La peregrinación desde San Cristóbal Zapotitlán hasta San Luis, reúne a centenar y medio en un trayecto de hora y media de duración.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina
Algunos platican que estaba cubierto con petates, otros dicen que con una sábana morada y que incluso tenía el rostro lleno de hollín, debido a la exposición permanente al humo del fogón que se encontraba cerca. Estuvo oculto por quién sabe cuánto tiempo en una de las habitaciones de la casa, entre sillas de caballo y costales con granos y semillas.
Francisco Javier Díaz Barrera es bisnieto de Rafaela Contreras y Anastasio Ortiz, los antiguos dueños de la finca de San Luis Soyatlán, en donde estuvo oculto por tiempo indescifrable el Cristo que lleva por nombre Señor de la Salud. Francisco recuerda que, en los relatos familiares, decían que la imagen había estado en varios lugares; incluso alguna vez, la sacaron de una casa por el arroyo para esconderla en un lugar conocido como La Lomita, en unas cuevas. Su bisabuela Rafaela platicaba que lo habían traído de San Miguel Cuyutlán, aunque en la opinión de un restaurador que visitó una ocasión el pueblo, el Cristo es propio de la región de Michoacán. El 21 de mayo era la fecha que siempre mencionó la señora Rafaela como “su día”.
Fue un hombre desconocido, quien un día llegó buscando a un señor que lo había liberado de la prisión donde se encontraba injustamente. Su nombre se ha perdido en el olvido, pero la historia permanece en la memoria colectiva.
Doña María Elena Puga Cañada, vecina del barrio, fue testigo de la llegada de aquel hombre con aspecto de vagabundo. De ello, hace ya unos 40 años. Venía de rodillas en un recorrido que habría comenzado en el templo de San Luis y lo llevó a la calle Pino Suarez número 77. Con las rodillas ensangrentadas, llegó en busca de la persona que lo había liberado de la cárcel. Sólo se sabe que el preso era originario de Veracruz y en su celda, pedía siempre a Dios estar libre. Inexplicablemente un día se presentó ante él un hombre desconocido.
-Te voy a dar tu libertad por la mía-
-Una balsa te estará esperando- Le habría dicho aquel hombre que también le dijo estaba encerrado en la calle Pino Suarez de San Luis Soyatlán.
Asombrosamente, el preso pudo salir sin ser visto y abordar la balsa como había sido la promesa.
Cuando el hombre terminó de relatar su historia, los vecinos acudieron al domicilio en busca del señor desconocido que hizo tal milagro. Al ver el Cristo, el hombre confirmó que había sido él.
La gente se arremolinaba en torno a la imagen y pidieron al dueño de la finca lo rescatara del abandono. Y así fue, lo colocaron en medio de una pequeña habitación para hacerle un altar.
Durante mucho tiempo, un retablo con ese testimonio estuvo colgado cerca de la imagen.
“Estarán abiertas las siete celdas y los siete candados”, decía una frase.
El relato de los hechos se propagó por la región y en seguida, la devoción por el Crucificado comenzó a crecer. Cuentan que una ocasión una mujer descendiente de la familia Contreras Ortiz intentó recuperar el Cristo y llevárselo de ahí, pero era demasiado tarde, el pueblo entero no le permitiría jamás y desistió en su intento.
Los testimonios de sanación de enfermos empezaron a exponerse con las pequeñas figuras metálicas de milagros. Dicen que llegó a medir veinte metros el listón con todos los milagros.
La señora Trinidad Zúñiga conserva la fe desde el primer momento, fue en Estados Unidos hace 32 años cuando su hijo siendo un bebé de cuatro meses, fue diagnosticado con meningitis; luego de tres meses en el hospital, los médicos no le dieron esperanzas y le pidieron llevarlo a casa para esperar el final. Esa noche, Trinidad lloró hasta la madrugada en medio de la habitación, se dejó caer en el piso y suplicó con amargo llanto como nunca lo había hecho. En su pensamiento entregó a su hijo al Señor de la Salud y no supo en qué momento se quedó dormida hasta que una enfermera la despertó. Inmediatamente al día siguiente, el niño presentó una mejoría notable que no se explicaban los médicos.
A los quince días, estaban saliendo del hospital con el bebé completamente sano.
Desde entonces la señora Trinidad está presente en su fiesta y es una de las colaboradoras.
-El Señor de la Salud nos multiplica todo- dice.
Desde San Cristóbal hasta San Luis
Cada 21 de mayo no solamente los habitantes de San Luis Soyatlán celebran al Señor de la Salud; la imagen también convoca a los pobladores de San Cristóbal Zapotitlán que acuden caminando en peregrinación.
María Eugenia Solano Macías continúa con la tradición de sus padres, que cada año acudían y organizaban la procesión desde San Cristóbal Zapotitlán hacia el poblado de San Luis Soyatlán.
El camino que en vehículo se recorre en menos de diez minutos, se convierte en hora y media de pasos acompañados de rezos y cánticos. Pasadas las 6:00 de la mañana inicia el recorrido, son 150 peregrinos, entre ellos unos 30 niños. Hay mujeres y hombres con carriolas y algunas personas cargan bebés en brazos. Al frente del contingente va una mujer rezando; a la mitad, otra continúa las oraciones. Un automóvil con luces intermitentes va al frente de la procesión, que avanza por la carretera resguardada por una patrulla del Ayuntamiento de Jocotepec. Cerca de la entrada a San Luis se incorpora una ambulancia del municipio de Tuxcueca.
Durante el recorrido al amparo de linternas y el estallido de los cohetes en medio del oscuro cielo, se escucha un cántico:
…Salve Cruz bendita madero sagrado que cargó en sus hombros mi Jesús amado…
Cerca del destino final, se une al contingente un autobús con 50 pasajeros de San Juan Cosalá.
En la recta final, a la entrada del pueblo la banda de música de San Cristóbal ya espera a los peregrinos, una mujer reparte gladiolas rojas y forman filas para avanzar por la calle principal. El estandarte de la parroquia de San Cristóbal se eleva en lo alto cargado por una mujer. Encabeza la procesión la danza de San Luis Soyatlán que también sale a recibir a los peregrinos en un encuentro hermanado por la fe.
La calle Pino Suárez es un camino sembrado de hombres y mujeres que esperan a los peregrinos con tacos, café, agua fresca, pan dulce, birria y frijoles guisados.
En una de las mesas reparten tacos de carne adobada; solamente en ese puesto son dos puercos los que se sacrificaron para ofrecer los alimentos y unos 120 kilos de tortillas.
Cuando pregunto quién paga todo ello, aparecen algunos apellidos: Arana, Morales, Ávalos, Zúñiga, Cumplido y los habitantes del barrio. Las familias que viven en el extranjero y el pueblo que en un esfuerzo colectivo ofrecen el cálido recibimiento.
En una de las casas con fachada de adobe hay un rótulo: Baños gratis; en un poste otro cartel anuncia: Baños cinco pesos.
Las guirnaldas de flores de plástico blancas y amarillas conforman una bóveda luminosa que parece se nos cae encima. Unas cruces con la imagen del Señor de la Salud flanquean la calle, pegadas de los postes.
Luis Ramón Navarro Zepeda coordina toda la decoración. Con dos meses de anticipación reúne a hombres y mujeres voluntarios, que trabajan en las tardes hasta avanzada la noche.
Aquel cuartito donde comenzó el culto al Señor de la Salud está convertido ahora en una capilla capaz de albergar cerca de un centenar de personas. De color amarillo, con coro y campanario, la capilla esta hoy rebosante de rosas amarillas y girasoles.
Los peregrinos ingresan llevando las gladiolas, un hombre se limpia las lágrimas y la voz de otro retumba en el recinto.
¡Que viva el Señor de la Salud!, ¡Que viva San Cristóbal!, ¡Viva San Juan Cosalá!
-¡Viva!- responden a coro los fieles mientras depositan las flores en el altar y salen para dar el paso a los siguientes.
Por la tarde a las 6:00, la imagen es bajada por los miembros de la Guardia de Honor, que son más de una decena de hombres. La fiesta continúa con la procesión de casi dos horas por las calles principales del pueblo. El Cristo es acompañado por danzas, banda de guerra y banda de música.
“Junio 1830”, dice una inscripción con gruesas letras negras, detrás de la Cruz del Cristo, que ha sanado a tantos.
El Cristo sepultado entre el polvo de los años llevaba en el cendal con un papel en el que estaba inscrito “El Señor de la Esperanza”.
Texto y fotos: María Reynozo Medina.
El brazo ensangrentado y la mitad del rostro era lo único que se apreciaba de la figura inerte del crucificado. Estaba sepultado en medio de la vieja bodega de suelo sin piso del templo de San Cristóbal Zapotitlán. Una montaña de tierra de hormiga y polvo acumulado de los años cubría la figura.
“Señor de la Esperanza” decía un trozo de papel amarillento que cayó cuando le removieron el cendal. También el cendal estaba manchado y al tocarlo se rompió en pedazos. La cruz desvencijada era de un color verde pálido; el Cristo estaba completo.
Fue Rubén Solano González quien soñó a ese Cristo sin conocerlo. Lo señaló a él precisamente, cuando fue al templo en busca de aquel crucificado que en sus sueños le pedía que lo sacaran de ahí. Rubén estaba enfermo, pero sus insistentes palabras decían que detrás del altar estaba aquel que le pidió salir a la luz. Había buscado a las hermanas de la casa Magdalena Sofía, le había dicho al padre; fue el sacristán Genaro Reyes Gallardo quien lo llevó ante él.
-Es él- le dijo.
Unos meses después, Rubén falleció.
-Si te quieres salir nadie me va a decir nada- le dijo Genaro al Cristo que aguardaba en aquella sábana de arcilla, mientras con la ayuda de un par de niños emprendió el rescate.
Luego lo colocó en el bautisterio; cuando las monjitas lo vieron, solo preguntaron de dónde había venido ese Cristo. También el sacerdote dio su aprobación. De aquello hace cerca de 40 años.
Genaro le tomó un gran cariño, y recibió milagros del Cristo. Aún cuando se retiró por un tiempo de su actividad en el templo, pensaba en él con fervor.
A su regreso al pueblo, Genaro se encontró con que el sacerdote en turno le había bautizado como “Dulce nombre de Jesús”. Y al hacerle un milagro, el párroco le organizó un triduo para honrarlo. Con el paso de los años, el triduo se convirtió en novenario y cada segundo domingo de mayo las campanas doblan en su honor y se celebra la misa de función.
En 2022, a casi cuatro décadas de aquel hallazgo, el Señor de la Esperanza recibe los honores y el fervor de los feligreses, aunque con otro nombre.
A las 5:00 de la mañana estalla el primer cohete en su honor y los fieles, en su mayoría mujeres, se encaminan por las calles empedradas, algunas llevando una vela. Los músicos del pueblo comienzan a llegar al punto de reunión hoy toca al oriente.
Una de las encargadas del día camina en frente de la procesión llevando un Cristo de un metro de altura. Somos apenas 25 los que caminamos hacia el templo acompañados de la música.
Al llegar nos recibe el repicar de campanas y otro montón de cohetes.
El Señor de la Esperanza está ataviado ahora por un cendal marrón que lleva el cáliz y la Sábana Santa en el centro, en medio de un azul celeste; dos días de arduo trabajo le llevó al obrajero de Jocotepec, don Pedro Mendoza Navarro, tejer cada hilo de lana para regalarle al crucificado el estreno en su día.
La voz de una mujer sobresale y otras la secundan en el cántico final, que con dificultad llega al final porque se escucha a varios toser; los últimos minutos son un concierto de toses, que son compensados por la canela caliente y las piezas de pan que ofrecen al final los encargados del día.
Para la procesión, el Señor de la Esperanza es adornado con un resplandor de rayos dorados y colocado en la plataforma de una camioneta. A su lado esta otra vez Genaro Reyes, que decora con crisantemos blancos y amarillos el altar móvil que recorre las calles principales del pueblo dejando rostros deslumbrados de fervor.
Hoy no sólo lo acompañan los fieles armados de sus sombrillas floreadas y multicolores, sino también el mariachi, la banda y las danzas que le rinden honores.
A su llegada, los ojos de los fieles están absortos en el rostro maltratado del Cristo, el semblante de una mujer que está al frente parece que se transfigura y el crucificado parece no querer entrar cuando un grupo de unos cinco hombres con dificultad ingresan al templo con él a cuestas.
-¡Viva el Dulce nombre de Jesús! Grita la voz de una mujer.
-¡Viva el Señor de la Esperanza! Grita otra.
-Yo creo que sí se quería salir, porque lo pude con la ayuda de dos niños. Y ahora no lo pueden- Dice Genaro.
Dicen que a muchos sacerdotes que han visitado la parroquia les ha llamado mucho la atención ese rostro, por su realista aspecto mortuorio; por el profundo dolor que guardan sus ojos entreabiertos y el dramatismo de su cuerpo desfallecido.
Cuentan que según un restaurador que vino a verlo, la figura fue labrada a mano en madera de huaje, que su costado encarnado está recubierto por una fina pintura y los dientes que asoman por sus labios entreabiertos son de marfil.
Ahora está ante los ojos de todos aquel Cristo que aguardó por quién sabe cuántos años en el olvido, llevando su nombre ceñido al cendal, esperando tal vez las voces invocando su nombre.
¡Viva el Señor de la Esperanza!
Las mañanitas son entonadas por el mariachi en la fiesta del Señor del Huaje.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina.
Las calles de Jocotepec aún están en penumbras; son cerca de las 5:30 de la mañana y las flores y follaje, naranja y verde de los tabachines, a la entrada del templo ahora se ven grisáceos.
Ya están congregadas cerca de un centenar de personas dentro y en las afueras del templo, bajo los frondosos árboles. Las danzas se preparan y la banda de música está tocando. Unas ollas vaporeras descansan en los cajetes. Chocolate, canela y atole de tamarindo, para los fieles que se dan cita en el templo del Señor del Huaje, por su fiesta.
…Vamos a bailar, vamos a bailar el mono de alambre, el que no lo baile, el que no lo baile, que me haga compadre….
Cantan los hombres de la banda. Las campanas tocan la segunda para la misa de seis y el padre Mario Fernando Sandoval Varela sale del templo para recibir a los cargueros.
–Qué tal la música- dice. Y El mono de alambre es interrumpido por los cánticos de una procesión.
..Que viva mi Cristo, que viva mi Rey… cantan unas mujeres y la banda se detiene.
Llega enseguida la Banda de Música de San Cristóbal y entona las mañanitas seguidas de valses y pasodobles, que se permean en la celebración eucarística.
Al final de la misa, un hombre lee los cargos varios; que son la música, el Alba, cera adornada, danzas, cena para los músicos y castillo. Nombra a las familias que asumen los gastos. Muchas del barrio de Nextipac.
A la salida de misa comienzan a repartir las bebidas y los danzantes ejecutan sus movimientos al sonido del tambor y el caracol.
El día de hoy se espera la visita del padre Eduardo García Orta que estuvo tres años en la comunidad de Jocotepec y aún conserva el cariño por estas tierras y la veneración por el Señor de Huaje.
El padre “Lalo” como la comunidad lo llama, viene en camino con un cendal muy valioso para ser estrenado por el Señor del Huaje en su fiesta. Algunos representantes de la guardia de honor están reunidos, son poco más de diez en este momento, y aguardan. Están a la expectativa: “dicen que ese cendal tiene hilos de oro”, se escucha una voz entre discreta y festiva. Hay mucha emoción por verlo y por encontrarse también con el padre.
A su llegada, el padre Lalo es recibido con muestras de cariño, se congregan en el altar y todos se acercan a ver el cendal que es de un rojo vivo con bordados dorados.
Para llevar a cabo el cambio de cendal, los varones permanecen en el recinto y las mujeres esperamos afuera.
Una mujer que me acompaña en la espera dice; son cosas de hombres, una no tiene nada que estar haciendo ahí. Refiriéndose a la ceremonia de cambio de cendal.
Carlos Mendo es el encargado principal, lleva diez años como responsable de la guardia de honor conformada por cerca de un centenar de personas en su mayoría varones y pocas femeninas recientemente integradas, aunque para Carlos fue difícil, ya que recibió cuestionamientos por parte de algunos feligreses por haber permitido el acceso a las mujeres.
-Dios no dice tú no o tú sí- dice seguro.
El señor Roberto Mendo, padre de Carlos era el encargado y dejó como herencia el cargo a su hijo.
Es una gran responsabilidad dice Carlos porque es cuidar no solamente la imagen de un cristo muy amado por todos sino de una pieza con valor artístico histórico. La última restauración costó 140 mil pesos, que fueron recaudados con donativos de la propia comunidad.
Es una responsabilidad difícil, pero también es una bendición.
“Ahora solo le pido trabajo y salud”.
Víctor, integrante de la guardia de honor cuenta un testimonio:
Su esposa estuvo enferma por un par de meses, inexplicablemente perdió la movilidad del cuerpo y permaneció en cama con mucho dolor. Acudieron con varios médicos y la salud de su mujer no mejoraba. Una mañana, ella le dijo:
-Soñé al Señor del Huaje-.
En el sueño, el Señor del Huaje le decía “toma de esa agua”, señalando un charquito que había al lado. La mujer pidió que la llevaran al templo con el crucificado.
Cuando estuvo frente al altar había un poco de agua ahí en el piso, ella acercó los labios e imploró por su salud.
Ese día salió caminando del templo, sana. A partir de entonces, ambos pidieron pertenecer a la guardia de honor para custodiar la imagen.
En el primer domingo de mayo, destinado a celebrar a este Cristo, la procesión es casi la última ceremonia del día, en la que coinciden los músicos del mariachi con sus trajes aperlados, los de la banda con sus camisas azules y al menos cinco grupos de danzantes. Abundan los plumajes coloridos al compás del tambor.
Hay filas de personas arrodilladas al encuentro del crucificado para cumplir con una manda o pedir algún favor.
El recorrido de un par de horas es un mosaico donde coinciden danzantes con plumajes y trajes multicolores, músicos con sus lustrados vestuarios y el cerco de la guardia de honor con sus camisas de rojo encendido.
El sonido de los tambores anuncia la cercanía de la procesión; a su paso, la figura del crucificado de casi tres metros de altura, arranca suspiros y lágrimas.
En un altavoz la voz de una mujer reza y canta:
…Hay unos ojos que si me miran hacen que mi alma tiemble de amor, son unos ojos tan primorosos……
El Señor del Huaje es llevado en una plataforma especial conducida por un hombre, avanza sobresaliendo entre la multitud con la mirada hacia el cielo, hacia las montañas, hacia los fieles que a veces se miran en sus ojos porque Él está vivo, dice una mujer a mi lado extasiada de fervor.
Bertha Mendoza Díaz profesa un gran fervor a la imagen del Señor del Huaje.
Fotos y texto por: María del Refugio Reynozo Medina:
Sus padres les enseñaron que Dios existe; no con palabras, sino con amor. Bertha Mendoza Díaz tiene 73 años y es originaria de Jocotepec; ella y su hermano Cándido Mendoza Díaz crecieron viendo la amorosa devoción al Señor de Huaje por parte de sus padres.
Su padre, Cirilo Mendoza Valencia, uno de los obrajeros de Jocotepec, enseñó el oficio a Cándido quien además de obrajero es músico y ha sido maestro de artes de Preparatoria por 24 años.
Cirilo Mendoza siempre quiso ser parte de los organizadores de la fiesta del Señor del Huaje. Le profesaba una gran devoción, pero no era integrante de ningún grupo.
Hasta sus oídos llegó la noticia de que era el último año que se celebraba al Cristo por falta de recursos económicos. Era por el año de 1970. Don Cirilo pidió participar, y para ello sólo tuvo que acudir a la parroquia del Señor del Monte para pedir unas cortinas y candelabros prestados pues el recinto del Señor del Huaje no tenía.
Don Cirilo acudió con el señor cura para pedirle en préstamo lo necesario.
El señor cura le dijo:
-Si alguna de las cosas se pierden, las pagarás.
-Si es necesario quedarme con él a dormir me quedo, le contestó.
La noche de la víspera de la fiesta, el grupo de ayudantes se dispuso a cerrar la puerta una vez terminado el adorno; la puerta permaneció inmóvil no podía cerrarse ni siquiera con la ayuda de los demás.
Entonces recordó que había prometido quedarse a dormir con él.
Los organizadores solidarios se unieron a don Cirilo y fueron por sus artículos personales para pasar la noche en vela. Algunos de ellos eran Ángel Paz, Benito Inés y Catarino Olmedo.
Cuando estuvieron de regreso y ya se disponían a acomodarse, intentaron cerrar el pesado portón de madera. Ante la mirada de todos, el portón cerró. Entonces volvieron a sus casas.
-Nos estaba tanteando- dijo uno.
Las primeras celebraciones en honor a este Cristo eran sólo de dos días: sábado y domingo; en los días posteriores a la fiesta de enero. Luego se concretó la celebración de un novenario.
La señora Bertha continuó con el amor hacia la imagen y estuvo muy cercana a las actividades del templo.
Aunque en el templo no siempre se vivió la contemplación amorosa; recuerda a un señor cura Emeterio Romo se llamaba, para la señora Bertha y otros vecinos, siempre fue muy extraño su actuar.
Decía que por qué hacían tanta fiesta, le daban alergia las flores.
Cuando le solicitaban autorización para la fiesta, se portaba renuente.
-Son nuestros cristos aparecidos- le decían las mujeres.
-Cristos aparecidos, monos de palo- arremetía el cura.
En una ocasión por el año del 75 Bertha se enteró que se llevaba a cabo una junta para cambiar la fecha de la fiesta, ella junto con más personas no estaba de acuerdo y trataron de impedirlo. Al final cambiaron a la actual fecha de mayo, pero en enero de ese año también lo celebraron.
La última, fue la fiesta de los excomulgados les decían a quienes participaron en ella. La primera vez que celebraron la fiesta en mayo, los organizadores mandaron citar a los organizadores de la de enero, a través de la presidencia para que les prestaran la plataforma. Los ánimos se crisparon y unos y otros estaban en pugna por la mentada plataforma.
Al final se las prestaron y ese año el Señor del Huaje tuvo dos fiestas y muchos fieles que se congregaron en torno a la imagen.
Se dicen muchas cosas de ese Cristo, alguien dijo una vez que entreabrió los labios. Algunos dicen que a veces se hace muy pesado. O que no siempre, las fotos que les son tomadas salen.
Contaban también que un hombre le prometió unas cortinas, y como no las compraba, una tarde llegó un señor a su casa llevando unas cortinas.
-Aquí encargaron unas cortinas- dijo.
Y solicitó el pago.
-No te hagas el chocante – alguna vez le dijo una mujer con cariño.
La señora Bertha profesa un gran amor por este crucificado y conversa de cerca con él. En una ocasión, a su nieta le robaron una camioneta. “¿Por qué?”, pensó y cuestionó para sus adentros; “era la camioneta o ustedes”, escuchó en el fondo de su corazón.
En una ocasión, pensó que todo había terminado, le diagnosticaron un tumor, la intervención era urgente, y antes de partir para el hospital, Bertha se arrojó a los pies del crucificado suplicando por su salud, cuando estaba en el hospital sometida a los exámenes clínicos, los médicos no encontraron nada maligno. En su corazón comprendió que fue él.
¿Qué si lo quiero?
Me dice con una mirada lejana.
¡Ay que si no lo quiero! dice con una franca sonrisa, muy cerca del llanto.
-Yo no sólo he escuchado de él, desde el vientre de mi madre lo he vivido y amado.
El personaje de Poncio Pilato, lo acompañan su mujer y las mujeres de su palacio.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina
Son poco más de 50 actores en escena; entre niñas, niños y hombres y mujeres adultos. Desde febrero pasado comenzaron a preparar la representación de la Pasión de Cristo en la cabecera municipal de Jocotepec.
A pocos minutos de comenzar el Viacrucis, los participantes cuidan los últimos detalles congregados en la casa pastoral de la parroquia del Señor del Monte. Se acomodan el peinado, las túnicas y los dirigentes dan instrucciones.
Pedro Gómez Monreal es uno de los organizadores; también Benjamín Ramos Bautista. Las últimas tres semanas fueron de arduos ensayos.
Lucia Mendoza es maestra de primaria, representa a la mujer de Poncio Pilato; está ataviada con un vestido color perla de mangas satinadas y una diadema dorada. Para la maestra Luci es extraordinario poder transmitir a un Dios vivo a través de los personajes que representan ella y sus compañeros.
También está su papá, don Pedro Mendoza, el obrajero que hace sarapes de lana y que representó ayer al apóstol Pedro. Hoy aparece junto con hombres y mujeres del pueblo.
-Ayer lloré – dice afligido.
“No se siente nada bien negar a mi Dios, y menos tres veces”.
Ángel Gael Ramos también representa a un muchacho del agitado pueblo que exige la Crucifixión de Jesús. Desde muy pequeño ha acompañado a sus padres y ahora lo hace desde el personaje que se le asigna.
El Jesucristo de esta edición 2022 es representado por Cristian José López López.
Los feligreses ya están en el atrio a la espera. Los tres escenarios de las primeras estaciones del Viacrucis están listos. En el primero, aparece Poncio Pilato, interpretado por Pedro Gómez y su mujer en medio de cortinas púrpuras. En otro tablado está Herodes rodeado de su servidumbre. Jesús va de un escenario a otro entre empujones y latigazos de los soldados en medio de los gritos del pueblo.
En otro cuadro, aparece un enorme tronco al que es atado el Nazareno. Ahí recibe azotes ante la mirada de los actores que representan a la enfurecida turba y los feligreses que viven el Viacrucis.
Una niña de unos diez años vestida con una túnica café, observa con ojos angustiados; sufre la escena y pellizca ansiosa un bastón de madera que carga en las manos.
Entre risotadas de burla y empujones entregan en los hombros la enorme cruz de madera al personaje de Jesucristo. Los fieles continúan el rezo del Viacrucis por las principales calles de Jocotepec.
La noche ha caído, desde la bóveda celeste nos observa una luna redonda y brillante. Al lado de la solemnidad de los rezos, aparece una mujer con un triciclo de carga vendiendo elotes, guasanas, cacahuates y tostilocos. Acompañada de una muchacha observa el paso del Viacrucis y continúa su camino. La cenaduría está abierta, “Hoy tamales y atole”, dice un pequeño rótulo. Una mujer que cena hace una pausa al paso de la procesión. La florería también está abierta y algunas personas miran desde adentro el Viacrucis.
A la llegada al templo, están levantadas las cruces de los ladrones Dimas y Gestas y preparan la de Jesucristo. La gente se arremolina en torno a la escena final, el atrio permanece en la oscuridad; los rostros inquietantes de algunos de los asistentes se iluminan con las lámparas del exterior.
Unos soldados colocan sin sus vestiduras a Jesús sobre la cruz, sujetándolo de manos y pies para luego levantarlo en lo alto, apoyados de unas gruesas cuerdas.
En medio del ambiente fúnebre, el estruendoso reguetón proveniente de un vehículo tipo Razer que pasa por afuera del templo irrumpe la ceremonia al mismo tiempo que los asistentes la ignoran.
La escena está completa, las siluetas de las tres cruces se divisan en medio de los follajes de los árboles iluminadas por un faro de luz blanca que enfoca los rostros de los personajes.
Con el cuerpo ensangrentado, el crucificado pronuncia las últimas palabras ante la mirada angustiosa de los asistentes.
-¡Judas se ahorcó!- Grita una voz masculina.
Y la gente dirige sus miradas al escenario posterior donde la silueta de un hombre cuelga de una soga.
La agonía de Jesús vuelve a ser interrumpida por el Razer con el sonsonete que pasa por segunda vez luciendo una barra de colorida luz.
Los fieles se concentran en la figura desnuda y maltrecha del crucificado que a punto de expirar exclama:
-En tus manos encomiendo mi espíritu-
Inmediatamente, una voz inunda la escena.
-¡Está temblando!
Y todos se arrodillan.
Al pie de la cruz está el personaje de María acompañada de Juan y otra mujer.
El joven que interpreta a Juan en verdad llora amargamente. Toma del brazo a María con el rostro bañado en llanto, un rostro que realmente está viviendo el calvario y muerte del verdadero Hijo de Dios y enjuga una y otra vez sus lágrimas, porque para él sus acompañantes son en ese instante los personajes de las sagradas escrituras y el atrio de la parroquia, no es el atrio, sino el Gólgota mismo.
El señor Cura Carlos Enrique Medina Garibaldo preside la procesión del Domingo de Ramos en San Cristóbal Zapotitlán. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina.
Las mujeres barriendo la plaza y el atrio del templo de San Cristóbal Zapotitlán anuncian la proximidad de una celebración: la misa solemne del Domingo de Ramos.
Están colocadas en la entrada del templo una fila de troncos de palma que forman un camino para llegar hasta el recinto. En el extremo, llevan una palma encajada en el centro que se levanta hacia el cielo.
Dos mujeres barren la escena, mientras en la plaza otras más recogen la basura con los primeros rayos del sol poco después de las ocho de la mañana.
Hoy, además de la celebración del Domingo de Ramos, se lleva a cabo la revocación de mandato 2022.
Alrededor de las 11:30 de la mañana, los feligreses se congregan en la calle Zaragoza de San Cristóbal, cerca del crucero. Llevan ramos de romero y manzanilla. Algunas mujeres cargan bebés en los brazos; otras en carriolas.
Un grupo de seis personas, cuatro mujeres y dos hombres, cargan palmas trenzadas de un verde claro, y dos de ellos sostienen una biblia en las manos mientras avanzan en la procesión.
Un grupo de hombres enfundados en brillantes túnicas caracterizan a los apóstoles, mientras que un joven en el papel de Jesucristo camina vestido con una túnica blanca y un manto rojo. El señor Cura Carlos Enrique Medina Garibaldo encabeza la procesión que avanza entre cánticos y el aroma del copal.
El ambiente huele a romero, albahaca y manzanilla.
Al término de la celebración la gente se congrega en la plaza y muchos se recetan unos tacos de carnitas, tacos de bistec o una rebanada de flan.
Mientras tanto, en el local a unos metros de la escuela primaria están colocadas las urnas para llevar a cabo la consulta de revocación de mandato impulsada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Las casillas abrieron desde las ocho y unos minutos; sin embargo, a las 8:30, aparecen solitarios una pareja de primeros votantes.
Están instaladas dos casillas; de la sección de 1668 y 1687. Cada casilla tiene un presidente, un secretario y un escrutador.
La afluencia de votantes es lenta; y de un padrón de unos tres mil votantes solo se registra la participación de 275 presentes cuya decisión mayoritaria es que el presidente en funciones permanezca.
Así transcurre el anunciado proceso de revocación; entre las campanas que llaman a misa y las urnas que llaman a votar en donde los fragantes ramos de romero superaron por decenas la participación de los ciudadanos.
Leonardo Saucedo mejor conocido como “El Chiri”, es danzante por herencia. Desde los siete años su abuelo lo encomendó al Señor del Huaje en Jocotepec a quien ofrenda sus danzas en las festividades. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina
Desde pequeño, Leonardo Saucedo aprendió los coloquios de su padre Leobardo Saucedo Valentín, que era danzante y realizaba la representación de la conquista en la localidad de Nextipac, municipio de Jocotepec.
Miraba con atención los ensayos, recuerda con claridad los personajes; la Malinche, Hernán Cortés y Cuauhtémoc.
–Levántate gran monarca, que ya viene Hernán Cortés…
Comenzaba en uno de sus diálogos La marina; en el coloquio que recreaba el episodio de La Conquista; que llegaba a durar más de tres horas y en el que participaban hasta 60 actores entre danzantes y músicos con guitarra, vihuela y tambores.
A la edad de siete años Leonardo sufrió una enfermedad muy extraña; le aparecieron pequeñas heridas en gran parte de su cuerpo que supuraban. Su abuelo se lo encomendó al Señor del Huaje, el Cristo tallado sobre un enorme árbol de guaje cuyo hallazgo se realizó en las inmediaciones de San Pedro Tesistán y que se encuentra en la capilla antes llamada de la Purísima Concepción en la cabecera municipal de Jocotepec.
Le prometió que, si lo sanaba, le entregaría a su pequeño nieto para que lo alabara mediante la danza. Así emprendieron la peregrinación desde Nextipac al templo del Señor del Huaje, caminando, orando, danzando y el niño de siete años cargando además de su enfermedad, un pesado tambor de madera.
Don Leonardo “El Chiri” ahora tiene 86 años, recuerda aquel momento y se le escapan las lágrimas.
-Llegué hasta con calentura- dice.
Luego de quince días, el niño se sanó por completo.
Su papá acostumbró llevarle al Señor del Huaje, en sus festividades “el alba” (cohetes, canela, pan y repique de campanas).
Además del gusto por la danza, recuerda que cotidianamente ayudaba a su papá en las labores del campo. Mientras cosechaban los frutos o sepultaban las semillas, en medio de los surcos repasaba los diálogos. Aunque los ensayos oficiales eran por la tarde cuando ya terminaban las jornadas del campo.
Como danzante “El Chiri” anduvo por Zacoalco de Torres, San Luis Soyatlán, Tizapán el Alto, Santa Rosa y Atequiza en Ixtlahuacán de los Membrillos.
Ahora dice le da tristeza verse viejo, sin embargo, mientras exista vivirá también su fervor por el crucificado hecho de un árbol de guaje. Cada que va a Jocotepec, la primera cosa que hace es ir a visitar la imagen y llevarle una veladora. También cada año se hace presente en su fiesta.
-Aunque gateando, pero he de ir.
“El Chiri” le llaman en el pueblo porque un día en un partido de fútbol a diez minutos de terminar, anotó un gol olímpico que llevó a su equipo al triunfo.
– Fue de chiripada- le decían.
“El Chiri” aprendió muy bien su faceta de actor, no solo de danzante. Recreó personajes con distintas voces. Los indígenas hacían unas voces dice, y los conquistadores otras.
Un día que caminaban por el cerro con rumbo a Cajititlán para una presentación, la mujer que iba a representar a la Malinche se cayó justo en un arroyo. Cuando llegaron a su destino ya no tenía voz. “El Chiri” no tuvo problema para representar la voz femenina y completar el cuadro. Tenía muy buena memoria, aunque “no tuvimos escuela”, dice.
En aquellos tiempos tenían por escuela un frondoso árbol de mango, un pedazo de tabla ahumada y su profesora.
Sin embargo, llegó a aprender no sólo sus diálogos sino los de todos los demás.
Ahora son vagos los recuerdos; y entre ellos se escapan algunas incompletas estrofas de lo que fue el esplendor de los coloquios de La Conquista.
Silencio y poca morulla, si esta danza quieren ver.
Óiganme tanta mujer cuál es la más murmurona,
es trenzuda o es pelona.
Adornada con trapitos callen esos labiecitos
No turben a Juan Guarín epa maistro del violín
Tóqueme los enanitos para bailarlos aquí……
Don Pedro Mendoza Navarro recibió el reconocimiento “Roberto Montenegro”, otorgado por la Secretaría de Cultura de Jalisco por su trayectoria como tejedor de sarapes de lana. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina
Don Pedro Mendoza Navarro quien desde los ocho años de edad hace sarapes de lana en el municipio de Jocotepec; es uno de los doce artesanos de Jalisco convocados para recibir el reconocimiento “Roberto Montenegro”, por toda una vida de trayectoria como creador de gabanes tejidos en lana. El reconocimiento lo otorga la Secretaría de Cultura del Gobierno del estado, a los hombres y mujeres con mayor experiencia.
El centro cultural Patio de los Ángeles en el barrio de Analco de Guadalajara es el escenario para la entrega; desde antes de las cuatro de la tarde, del viernes 18 de marzo, una docena de artesanos junto con sus familias provenientes de unos diez municipios del estado permanecen sentados a la espera del inicio de la ceremonia.
Predomina la presencia de hombres de pelo cano que están en la primera fila; un hombre de la tercera edad en una silla de ruedas, está constantemente atendido por sus familiares. Le acomodan el sombrero, le hablan al oído, le revisan la boca, los ojos. Uno calza unos claros huaraches de cuero. Dos hombres usan sombrero blanco; uno de ellos lo sostiene en las manos a la espera de que comience la sesión. Mientras, le da vueltas, como el personaje del cuento de Edmundo Valadez (La muerte tiene permiso) que en una junta espera nervioso.
Doña Elena Quezada Cabrales de 89 años de edad, bordadora; es la única mujer homenajeada. También espera sentada al lado del hombre de la silla de ruedas, en silencio.
Son cerca de las cinco de la tarde y los artesanos siguen a la espera de las autoridades que están por llegar.
Don Pedro Mendoza, de 76 años de edad, está muy contento y nervioso también, la espera alarga el nerviosismo porque él es el seleccionado para tomar la palabra una vez que inicie la entrega de los reconocimientos.
-Mañana es dia de San José obrero- Dice muy orgulloso de sentirse igual, un sencillo obrero que hace piezas dignas de mostrarse al mundo.
Uno de sus sarapes está expuesto; es color crema de lana natural con hilos de colores; los brillantes romboides al centro parece que se mueven, las flores celestes y rojas aparecen brillantes, al lado de un cartel con una frase de don Pedro obtenida de una serie de entrevistas realizadas por parte de la dependencia.
“Cuando le enseño a un muchacho a usar el telar, me pongo contento, porque sé que mi conocimiento no morirá cuando yo me vaya”, reza el pequeño rótulo.
Según Rafael Castro Rivera, Jefe de Culturas Populares y Urbanas de la Dependencia estatal de cultura, los artesanos homenajeados, tienen en promedio una edad de 78 y 92 años.
Alrededor de las cinco de la tarde se hicieron presentes, Margarita Alfaro Aranguren, Directora de Fomento Artesanal; Lourdes González Pérez, Secretaria de Cultura de Jalisco y Mario Alberto Limon Carranza, Director de Gestión Integral de Proyectos de la misma dependencia. Ocuparon las sillas colocadas al frente en el presídium. También ahí estuvo don Pedro y doña Elena.
En su discurso, el obrajero jocotepequense expresa su emoción por la posibilidad de transmitir a las nuevas generaciones sus saberes, a través de la Escuela de Telar de Jocotepec, donde enseña a los jóvenes a tejer la lana.
En medio de aplausos y luego de los discursos de los funcionarios, los artesanos reciben el reconocimiento enmarcado en un cuadro de madera que abrazan para la foto.
Los 12 artesanos reconocidos fueron Alejandro Alfaro, Juan Manuel Águila, Pedro Mendoza, Elena Quezada, Flavio García, Luis Zermeño, Carmen Torres, Jesús Flores, Luciano Jacobo, Jorge Soriano, José Hernández y José Ascensión Juárez.
En torno a la reunión y con motivo del Día del Artesano (19 de marzo), la jefatura de la Secretaría de Cultura organiza la exposición de artesanías Hecho con el corazón en la que se exhiben piezas de distintos municipios. Se exponen huaraches y cuchillería de Sayula, objetos de ocochal de Mazamitla, esculturas de cantera rosa procedentes de San Miguel el Alto y objetos de talla de hueso de Teocaltiche.
Los asistentes comienzan a retirarse, algunos toman apurados el agua de horchata que les ofrecen y comen los tacos al vapor que se sirvieron. Otros se los llevan y salen apurados.
Las autoridades siguen participando en el recorrido. Entre todas las piezas; el sarape de don Pedro parece brillar; las flores adquieren movimiento cuando la Secretaria de Cultura, Lourdes González, lo toma entre sus manos en su recorrido final por la exposición. Don Pedro conversa orgulloso de su proceso, le muestra a las autoridades sus manos marcadas por el trabajo de toda una vida en el telar. No solo tiene decenas y decenas de sarapes en su haber, sino decenas más en la lista de espera. Está terminando un sendal para el Señor del Huaje, del que solo cobrará el material, porque reitera, los trabajos para él no se cobran.
Este tejedor de hilos de colores representa hoy al municipio de Jocotepec en un evento de reconocimiento austero donde lo que más resplandece, es ese sarape salpicado de figuras que “parece que se mueven”.
A la “seño Cata” no le gustan las fotos. –Estoy muy fea- Me dice. Pero su presencia la contradice. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina.
A sus 93 años, anda sola por la casa, apoyada de una andadera con un rostro impecable. –Yo soy muy feliz- dice detrás de un hondo suspiro.
No hace falta que lo diga, lo anuncian sus pasos de lento pero seguro andar, sus bonitos ojos luminosos y la apacible sonrisa enmarcada por sus bruñidos cabellos. Lleva unos zapatos negros que dejan ver sus dedos perfectos. Una falda larga línea “A” color caqui y una blusa suave color almendra.
Catalina Valencia se retiró a los 82 años; fueron 62 años de servicio como maestra.
-Es un error estar en el magisterio si no nos gusta- comentó.
Además de ser maestra de primaria, le tocó empezar a dar vida al proyecto de la Secundaria Magdalena Cueva en 1963; junto con la directora Antonia Palomares Peña. Ahí impartió clases de inglés y geografía. La primera primaria completa la formó la maestra Palomares, porque en ese tiempo en Jocotepec, la primaria elemental era solo hasta cuarto grado.
-La directora confiaba mucho en mí, ella era enérgica muy preparada-
La “seño Cata” como le decían sus pupilos, cuenta sus vivencias como si fuera ayer, recuerda datos, nombres.
-Le voy a contar, que bonito- dice con emoción.
“La directora nos comisionó para ir por todo el pueblo invitando a los muchachos casa por casa”.
La primera secundaria inició en un edificio prestado, el de la escuela Primaria José Santana. En la tarde, ya que los niños de la primaria habían terminado su jornada.
Había un personaje muy conocido, Mario González Barba, él fue el padrino de la primera generación, impartió clases de biología.
El sacerdote Santiago Ramírez impartía la clase de dibujo y el Ingeniero Jorge Ibarra Gálvez de química.
También fueron a invitar a los pueblos; a San Cristóbal, Zapotitán, Huejotitán y El Molino. Era una secundaria por cooperación, recuerda que pagaban 30 pesos al mes. Los maestros ganaban 15 pesos la hora y si es que había para pagarles. Había un patronato conformado por personas de la comunidad que transparentaba los recursos.
En 1970 logró el patronato hacer el edificio propio, hasta los albañiles aportaron de su mano de obra, fue un edificio que se construyó gracias al esfuerzo de los padres con sus aportaciones, de los maestros y de la comunidad. Sin embargo, en 1982, bajo la premisa del presidente de la República de que hubiera secundarias por todo el país; vino una autoridad a Jocotepec para ofrecer la escuela secundaria, el presidente municipal en ese entonces, les respondió que ya había secundaria y no recibió el proyecto. Pero sí permitió su apropiación para la creación de la secundaria oficial y terminaron despojando de él a los maestros fundadores. A quienes despidieron. Fue para la maestra y sus compañeros un hecho repudiable.
“No quiero ni decir el nombre de esa autoridad porque aún me duele”.
Como maestra de secundaria, algo que siempre la llenó de satisfacción era ver a aquellos niños que con tantas dificultades lograban su meta. Los que incluso provenientes de algunas delegaciones, atravesaban el cerro caminando para llegar a la escuela. En el pueblo había pocos profesionistas, los maestros ajustaban las clases a sus tiempos y a veces hasta en sábados se completaban las jornadas.
La maestra, recuerda un niño de Potrerillos que con muchos esfuerzos asistía; se quedaba a dormir en la cochera de su amiguito.
“A los de San Cristóbal los quise mucho porque eran muy nobles, dejaron una hermosa huella en mí”.
Cuando la maestra Catalina se retiró, la secundaria contaba con 300 alumnos. Aún los recuerda.
-No sé si me querían- dice-, pero muchos aún me visitan; y yo los amo.
La secundaria marcó un hito en la historia de Jocotepec. Para muchos, hay un Jocotepec antes de la secundaria y Jocotepec después de la secundaria.
En 1987, la “seño Cata” se jubiló con 36 años de servicio en la educación primaria. Pero no terminó ahí su misión, un sacerdote zacatecano en San Juan Cosalá, Alberto Macías Llamas hizo un internado en San Juan, escuchó hablar de la maestra y fue a buscarla, la maestra iba por seis meses y se quedó por 21 años al servicio de los 200 niños albergados, provenientes de comunidades rurales.
Aunque Catalina fue directora, para ella lo más bonito no eran los cargos importantes, sino la cercanía con los niños en el aula como maestra.
“A mí siempre me gustó que mis alumnos fueran los primeros, nunca los últimos, y me traía los primeros lugares en los concursos de aprovechamiento”.
Cuando le pido que me muestre sus reconocimientos, accede, pero me dice:
-¿No será una chocantería?-
Caminamos hacia el pasillo donde cuelgan sus títulos y reconocimientos.
Esas condecoraciones y el reconocimiento de sus alumnos es lo más valioso para ella, aunque no son proporcionales a la cantidad de la pensión que recibe.
-Eso sí se lo digo- y me menciona el modesto monto de su pensión.
-¿Verdad que hay injusticias?, dice la mujer que entregó toda una vida al magisterio.
-Si yo le dijera que sabía bailar tango no me creería- dice pintando una sonrisa.
La “seño Cata” es una maestra enamorada de su hacer; ama la música, las flores pero no en los floreros, sino en los jardines.
-Si volviera a nacer, volvería a ser maestra-
“A mí me tocó ver morir a mi madre cuando niña, me tocó que me diera la bendición; besarla y verle los labios morados antes de morir. Me volví tartamuda y fue hasta los nueve años que lo superé y me recibieron en la primaria”.
Recuerda que el espacio donde ahora es el mercado municipal de Jocotepec fue el lugar donde aprendió sus primeras letras.
“Éramos tan pobres en el pueblo que no teníamos ni escuela; una de las aulas solo tenía paredes y techo no. Algunos maestros se llevaban a su casa a los niños y ahí les daban clases”. Recuerda con amor a su maestra Felicitas Palomares; que fue muy importante en su infancia. Quizá por ello la “seño Cata” es también para muchos de sus alumnos, es una maestra entrañable.
El cantautor Juan José Ramírez Campos es el creador de la canción “Jocotepec, la tierra de Dios”. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina
Originario de Jocotepec, ajedrecista, maestro, abogado; pero sobre todo cantautor. Su madre le platica que, desde niño, cuando iban de camino a la escuela, Juan José cantaba. ¿Por qué no te callas?, algún día le dijeron. – No puedo- contestó.
Desde que era estudiante de la secundaria, a Juan José Ramírez Campos le gustaba tocar la flauta, luego cuando estudió una Licenciatura en Educación en La Escuela Normal Superior, se sintió muy atraído por la música, entonces compuso su primera canción.
También en la secundaria, fue cuando comenzó a adentrarse en el mundo del ajedrez. Había un grupo de estudiantes que jugaban y él se acercaba a verlos. Pasaron como dos meses de estar observando; un día faltó uno de ellos y le dijeron si quería jugar. Recuerda que jugó contra el más malo y perdió.
-Entonces sí soy muy malo- pensó. Luego se convirtió en reto y con la ayuda de un amigo aprendió. Desde entonces no suelta el ajedrez; ha participado en torneos municipales, estatales y mundiales. En el Tecnológico de Chapala y en el Colegio Jocotepec, imparte clases de ajedrez. Tiene dos diplomados de didáctica en ajedrez certificados por la Secretaría de Educación Pública, y premios internacionales.
Como docente, ha dado clases de filosofía, sociología, economía e historia en el Centro Universitario UTEG.
Juan José Ramírez ha ocupado cargos en la función pública; en el periodo 2015-2018 fue secretario general del Ayuntamiento de Jocotepec. En el periodo 2018-2021 se desempeñó como síndico y presidente interino del mismo.
Tiene 160 canciones registradas ante el Instituto Nacional de Derechos de Autor (INDAUTOR) y veinte años de trayectoria.
“Jocotepec, la tierra de Dios”, es la más reciente, escrita en el año 2020.
Cada delegación del municipio tiene algo hermoso que mostrar, dice.
Para Juanjo como también le llaman sus amigos, el municipio está conformado por una diversidad de colores y en “Jocotepec, la tierra de Dios”, emergen las imágenes de los pueblos que lo conforman.
Las artesanías del municipio, como las que hacen en San Cristóbal Zapotitlán con la hoja del maíz y los sarapes de Jocotepec, son solo algunas de las diversas cosas representativas del municipio ribereño.
La primera agrupación que interpretó su material fue la Banda Esmeralda “Por ti mujer”. En 2019 grabó su álbum “Desde el corazón de mi tierra” con once canciones, nueve de ellas de su autoría. “El Santo Cristo de la Expiración” ha sido grabada por Dina Buendia; y está pendiente la firma con una productora de San Luis Potosí para grabar “Que nos espera”, y “La flor del Edén”.
Los géneros que más canta son huapangos, baladas y rancheras.
Cuando compone, lo hace de experiencias personales o los temas que observa en la sociedad. La canción “La pobreza”, surgió de estar observando a un tragafuego y de ver a un indigente buscar comida de entre la basura.
A veces también le encargan las composiciones, como alguna que le pidió un amigo, -hazme un corrido- y ahí entre sorbos de cerveza salió el corrido.
Juan José, junto con Gilberto Parra Paz y José Vaca Flores, son los personajes del municipio de Jocotepec que se encuentran registrados en la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).
Juan José también estudió Derecho, porque le interesa ese tema en el área de la función pública.
Ajedrecista, abogado, docente, cantante y compositor; de todas esas facetas la que le es imprescindible es cantar y tocar la guitarra.
-Más que tocar la guitarra, la acaricio- dice.
Lo que más sueña es colocar sus temas para que sean escuchados por más.
Una libreta y una pluma es lo que necesita para cuando le llega la inspiración.
De sus abuelos aprendió el gusto por las voces de Agustín Lara, Armando Manzanero y Martín Urieta.
De ellos también heredó el amor por su tierra.
Jocotepec es la tierra de mis amores, finaliza.
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