el cielo estrellado y mientras sus ojos se fundían en la redonda blancura de la luna, con sus dedos recorría cada uno de los relieves que conformaban el mosaico de piedra. Era como leer braille, podía imaginar con el trayecto de sus dedos los espirales y las líneas. No solo cuando iba por la leña; la piedra rayada, también de día era uno de sus sitios favoritos para ir a jugar.
Era también por las noches cuando se encaminaba a la orilla del lago para ayudar a los pescadores y ganarse algo. Los pescadores; recuerda, eran unos hombres morenos y recios, traían su botella de tequila blanco terciada en la panza, en la oscuridad sacaban las redes que llegaban a ser tan largas como una cuadra y poco más. Toño era un niño que podía permanecer hasta dos o tres horas en la contemplación.
Las mujeres acudían con sus ollas a comprar el pescado. Había carpas, bagres, mojarras, pintas, truchas, anguilas, guachinangos, cocochas, cangrejos y charales. Un platillo común era el caldo michi que llevaba carpa, bagre, trucha y cangrejo; aderezado con cilantro, chile verde y ramas de ciruelo tiernas. Recuerda que había algunos pescadores que tomaban los cangrejos y se los llevaban a la boca, se escuchaba el crujir entre sus dientes y seguían vendiendo.
-¿Cuánto está?
Preguntaban, y así al verlos por el tamaño, los pescadores les ponían precio.
Las diminutas escamas de los charales se les pegaban en las manos a los fornidos hombres, Toño las pensaba como guantes de plata sobre sus manos renegridas.
Al final de la faena los ayudantes recibían como pago su porción de pescado.
-Yo pensaba que ayudaba, pero a lo mejor solo les estorbaba-
Y contento regresaba a llevar lo conseguido a su madre.
Con algunos niños que también iban, aprendió a hacer unas ensartas de pescado. Una noche volvía con una de ellas en las manos, algunos bagres aún daban coletazos; en eso un auto se detuvo a su paso y bajó de él una mujer regordeta.
-¿Niño, cuánto quieres por el pescado?
-No los vendo señora.
Toño quería llevarle la carga a su madre y por 45 centavos la mujer lo convenció.
¿De dónde sacaste el dinero?
Fue la pregunta de su madre.
Otra de las cosas que le gustaba hacer, era trepar a los árboles sobre todo en la temporada de mangos y de guayabas. Brincaba de un árbol a otro comiendo los frutos, competía con los pájaros, mientras se balanceaba encaramado en la flexible rama que bajaba y subía al compás del aire. Alguna vez se llegó a caer. Nunca sintió miedo, no sabía lo que era eso; al contrario, le gustaba el peligro y las aguas del Lago de Chapala eran para él, el mejor lugar.
En el muelle había un enorme mezquite, hasta ahí se subía para aventarse clavados al agua, en una ocasión ante la presencia de otros niños se subió a lo más alto del árbol para demostrarles su valor, justo ahí le dieron unos calambres y no podía moverse. Tampoco quería bajarse para no quedar como cobarde, tenía que brincar sin matarse.
Se concentró e imaginó que debía brincar más allá del horizonte, colocó su mirada lejana y se lanzó. Todos los chicos gritaron. Cuando estaba completamente sumergido en el agua abrió los ojos y vio verde. Cuando salió a la superficie para su sorpresa todos estaban platicando como si nada, no lo esperaban atentos ni sorprendidos.
Bueno, pero salvé mi vida. Pensó y siguió jugando.
Desde pequeño Antonio estuvo rodeado de creadores, su padre fue músico, tocaba la trompeta y su madre tenía dotes para el dibujo. Fueron once hermanos y muchos de ellos desarrollaron el talento para pintar.
Al lado de su casa había unos artistas pintores, uno de ellos le preguntó:
¿Quieres trabajar?
Él siempre gustó de llevar sustento a casa y sin preguntar en qué exactamente dijo que sí.
Solo le dijeron que se mantuviera inmóvil sosteniendo un carrizo con las manos, con un trapo en la cabeza y el dorso descubierto. Sin saberlo fue el modelo de aquella pintura.
También fue acólito en el Templo de San Andrés, vestido con su túnica blanca daba las campanadas para la misa; era una campana muy grande, sabía exactamente los golpes que debían darse. Fue la primera vez que cambió los huaraches por unos zapatos negros que el padre le compró. Los quince minutos entre cada llamada, le parecían eternos y buscaba que hacer mientras llegaba la siguiente campanada. Se reclinaba en el muro y observaba las cúpulas, las imaginaba como un seno de mujer. Miraba desde lo alto el piso y lo pensaba como un tapete enorme de ajedrez. Aventaba escupitajos desde lo alto tan solo para escuchar el eco.
Le ayudaba a vestir al padre, preparaba las hostias y el vino. Ahí aprendió latín porque las misas eran en ese idioma y el sacerdote de frente al altar y de espalda a los feligreses.
Encendía los incensarios con copal y carbón, los sacudía fuerte. Recuerda que una vez un niño golpeó con el incensario a una viejita en la cabeza, la anciana se levantó y siguió caminando.
En ese tiempo llamaban a la misa a las cinco de la mañana.
A Toño le tocaba sostener el cirial, era un bastón de metal con la vela en el extremo superior para iluminar a los fieles que iban a comulgar. A veces lo vencía el sueño; con la cera que había en el piso, el bastón de bronce se balanceaba y Toño lo regresaba a su sitio, una ocasión adormilado lo regresó a casi nada del piso, el padre solo lo miró.
En tiempos de cuaresma no se usaban las campanas, era una matraca de madera.
Recuerda las alabanzas cantadas en su mayoría por viejitos, le parecían muy tiernos se encariñaba con ellos porque lo hacían con el alma.
Santo Santo Gloria al Espíritu Santo, Dios de los ejércitos del universo.
-Me gustaba la parte cuando decían universo, me iba por el pasillo central porque abrían tanto la boca que me asomaba y se les podían contar los dientes y las muelas, uno no tenía ninguno, otro unos tres-
Su padre fue adorador nocturno, en ese grupo había un hombre que le decían el matraco porque sus botas sonaban como matracas al pisar, en la adoración nocturna, ponía un ladrillo debajo de su petate como almohada y dormía un poco mientras le tocaba el turno, entonces Toño y sus amigos le escondían sus botas en el árbol de mango. Cuando pasaban con la campanita a despertarlo, el matraco buscaba sus botas inútilmente.
Los adoradores comenzaban haciendo oración dos horas hincados en silencio, cuando se retiraban lo hacían caminando hacia atrás sin dar la espalda al altar. Había niños, a ellos les llamaban Tarsicios. En las ceremonias llevaban una bandera blanca y una de México. Un distintivo rojo con blanco y una medalla.
La vida cotidiana de aquel niño, lo llevaba a distintos escenarios, en la época de la navidad iba a buscar heno y musgo para el nacimiento, durante el carnaval caminaba las calles en donde hacían su aparición los sayacos, con sus máscaras de madera, unas figuras burlonas y rebeldes, que lo mismo podían poner confeti a una muchacha guapa, robar fruta, dar dulces a los niños o vestirse como mujeres sexis y provocativas.
En el mes de septiembre se hacían los globos de papel, ahora ya es un festival, pero antes los hacían en las casas y en familia los echaban a volar.
Tenía seis años cuando acompañó algunas veces a sus hermanos a ensayar las pastorelas a la casa de doña Lencha, ahí repasaban los textos los pastores. Doña Lencha, era una mujer llena de arrugas en la cara, los diálogos de la pastorela estaban escritos a mano en un grueso libro iluminado por un aparato de petróleo. Todos tenían los ojos puestos en el rostro rugoso de la mujer, dibujado fielmente por la linterna en medio de la penumbra. Ella recitaba en voz alta para que los aprendieran.
El vestuario de su hermano era una blusa y pantalón de chermes rosa con lentejuelas de colores y un sombrero con flores.
Los bastones estaban decorados con listones, lunas, campanas y soles de oropel. Cantaban y golpeaban el bastón en el piso al compás de las alabanzas (De los muertos o de los angelitos).
Los que cantaban a la muerte, a los angelitos y a Dios les llamaban alabanceros, otros eran llamados concheros y paganos; ellos tocaban, cantaban y bailaban.
A veces los pobladores dormían arrullados por los cánticos que se escuchaban a lo lejos en alguna casa vecina en medio de la noche.
Toño comenzó sus primeras pinceladas en el taller de Neill James, la mujer extranjera que en los años 50 con sus propios medios promovió en Ajijic la instrucción de los niños en las artes. A los 16 años Antonio López se fue a San Miguel de Allende al Instituto Allende con una beca, ahí estudió la Licenciatura en Artes Plásticas, para volver después a su natal Ajijic y ofrecer talleres gratuitos de pintura a los niños desde el proyecto artístico en La Cochera Cultural. Ahí, junto con un grupo de artistas comparten sus talentos y organizan al menos tres eventos culturales al año. Una influencia muy importante para este pintor fue su madre Rosario y su abuela Lina, ella, su abuela le contó la historia de la reina Xóchitl Michicihuali, esa noche comió tlacuache (lo supo hasta que terminó de cenar) con un café con leche y tortillas hechas a mano.
Según la leyenda, Michicihualli era una reina de piel de terciopelo dorado descendiente del tlatoani Cazcalotzin del poderío de Coaxalan. Recolectaba flores y sumergida en un ojo de agua escuchó una gota de agua que caía de una peñita; sonaba xic xic. Encantada por el sonido dijo, aquí se llamará Axixik lugar donde brota el agua. Desde entonces se convirtió en mujer pez, sirena o espíritu del agua y desde ahí protege al lago de monstruos venideros.
Antonio López Vega, lleva consigo esas historias, es un pintor en el que habitan sayacos, noches de luna plateada, pinceladas aguamarinas, pescadores; cánticos y alabanzas con las que muchos pobladores arrullaban sus sueños hace más de sesenta años.
Proyecto de Francisco José Pérez, en Juárez a una cuadra del malecón (foto tomada la semana del 23 de agosto).
Sofía Medeles (Ajijic, Jal.)- Los cinco artistas ganadores de la convocatoria “Ruta de los murales” se dicen cómodos y contentos con la convocatoria lanzada por el ayuntamiento municipal, tanto con el presupuesto como con el tiempo para realizar las obras.
De los cinco frescos seleccionados de 14 propuestas, ya se puede apreciar gran avance, estando a punto de ser finalizados, y éstos deberán ser entregados durante la primera quincena del mes de septiembre, según la convocatoria.
En la edición pasada de Semanario Laguna, se entrevistó a los artistas locales Daniel Palma y Juan Navarro, para preguntarles basados en su experiencia, si consideraban el tiempo y el recurso brindado adecuado para completar las creaciones en los muros, a lo que concordaron que no; sin embargo, los cinco seleccionados –en su mayoría con una carrera relativamente corta- comentaron lo contrario.
Para los materiales, se brindó un apoyo económico con un límite de 10 mil pesos, del cual, cuatro de los cinco ganadores declararon que fue suficiente para cubrir los gastos, y en algunos casos incluso sobró.
“Sí fue suficiente dinero para comprar los materiales, lo que sobró se devolvió al Ayuntamiento y se mostraron tickets para comprobar los gastos. En ese aspecto estuvo bien organizado todo”, comentó un participante, quien prefirió el anonimato.
En cuanto al tiempo, también les pareció idóneo para completar el trabajo sin mayores inconvenientes. “Es suficiente si uno organiza sus tiempos, fueron más o menos tres o cuatro semanas para completarlo, y es suficiente. Yo me retrasé una semana en lo que llegaba el material, pero voy bien y sí lo completaré a tiempo”, aseveró otro de los ganadores.
En lo único que coincidieron, fue en el tiempo de la convocatoria, donde tuvieron tan solo de tres a cuatro días para presentar un boceto de su proyecto junto a los demás requisitos que se pidieron. Algunos se enteraron a menos de la mitad de este tiempo, y en su mayoría enviaron un diseño inédito, pero ya realizado con anterioridad, modificando solamente algunos detalles.
Ya todos iniciaron con sus murales y la mayoría ya van muy avanzados; según los pintores, están a poco tiempo de entregar los trabajos y éstos se encuentran ubicados de la siguiente manera; Miguel Ángel Márquez, su mural está en la calle Colón, a solo dos cuadras del malecón; Francisco José Pérez, trabajando en la calle Juárez, a una cuadra del malecón; Orlando Solano, su mural está en Revolución al cruce con Guadalupe Victoria; el de Leonardo González, en Marcos Castellanos al cruce con la Carretera Chapala y finalmente el de Jesús Eduardo López, en Juárez al cruce con Hidalgo.
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