Salvador “Chato” Flores Rivera, 22 de diciembre de 1941 – 29 de diciembre de 2022. Foto: Cortesía.
Sofía Medeles.- Salvador “Chato” Flores, fue un elemento clave de la charrería en el poblado de Ajijic y dejó historia en la delegación por dedicar su vida al deporte mexicano y por ser una persona muy querida por la gente.
Nacido el 22 de diciembre de 1941 en Ajijic, hijo de Juan Flores Calzada y Francisca Rivera Pérez, era el cuarto de cinco hermanos. Según cuenta su esposa, María Luisa Rojas Vargas, don Chato le contó que vivió una infancia muy bonita y que, aunque dejó la primaria en el cuarto grado, para dedicarse al campo y ayudar a su familia, debido a que su papá se encontraba enfermo.
Chato Flores junto a su esposa, María Luisa Rojas Vargas. Foto: Cortesía.
Otra de las cosas que platicaba con su esposa es que fue muy feliz, y que desde siempre le interesó la charrería, deporte que marcaría su vida y la de muchos en Ajijic.
“Su ilusión siempre fue ser un gran jinete. Desde chico estuvo acostumbrado a tener caballos, y en aquellos tiempos se veían mucho los toros populares, donde hacían el toril con palos donde hubiera espacio. Él aprendió la charrería solo, viendo a los charros de sus tiempos”, comentó doña María Luisa.
Además, compartió que siempre se mantuvo aprendiendo la charrería, ya que, ya mayor, además de seguir practicando las suertes, de las cuales sus favoritas eran la jineteada y las manganas, compraba libros de charrería, se emocionaba con ellos, y los compartía con quien quisiera aprender.
“Incluso una vez le vi un libro y le dije: ese no es de charrería y me dijo -no, pero son refranes charros y me los tengo que aprender-. Yo le dije en broma, -seguro vas a estar como maestro de ceremonia diciendo tus refranes-. Fue su deseo, su gusto, y se esmeró para cumplirlo”, recordó su viuda.
Chato conoció a su esposa cuando ella llegó a vivir a Ajijic, proveniente de Ixtlahuacán. En ese entonces ella tenía 17 años y comentó que desde que lo vio, le gustó mucho, y ella cree que ella a él también, ya que al siguiente año fueron novios, para luego casarse en 1966 y cumplieron más de 50 años de matrimonio.
Mariachi tocando el día de su misa fúnebre. Foto: Sofía Medeles.
Tuvieron 13 hijos, de los cuales, 11 siguen vivos: Rosa Elena, Salvador, María Francisca, Juan Ramón, María del Rosario, María de Jesús, Ana Luisa, Isaura Guadalupe, María de Lourdes, Álvaro Moisés y Sagrario Mercedes. Como madre, María Luisa comentó que aunque no fue un papá muy efusivo, siempre se mantuvo al pendiente de proveer, ver por sus hijos y tratar de ayudarlos en sus problemas.
A sus hijos les daba consejos, pero cuando era necesario, él era estricto y les decía -las cosas se hacen bien, o no se hacen-. El valor que más se empeñó por enseñar fue la honestidad y lo recuerdan como un papá muy ocurrente, con sus frases como -no guarden nada, porque lo que guarden al rato se lo come el Chato-.
Chato, fue uno de los pilares de la charrería en Ajijic, ya que fue de los fundadores de la Asociación de Charros de Ajijic, además de que gracias a él, junto a otros compañeros, se dieron a la tarea de pagar y construir con sus propias manos el lienzo charro, el cual fue inaugurado en 1976, lugar que se esforzó en construir, llegando incluso a vender sus caballos para poder pagar material. En algunas épocas, su familia vivió a raya, ya que él se mantuvo dando las cuotas para el lienzo, hasta que lo finalizaron.
El lienzo, está construido con material de la zona, como tierra o piedras, ya que cuando no podían comprar material, lo sacaban de la naturaleza. Él junto a Salvador Solano y Alberto Pérez, solicitaron la gradería a obras públicas, la cual, primero fue ofrecida a los Charros de Chapala, pero al no aceptarla, la tomaron para el lienzo de Ajijic. Al final, Obras Públicas puso la mitad y la asociación la otra mitad.
En cinco ocasiones Chato fue presidente de la asociación, y en todas, buscaba formas de beneficiar al grupo, afiliando a la Federación de Charros a los miembros en una ocasión. Les decía: “es para tener garantía, hasta seguro tienen, y si están al corriente con sus cuotas, van a apoyar a la asociación. Le hicieron caso, pero terminando su periodo, varios no siguieron con los pagos. Siempre vio por sus charros, y por enseñar la charrería a las nuevas generaciones”, comentó su esposa.
Aunque no todos sus descendientes continuaron con la charrería, uno de sus hijos, Juan Ramon, ha sido presidente de la asociación en tres ocasiones, siempre respaldado por el apoyo de su papá. Además, varias de sus hijas por un tiempo, formaron parte de la escaramuza, y una de sus nietas de 3 años es muy asidua al deporte, ejecutando sus rutinas de escaramuza pedagógica con mucha disciplina.
“A veces él decía, -si de chico hubiera tenido la oportunidad, hubiera sido un charro completo-, y aunque le decíamos que lo era, él decía que ojalá lo fuera y que los niños en formación continuaran con el deporte, porque decía -es lo nuestro, de los mexicanos-. Como a él siempre le gustó y se mantuvo aprendiendo, hasta tenía porte, parecía que lo clavaban en el caballo. Me decían que es porque lo veo con ojos de amor, pero yo sí lo veía como un charro bien portado, y siempre busqué tener fotos de él en todos sus eventos y presentaciones”, recuerda doña María Luisa.
Chato Flores falleció el pasado 29 de diciembre del 2022, a los 81 años, tras 6 años de lucha contra el cáncer. Su último desfile fue el pasado septiembre, en el día del Charro, donde participó en silla de ruedas, y al terminar, le dijo a su esposa que estaba muy contento por haber recorrido las calles de nuevo.
Al final, la familia Flores Rojas dejó un agradecimiento para todos los que apoyaron de alguna u otra manera durante su enfermedad, durante el velorio y durante el novenario, además, agradecieron el privilegio de formar parte de la familia y de poder haber sido hijos del Chato. Le piden a quienes lo conocieron, que no lo recuerden triste, sino en los buenos momentos, y como lo que era: un charro bien portado.
Retrato del cantante que cuelga de una de las paredes de la casa.
María del Refugio Reynozo Medina.- Es un patio bañado de sol, bordeado de macetas con el tejado rojo debajo del cielo azul. Me encuentro aquí, en la casa de la infancia del cantante Jorge Valente, en San Pedro Tesistán. A la entrada, en el corredor, hay un conjunto de equipales y de la pared cuelga una fotografía de sus padres Ramón y Faustina; también otra de un retrato en tono sepia del cantante engalanado con un traje charro, que sostiene en las manos un sombrero y un gabán.
Interior de la cocina donde aún se conserva el arco de la construcción.
Este lugar fue la casa que comenzaron a construir sus padres cuando llegaron de Zacoalco de Torres en busca de mejores oportunidades de vida.
Jorge tenía entonces tres años. Fueron sus padres quienes introdujeron los equipales en la ribera de Ajijic; su padre y su abuela tenían dotes para el canto y Jorge cuyo nombre real era Exiquio Beleche Becerra ya desde pequeño, tenía el gusto por el canto. Desde los ocho años ya tocaba la vihuela y a los 15 años se fue a la Ciudad de México con la intención de buscar oportunidades en las radiodifusoras, mientras trabajó en lo que pudo simultáneamente acudía también a Garibaldi para cantar.
Estuvo en el Bar Guadalajara de noche, México Típico, en donde conoció a Vicente Fernández y a Felipe Arriaga. También a Alfredo Gil del Trío Los Panchos, este fue quien le dio su nombre artístico de Jorge Valente. Jorge en honor a Jorge Negrete y Valente por la valentía de emprender la búsqueda de las oportunidades desde su juventud.
En una ocasión Vicente Fernández le pidió que lo invitara a cantar con él en un bar, luego se dio cuenta, que Vicente le pidió a la dueña del lugar que no lo contratara.
Fachada de la casa donde vivió su infancia el cantante Jorge Valente.
Jorge Valente llegó a estar a la altura de Javier Solís, convivió con Marco Antonio Muñiz, Amalia Mendoza, Los Hermanos Záizar. En su trayectoria llegó a grabar 80 discos. Poquita fe, fue su primer éxito. Y le siguieron El vicio, Fea, Tango Negro entre más de un centenar.
En la película El sargento Pérez, tuvo una actuación especial. También escribió la canción Madrecita del alma querida, interpretada por José José, la entregó a alguien para que la viera y no la recibió de regreso.
Con la música, Jorge Valente llegó hasta donde quiso, su meta era cantar y lo hizo en muchos escenarios. Viajó por Centroamérica, Estados Unidos y Sudamérica.
-Hizo mucho dinero, sólo no sé dónde lo dejó- Me dice su hijo Jorge al teléfono con una risotada.
Plazoleta construida en honor al cantante.
En febrero de 2015 como propuesta de la delegada Gabriela Solano Medina se inauguró una plazoleta en su honor, a media cuadra de la casa de su infancia en San Pedro Tesistán, con el apoyo de las personas de la comunidad y la presencia del Ayuntamiento. Es un espacio pequeño y pintoresco con una fuente pequeña en la pared y una banca de madera al centro, sobre un piso de adoquín rojizo y gris. También se colocó una escultura de metal de un busto en la plaza principal.
Jorge Valente falleció en agosto de 2007, dos meses antes, cantó las mañanitas en el templo durante las fiestas patronales de su pueblo, San Pedro Tesistán.
Aquí en San Pedro fue sepultado, su descanso final es una lápida de vitropiso, con un nicho de puerta de cristal en la cabecera; la imagen de la Virgen de Guadalupe acompaña al retrato del cantante que porta un sombrero charro y una amplia sonrisa.
Interior desde el patio de la casa de la infancia de Jorge Valente.
Del lado izquierdo hay una placa con un mensaje de uno de sus hijos:
“Mi padre fue un ser único y ustedes lo constataron, así como lo vieron con ustedes y así era en la vida. Una persona ajena a la codicia, a las traiciones, por eso a lo mejor no pudo llegar a los niveles que hubiera querido llegar. Porque él no jugó ese juego que muchos artistas que están en la cumbre lo jugaron.”
Jorge Valente vivió la fama y la traición como parte de los matices que tiene la vida, y al final, hizo lo que le gustaba; cantar, viajar y regresar a la tierra que lo vio crecer y permanecer también en la memoria de quienes siguen cantando Amorosa, o Virgen de mi soledad.
San Pedro Tesistán, 7 de octubre de 2021.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala