Jocelyn Cantón/Domingo Márquez (San Antonio, Jal.).- Las tortillas y quesadillas cocinadas en comal de barro, sobre una carretilla, han hecho famoso al restaurante de María de Hara Ibarra, ubicado en la zona centro San Antonio Tlayacapán.
La Carretilla, como lo han bautizado los locales, comenzó su historia hace cinco años. Los propietarios tenían necesidad y mucho maíz de su cosecha, por lo que comenzaron con la venta de gorditas y tortillas hechas a mano fuera de su casa. El éxito fue tal, que el menú se ha extendido y ahora se ofertan más tipos de platillos de la región.
Gorditas, huevo en salsa, quesadillas, ejotes con huevo, chilaquiles, costillita, papas con chorizo y quesadillas con picadillo deshebrado son sólo algunas de las delicias que se venden a partir de la nueve de la mañana a la una de la tarde.
Son 40 kilos de masa los que a diario se necesitan en este pequeño lugar ubicado en el número 115 de la calle Ramón Corona, en San Antonio Tlayacapán, y para poder sostenerlo, María de Hara y su madre, María Concepción Ibarra, de 73 años, comienzan su día a las cuatro y media de la mañana, cuando ponen el maíz ya cocido en agua de cal, que sirve para hacer tortillas. A este producto se le conoce como nixtamal.
Para María es importante que no se pierda la tradición de tortear, oficio que aprendió de su madre.
“La muchachada no sabe y se va perdiendo esto (de tortear)”, dijo la señora de 46 años, quien considera que esta forma de cocinar es cada vez menos frecuente, debido a que lleva su tiempo y esfuerzo.
El comal toma alrededor de 20 minutos para calentarse y poder “echarle las tortillas”; sin embargo, son tres horas las que tienen que esperar para que se enfrié y poderlo lavarlo.
“Cada comida tiene su proceso y lleva su tiempo… No es comida de microondas”, indicó María, quien duda que en un futuro, sus hijos quieran seguir con el negocio familiar.
Pasado el tiempo de la desgracia del jefe Chapalac con su hija, la comunidad había sepultado esa historia. Chapalac se casó varias veces con la intención de engendrar un varón, fallando en cada ocasión. Después de muchos intentos, los dioses le cumplieron su deseo, y lo llamó igual que él.
Al llegar a la cuarta generación, uno de sus bisnietos heredó el parecido físico y un corazón de guerrero para conseguir sus triunfos. Era el mejor en todo, cazador y nadador, por eso le pusieron el mismo nombre como su bisabuelo, Chapalac. Creció sabiéndose el protegido de su padre, el más viejo.
El joven Chapalac estaba en la flor de su edad, tan osado y valeroso, como déspota y engreído, igual que murmurador y maldiciente. Todas las tardes, después de ayudar a su padre en la labor, se iba a nadar y admirar en la laguna a los patos, gaviotas y garzas que jugaban con sus delgadas patas en la alfombra de lirio. No se cansaba de admirar la belleza imponente de ese espejo nacarado.
En el poblado, las tribus eran gobernadas por guerreros valiosos. Ellos, con gran espíritu, cumplían con las labores más pesadas. Tenían la obligación de pescar más que los otros, cultivar más terreno que nadie y en ocasiones proteger y cuidar a las serpientes de agua o de tierra, además de recibirlas con bien, ya que si las espantaban, era señal de mal agüero. Cuando alguien mataba a una serpiente, las buenas cosechas se evaporaban y la pesca disminuía. Para que no sucediera eso, ofrecían ofrendas en la isla del lago como utensilios de barro, ollitas, puntas de flecha, figurillas, jícaras con masa y sangre de venado, además de un poco de sangre de su propio cuerpo. Y se escuchaba las melancólicas notas del caracol.
Si el guerrero era elegido por alguno de sus dioses, se le daba a conocer al brujo de la tribu. Y cuando el elegido se dada cuenta de la decisión de los dioses, era sometido a una prueba final. Chapalac fue el elegido y tenía que agradar a la luna durante dos noches, quemando copal, danzando y cantando himnos al dios que lo había elegido. Ya pardeando la tarde, Chapalac se dirigió a la prueba final. Se quedó idiotizado contemplando aquella escultura enigmática y polvorienta que custodiaba la calle principal del poblado. De esta manera se llevó prendida en el pensamiento aquella fantástica imagen.
El destino estaba marcado para el gran jefe, ya que su bisnieto Chapalac quedó enamorado de esa fiereza que la escultura reflejaba. Así era su alma que veía claramente en esa cosa inerte.
Dicen que las miradas matan desde el primer instante, pero creo que la venganza vino desde el más allá. Pues el gran bisnieto de Chapalac, el elegido para dirigir a su tribu, en lo profundo de sus ojos dejó un pedazo de noche y su imagen de belleza y fealdad que recordaba, en cada nota del caracol, en cada cántico y en cada reverencia que hacía la luna.
No se desprendió por ningún momento de la escultura de la mujer con cara de león y cuerpo de ninfa. Hasta que por fin, pasada la media noche, vio con gran asombro acercarse por la orilla a una mujer de vestido blanco y holgado, de cabellos largos, semblante raro y con un gran parecido a la escultura que se encuentra en la calle principal. Chapalac le habló y la invitó a adorar juntos a la luna. Ella, callada y taciturna, se dejó guiar. Dejó en el piso un tambache que traía cargando y, de pronto, ya estaban danzando al ritmo de viento y de las imprescindibles olas. No hubo momento de descanso. Cuando el paisaje empezaba a tornarse más oscuro y los ambientes estaban a flor de fuego, ella desapareció en un parpadeo.
Al día siguiente, él tenía que seguir agradando a la luna para ser el hombre guía de su pueblo, continuar con la tradición que por generaciones les había pertenecido pero que nunca se les había otorgado. En esa hora, cuando los cerros terminaron de comerse al sol y se tornó más azul el cielo, había contemplado el atardecer más bello de su vida. Resignado, encaminó sus pasos en busca de su amada. Llegó al lugar destinado a terminar con su enmienda. Quería volverla a ver y sentir entre sus dedos sus cabellos y aliento húmedos, y sus piernas firmes como rocas, también húmedas, sin importarle su rara belleza que se asemejaba bastante con a la escultura de la cual se enamoró.
Empezó el ritual poniendo copal en los cuatro puntos cardinales y danzando. Se quitó su calzado para entrar a la laguna. Quería tocar el caracol con el agua a la cintura, para alejar a los espíritus. La luna estaba más redonda y plena que nunca. El olor a humedad invadió la atmósfera. Pero a la misma hora como había sucedido el día anterior, apareció ella con su vestido blanco y ese afrodisíaco olor a humedad. Ella llegó hasta donde él se encontraba. Acarició la desnudez de sus brazos, rozó sus mejillas con su húmedo aliento y lo tomó de la mano en dirección a la laguna. Él no se resistió a su profunda humedad. La siguió sin temor, ya que era un gran nadador.
Ella lo dirigió caminado entre piedras, olas y lirios. El lago era un enigma tranquilo en su superficie y traidor en sus entrañas, pero el lugar sagrado para ella les llegó a las rodillas, a los muslos, a la cintura, mientras sus cómplices miradas se fundían en una, y el líquido dulce del lago se volvía cada vez más espeso. El agua iba en ascenso. Llegó al pecho y se detuvo a la altura de la boca. Chapalac reaccionó demasiado tarde. Ella besó sus labios y ambos desaparecieron en el fondo de la laguna con las corrientes encontradas.
Para mi fortuna, el enorme calor interno que sentía fue disminuyendo en intensidad, así como el ritmo frenético y marcialidad de caminata que había sostenido Alicia desde el inicio del segundo segmento. Sin disminuir la velocidad imprimió ahora un ritmo diferente a la caminata que solo puedo calificar de manera imperfecta como de “caminata de atención” rápida pero suave, buscando un desplazarse alertas pero relajados a la vez. Varios traspiés y tumbos aquí y allá nos mostraron a todos que el lograr dominar aquel ritmo de caminata y coordinarlo con nuestro necesario silencio interno iba a ser una prueba dura de lograr. Después de unos quince interminables y desesperantes minutos de búsqueda personal infructuosa, note con claridad debido a que todos llevábamos fija nuestra vista en el horizonte, que el brazo izquierdo de Rosana quien iba delante de mí se levantaba y sostenía horizontal y paralelo al suelo y a la altura de su hombro como indicando hacia adelante; Pronto pude percibir que todos mis compañeros incluyéndome a mí hacíamos lo mismo. ¿ Que nos indicaba esa señal ?
Decidí suspender todo razonamiento resistiendo la tentación de entregarme a mi viejo defecto de analizarlo todo y después de varios minutos cuando ya casi no podía sostener mi brazo en vilo, el ansiado silencio interno hizo su aparición. Todo razonamiento desapareció para dejar lugar a la clara, rítmica y potente representación mítica y trascendental que evocaba la música conchera de los hermanos Plasencia, cuyo ritmo se escuchaba desde varios contingentes adelante de nosotros. ¡ Esa era la Señal que nuestra inspirada guía nos había enviado levantando su brazo en dirección de los concheros ¡ Su música nos daría la pauta en nuestra caminata. Había solo que estar atentos a sus patrones, ritmos e intensidades para con ello dominar aun cuando fuera imperfectamente la caminata de atención que necesitábamos en esos momentos.
Uno a uno, los integrantes de Nuevo Camino fuimos bajando los brazos en señal inequívoca de que habíamos recibido la señal de Alicia y poco a poco fuimos capaces de caminar con suavidad pero enorme rapidez, con soltura pero concentrados, siempre atentos a los retumbantes y milenarios sonidos de los guerreros que nos precedían en aquella memorable romería.
Aquel era un día de oportunidad espiritual para nuestra noble nación pues éramos parte de una multitudinaria celebración en honor de nuestra generala, nuestra Virgen María de Zapopan, la Madre del Dios vivo y que se llevaba a cabo el día en que recordábamos la realidad de nuestro mestizaje y nuestro sincretismo; de la creativa fusión de lo más sagrado y ancestral de nuestras dos culturas que en toda la república Mexicana encontraban sus más logradas representaciones en procesiones, ofrendas y festividades religiosas, artísticas y culturales y en las diversas romerías que tenían lugar en diferentes fechas y a todo lo largo y ancho de su sagrado territorio.
Había en aquellos momentos, cantos, danzas, oraciones, fervor, alegría, celebración y una enorme energía que circulaba de la catedral a la basílica en oleadas cada vez más intensas y frecuentes y para beneficio de todos los asistentes. Después de unos cuarenta y cinco minutos, y cuando ya se escuchaba con gran claridad el retumbar de los tambores de los concheros que nos precedían, Alicia cambio de nuevo el ritmo de nuestro caminar a un andar marcial y con cierto balanceo lateral que se encontraba perfectamente sincronizado con el ritmo que imprimían los tambores concheros. Estábamos prácticamente arribando en esos momentos al final del tercer segmento de la romería ubicado en el cruce de la carretera vieja a Zapopan con la Avenida General Manuel Ávila Camacho.
Los retenes
Cuando me preguntaba por qué habíamos adoptado ahora un andar marcial encontré casi de inmediato la respuesta, pues una vez cruzamos -no sin dificultades a pesar de venir dentro del área acordonada- la carretera vieja a Zapopan que se encontraba pletórica de feligreses que esperaban ansiosos a su Virgencita, nos dimos cuenta que había un grupo numeroso y disciplinado de organizadores de la romería que estaban prácticamente desintegrando a todos los contingentes en el inicio de un enorme arco de cantera que enmarca el ingreso a la zona peatonal y enorme plazoleta que conducen al atrio de la Basílica. Su intención era por supuesto facilitar el ingreso de la Virgen de Zapopan a su sagrado recinto. Los únicos que esperaban ya en el atrio a la parroquia eran los hermanos Plasencia que continuaban incansables sus danzas guerreras y sus cantos fervorosos.
Alicia utilizo de nuevo la ayuda de señales que fueron imitadas uno a uno por todos nosotros para hacernos saber que debíamos reforzar nuestro andar y emplear a fondo todo nuestro silencio interno para no ser desbandados antes de arribar al atrio. Levanto su brazo derecho al cenit unos instantes, luego lo bajo a la altura de su hombro paralelo al suelo y después de otros breves instantes lo bajo completamente a su posición original. Uno a uno, fuimos imitándole. Cuando Krista, quien cerraba impecablemente nuestra formación, termino de bajar su brazo éramos ya una compacta y poderosa unidad. Uno a uno, lográbamos ser los últimos en pasar los diversos retenes que escalonados iban deteniendo a los diversos contingentes.
Habíamos logrado recorrer en todo su largo las cuatro o cinco cuadras adoquinadas que albergan casas viejas y negocios que dan paso a la enorme plazoleta e incluso recorrer en línea recta casi completamente la amplia plazoleta peatonal que da acceso al atrio de la Basílica cuando encontramos frente a nosotros un escollo formidable, pues una larga fila de organizadores que había notado nuestra presencia se acercaba a nosotros encarándonos en forma de abanico para cerrarnos totalmente el paso pidiéndonos a gritos en forma cortes pero firme que abandonáramos la plazoleta porque ya casi llegaba la Virgen y nadie podía estar en donde nos encontrábamos.
Cuando se participa en una multitudinaria celebración en la que poderosa energía espiritual es manipulada en forma consciente por ciertos grupos e inconsciente por el grueso de los participantes, la dimensión sagrada de la celebración puede modificar en ocasiones y de manera momentánea las condiciones espacio-temporales en las que nos manifestamos. Dicha situación debió haberse presentado a través de la voluntad inquebrantable y silencio internos que por instantes preciosos Nuevo Camino manifestó como un solo ser, pues el hecho es que ya cuando casi se producía el encuentro entre caminantes y organizadores a unos metros de la puerta de hierro que delimita el acceso principal del atrio de la Basílica, de manera bastante notoria, el ritmo y volumen de los tambores concheros aumento considerablemente y con características que evocaban con toda claridad la interpretación de una danza guerrera.
Alicia continuo inmutable al frente sin detener su marcha ni titubear por un instante y en vez del inminente choque, la barrera humana que formaban los organizadores se hizo a un lado en los últimos momentos y se convirtió en dos columnas laterales que protegieron nuestro ingreso al atrio de la basílica. Alcance a escuchar varios gritos que repetían:
– ¡ Estos son los últimos, nadie más, cierren el paso, cierren el paso, allí viene ya la Virgen ¡ –
Al trascender por el umbral del arco de piedra que enmarca el ingreso principal del atrio de la basílica sentí que me tocaban suavemente con la mirada por decirlo así, y al voltear a mi izquierda para indagar sobre mi extraña percepción note asombrado los ojos puros y luminosos y la sonrisa de un anciano limosnero que estaba sentado en uno de sus escalones. Apenas repuesto del fugaz encuentro con el enigmático personaje que tranquilamente esperaba la llegada de la Virgen, escuche de nuevo los rítmicos y ancestrales sonidos de los concheros que bailaban en el atrio a nuestro alrededor y que parecían con el nuevo énfasis que estaban imprimiendo a sus melodiosos cantos, estar al tanto de nuestro logro al haber llegado hasta donde ahora nos encontrábamos.
Continuamos avanzando unos metros más al frente hasta situarnos en el centro del atrio y en ese preciso instante las enormes puertas de madera de la Basílica se abrieron ruidosamente. El sacristán que las abría para recibir la inminente llegada de la Zapopana no pudo ocultar su sorpresa al ver frente a sus ojos a nuestra peculiar agrupación. ¡ Que magnifica señal ¡ La Zapopana bendecía nuestro noble esfuerzo abriéndonos las puertas de su corazón ¡ Comprendiendo que el tiempo apremiaba por la inminente llegada de la Virgen todos nos hincamos frente al ingreso y realizamos una breve oración de agradecimiento por las gracias recibidas, para de inmediato ir a ubicarnos en la parte izquierda del atrio con intención de recibir discretamente y desde esa posición la llegada de nuestra querida Generala. Los concheros que no cesaban de cantar nos dejaron muy claro que aceptaban formáramos parte de su grupo allí en el atrio pues varios de sus danzantes pasaban por detrás de nuestro pequeño grupo danzando y cantando.
Jubilosos y agradeciendo con genuflexiones y muestras de respeto a los concheros por su invaluable ayuda durante toda la jornada, abrazamos efusivamente a nuestras impecables guerreras Alicia y Krista que nos habían conducido una al frente y la otra cerrando nuestra formación, con gran habilidad y bravura en aquella memorable jornada. Acto seguido, nos tomamos de la mano para esperar a la Zapopana.
No tardo nuestra Madre mucho tiempo en hacer su aparición rodeada del amor y del fervor de su pueblo, entre vivas y cantos, lágrimas y aplausos. El verla pasar rumbo a su casa y a su bello retablo desde el cual nos colma a diario de bendiciones y gracias inmerecidas, cimbro hasta lo más profundo nuestros corazones. En el mismo momento en el que su venerada imagen traspasaba el umbral de la Basílica percibí desde mi corazón y con toda claridad que un intercambio de vibraciones amorosas y energía espiritual poderosísima tenía lugar de manera instantánea y simultanea entre los sagrados santuarios de Zapopan, Talpa, San Juan de los Lagos y el Tepeyac.
Jocelyn Cantón (Ajijic, Jal.).- 1969 el año en que llegó el Rock a Ajijic, «Los Axixis» como hoy muchos ribereños los recuerdan, fueron la primera banda de rock classic en inglés, y entre risas cuentan sus anécdotas.
Comenzaron ensayando en la casa de la tía de uno de los integrantes. De los cinco integrantes, actualmente sólo sobreviven Lee, Miguel y Jesús.
El 60 por cierto de sus canciones eran cantadas en inglés, el otro 40 era en español. Interpretando canciones de bandas como The Beatles, The Rolling Stone, Credence, Bee Gees, Santana, Los Solitarios y los Bukis, la banda de jóvenes de veintitantos dio un giro inesperado a lo que normalmente se escuchaba en Ajijic.
El exvocalista de la banda, Lee Hopper, cuenta que organizaron muchas fiestas donde ahora se encuentra el restaurante «Tango», que entonces era un cine. Siempre dejando entrar a las mujeres gratis lograba ser todo un acontecimiento donde asistía gente de Ajijic y hasta de Guadalajara. Además, tocaban los fines de semana en el hotel Real de Chapala, donde fue que se volvieron toda una revolución musical en La ribera y ciudades aledañas.
El grupo llegó a tocar en diferentes lugares. Uno de ellos fue la inauguración de Plaza del Sol, la primera plaza comercial no sólo de Guadalajara, sino de México. Para comprar sus instrumentos la banda de veinteañeros juntó todo lo que les pagaban en el Real de Chapala cada fin de semana, que eran alrededor de dos mil pesos.
Los Axixis no sólo tocaban en la Ribera sino también llegaron a tocar muchas veces en Guadalajara, Guanajuato y Nayarit, donde ya se habían hecho famosos por ser el primer grupo de rock que venía de la ribera.
En 1969 la banda inglesa «The Beatles» tuvo un concierto en la azotea que se volvió famoso por ser el último concierto de la banda. Los integrantes de los Axixis poco después, sin haber sabido del hecho ocurrido en Liverpool, también realizaron un concierto donde cuentan que hubo más de 500 personas que rodeaban la casa donde estaban tocando.
«Éramos invencibles», cuenta Miguel, el bajista de la banda, añadiendo que no sólo eran seguidores de Chapala, sino que en muchas ocasiones también fueron a tocar en fiestas de la Universidad de Guadalajara (UDG) y que sus mayores fans eran chicas de la Autónoma de Guadalajara (UAG).
En cuatro años, la banda logró volverse famosa; sin embargo, cuando Lee Hopper decide casarse y abandonar la banda, se quedan sin vocalista. Entonces, entra en su lugar Erick Johnson, y el género de los Axixis tiene un giro inesperado, ya que se vuelve un rock más pesado y la agrupación se empieza salir de control por lo que años después deciden separarse.
El grupo, que en un principio se llamó “Los Alacranes Cubanos” y después los Axixis, contaba con un equipo de instrumentos de diferentes marcas valuado en 50 mil pesos. Esos lujos sólo se los daban las bandas de fama internacional como Los Rolling Stone.
Los Axixis quisieron tocar en las Fiestas Patrias del pueblo, pero, debido a la música que tocaban (el rock era poco conocido), el comité se opuso, ya que consideraban una cacofonía la música del primer grupo amplificado de Ajijic.
No obstante, no se dejaron intimidar y decidieron armar sus propias fiestas en un terreno baldío. La gente que llegaba les iba diciendo que no había gente en la plaza, porque todos fueron ver a los Axixis. Días después, los organizadores de las fiestas les hablaron para una presentación y ellos dijeron que no.
El grupo tenía varios uniformes. Uno de ellos era de pantalón blanco con campana de color azul y una camiseta azul que se transparentaba. Aunque muchas veces el grupo llegó a tocar sin uniforme, de ahí nació el apodo de Juan José «El Sico» por psicodélico.
A pesar de que dicen que cada uno tenía su estilo y eran distintos, todos eran muy unidos y buenos amigos. Hoy en día sólo quedan tres de los cinco integrantes. «Lee era como el Justin Bieber de ahora. Siempre pensaban que éramos los Bee Gees», dijo Miguel entre risas.
Las canciones como «Born On The Bayou» de Creedence, “I Started the Joke” de The BeeGees, “Satisfaction” de The Rolling Stone, y “Oh Darling”, quedan en la memoria de la agrupación y en la memoria de un pueblo que se ha convertido con los años en el pueblo con mayor actividad artística de la ribera.
Después de casi medio siglo, Lee Harper y Miguel Ramírez, dos de los integrantes de la banda de los Axixis dieron una entrevista a un medio de comunicación, Periódico Laguna. Foto: Jocelyn Cantón.
Hace mucho tiempo en un lugar cerca de Sinaloa, había un lugar llamado Aztlán, donde se originó una gran tribu guerrera llamada Mexica, descendientes de los Chichimecas y Toltecas. Una vez, la erupción de un volcán hizo que esta gran tribu emigrara hacia el Sur en el año de 1113, y se detuvieron en un lugar llamado “Chicomoztoc”, donde hicieron siete oratorios, cada uno en una cueva. Su dios Huitzilopochtli les reveló un mandato diciéndoles: “Sean fuertes e invencibles en la guerra, siembren maíz y donde vean a una águila devorando a una serpiente ahí será su destino”. Siguiendo su camino al Sur en un lugar llamado “La Quemada” las tribus se dispersaron. Algunas se fueron al centro de México llegando al valle de Anahuac, donde fue vista la profecía de Huitzilopochtli, mientras que las otras tribus dispersas, siguieron descendiendo por la costa de Occidente hasta llegar a Colima y otras cruzaron cerros y valles llegando por la sierra de Mezcala introduciéndose a la laguna de Chapala.
Un jefe de una tribu llamado Cazcalotzin que llevaba su propio dios llamado Ixtlacateotl, vio desde la serranía de Mezcala hacia el poniente del lago, la figura de un águila impregnada en un cerro colorado. Recordando las profecías de Huitzilopochtli, les dijo a sus seguidores que allí formaría su pueblo, pero tal fue su sorpresa que al llegar a ese lugar, había ya un pueblo viviendo ahí. Esto ocurrió por el año de 1127. Según cuenta la leyenda este pueblo no era guerrero, sino pacifico los llamados Cocas, descendientes de los Otomi y Toltecas.
El jefe Cazcalotzin al ver este pueblo pacifico abusó de ellos y conquistó al pueblo nombrándolo “Teo-pantitlan” (popularmente conocido como “Teopantitla” por los oriundos de Ajijic). Esta tribu bárbara mexica de rústicos mexicanos también conocida como “cazcanes” floreció por el año de 1472.
El jefe tuvo su descendencia y se dice que a la cuarta generación hubo una niña llamada Xochitl-pilli (pequeña flor) la cual descubrió un ojo de agua llamándole atl-xic-xic (agua en derrame) y se dirigió a un ligar llamado Tonallan, (lugar donde sale el sol) siendo ella quien gobernó a ésta región, la segunda de nombre Coyotzin reinó el territorio de Tlajomulco, por medio de su hijo Coyotl y Xincan-tzin (jícara sagrada) la más joven de ellas (conocida como la viejita Xicantzia por los oriundos de Ajijic, la cuál poseía una mina de plata) ya anciana reinaba en la región de Atl-xic.xic, a la llegada del primo de Hernán Cortez, el capitán Alonso de Ávalos y del primer fraile fray Martin de Jesús o de la Coruña. El ultimo fue Xitomatl el cual fundó una gran monarquía, quien gobernó el territorio de Cuetzallan, (san Juan Cosalá)el cuál estaba resguardado al oriente por el reino de Chapal y al poniente por Xocotepec. (Tomado del texto: Comunidad Indigenista de Ajijic y “Origenes” Leyendas de Ajijic).
Pues la descendencia de Cazcalotzin de raza cazcán, aún conservaba parte de sus creencias de sus antepasados los Chichimecas, ya que practicaban rituales de sacrificios humanos de sus enemigos los Purepechas de Michoacán, se los ofrecías a su dios Ixtlacateotl, untándose su sangre con la creencia que los haría inmortales. En un ojo de agua caliente de Cutzalan, arrojaban niños a “Teopitzintli” (dios niño). Según cuenta un relato, esta práctica se realizaba en las mencionadas sangrías del mes de Mayo, antes de la temporada de lluvias. En una ocasión cuando iniciaban sus rituales, la gente con miedo se alejaba, pero eran forzados a ser parte de sus ceremonias mientras iniciaba la luna llena de Mayo.
La laguna empezó a enfurecerse, mostrando un pequeño oleaje chinito llamado “miraje” y la gente empezó a agitarse al ver ese cambio, porque ese miraje no paraba, por lo contrario se agitaba más y presentían que el espíritu de la laguna estaba inquieto. Por el Oriente el viento empezaba a arrastrar una mezcla de nubes renegridas en forma de remolinos, por el Poniente se acercaba una polvareda de ceniza oscura del lago muerto y salitroso de Tzacualco, penetrando y chocando fuertemente en los “Picachos del pando de abujas” donde se encuentra el cerro en forma de águila (cerro colorado). El viento sureño zumbaba cada vez más fuerte, arrastrando las nubes en espirales causados por el choque del viento frío del Norte que venía a gran velocidad, envolviendo al pueblo completamente oscuro provocando un fuerte terremoto. Y entre los sacerdotes y las sacerdotisas apareció un señor muy anciano pero fuerte y alto, de piel cobriza morena con vestiduras blancas y decoraciones coloridas de bordados finos de animales, astros y plantas, atado en su cabellera de plata oscura una banda rojiza y de escasa pero muy larga barba, con su bordón señaló a la laguna y a los cuatro puntos cardinales y les dijo:
“Mi Madre Naturaleza se ha enfurecido con Uds. Y ha enviado a mi hermana Michicihualli a poner fin a sus perversas prácticas, porque han envenenado las mentes de otras naciones haciéndoles creer que así fuimos nosotros con mi hermana Michicihualli la laguna, rindiéndole tributo con sangre. Nosotros somos de la nación coca descendientes de los Toltecas y esta es nuestra tierra de origen hace muchos soles y lunas antes de que Uds. llegaran desde la región de Aztlán. Han usurpado nuestras tradiciones y nuestras deidades, nosotros veneramos a los elementos naturales de nuestra Madre Naturaleza con ofrendas que ella nos proporciona para la vida que es el maíz, frijol, calabaza, chile… Pues mi hermana Michicihualli es la mediadora del buen temporal y del clima, manteniendo en armonía los cuatro vientos de los puntos cardinales y ahora la nueva nación de blancos barbados nos ve como a Uds.”
Poco a poco la figura de ese hombre se fue perdiendo en la oscuridad, la cuál se fundía en ligeros tonos rosas tiernos, donde se asomaban los primeros rayos del sol y todo volvía a la normalidad. Cuenta la leyenda que posteriormente vinieron otras manifestaciones de la laguna por medio de trombas, pero de menor grado, pero que podría manifestarse nuevamente a raíz de su contaminación.
Los barbados blancos iniciaron una ermita de zacate en el año de 1531 con una nueva creencia religiosa, iniciando así el actual pueblo de Ajijic.
Hugo Gustavo Zamora Medina (San Juan Cosalá.).- Como cada año, pobladores de San Juan Cosalá manifiestan su fe y devoción a la Virgen del Rosario de Talpa en su avocación a la madre de Dios.
Será el día siete de marzo del año en curso, cuando una gran parte de la comunidad se dirija al poblado de Ameca para iniciar su recorrido, dormir en lagunillas, e iniciar a las tres de la mañana el ascenso del cerro del obispo para llegar a “Estanzuelas” y el crucero de “Huachinango”.
Es importante mencionar que cada año los de esta comunidad se juntan con los dos millones de personas que emprenden su peregrinación a ver a la Virgen de Talpa a lo largo de los 117 kilómetros de la Ruta del Pregrino. Esta ruta los conduce desde Ameca, sobre la montaña del cerro del Obispo hasta el punto del Espinazo del Diablo y, finalmente, en la localidad del destino de Talpa de Allende con el santuario de la Virgen de Talpa.
La fecha de salida para esta ocasión será el lunes siete de marzo. Su organizador, don Guillermo Morales Verar, sigue invitando a la población para que se una a esta expedición espiritual que tiene como objetivo llegar a los pies de la Santísima Virgen.
Por: Jesús López Vega.
Por otra parte, en la historia oficial de la Conquista de occidente en la Crónica de La Provincia de Santiago de Xalisco, escrita por fray Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia-1729 1722. Menciona la llegada de los frailes franciscanos a la ribera del Lago. Cap. V. AXIXIC pag 37.38.
“El principal ídolo que adoraban en toda la orilla de la laguna era (Ixtlacateotl) que quiere decir dios escondido en nuestra lengua (español), ignoto deo rn (latin)”. A este dios se le realizaban sacrificios humanos.
En La Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco del P. Tello, libro II. Cap. 51. Dice: “Mandabales el demonio, que les hablaba en sus ídolos como en instrumento, que cada uno hiciese un pucherito o búcaro (vasija de barro) pequeño y que rasgándose las orejas, echase en él cada uno una gota de sangre y que cuando se bañase echasen en la laguna el pucherito o búcaro con la sangre, persuadiéndoles a creer que con esto quedaban inmortales”. De tal manera se comprobaba el fin religioso a que estaban destinadas estas ofrendas. Se menciona que los franciscanos arrojaron al interior de la laguna toda esta idolatría en cerámica enseñándoles la fe cristiana.
A partir de esta versión se sostiene la idea de que la laguna fue escenario de rituales por medio de ofrendas, donde esas pequeñas ollas y figuritas de animales y otros tipos de utensilios, eran arrojadas a su interior como tributo a la fertilidad, abundancia de peces y como mediadora del temporal de lluvias y del buen clima.
En el año 2014 el Archivo Histórico Municipal, con el apoyo de la Regiduría de Cultura del Gobierno de Chapala, convocaron a un concurso literario en el género de “Leyendas”, con el deseo de preservar la memoria oral de la comunidad chapalense. De esa convocatoria fueron seleccionados doce textos, (de los cuales fui seleccionado con la leyenda “michicihualli”) e impresos con el titulo “Leyendas de Chapala”, con la Dirección de la Lic. Zaida Cristina Reynoso Camacho. A continuación brindo mi texto que formó parte de esa colección.
Busca la continuación el próximo sábado en esta página de internet. www.semanariolaguna.com
Por: Fernando Davalos
En aquella ocasión y por tratarse de una caminata eminentemente femenina, Alicia guiaría al grupo y Krista cerraría la formación. Ante la imposibilidad de tan siquiera acercarnos a las puertas de la catedral que se encontraban abarrotadas de feligreses, Alicia nos situó justamente enfrente en la plaza Guadalajara, para desde ahí y mirando en dirección al sagrario de la catedral, dirigir una oración de ofrecimiento de nuestro trabajo a la Zapopana pidiendo fervorosa y humildemente su protección.
Una vez concluida la oración, realizada en medio de un gran número de gente que iba y venía en todas direcciones, Alicia indicó con mucho acierto que aún cuando la caminata presentara muchos problemas para la adquisición del necesario silencio interno por tratarse de una verbena y celebración de la alegría populares, la consecución del ansiado silencio seria crucial e importantísimo en cuanto a que nuestra señora sabría indicarnos a través de nuestro silencio lo que necesitábamos conocer en ese día especial. Si lográbamos crear el necesario vacío positivo callando en lo interior- la Zapopana, agrego Alicia – sabría darnos claves para seguir trabajando en pro del mestizaje y del Nuevo Camino que ahora intentábamos en nuestras vidas.
Al terminar sus indicaciones y sin más preámbulos, Alicia giro 90 grados a su izquierda y adopto una postura erguida y en dirección a la basílica de Zapopan dando al grupo de esta manera la silenciosa señal de prepararse para el inicio de la caminata. Había pasado al menos otra media hora desde que descendimos del auto de Alicia, así que eran ya las cinco y media de la mañana y habían salido ya numerosos contingentes en dirección a la casa de nuestra querida generala. Con paso firme y veloz iniciamos nuestro caminar en aquella fría mañana.
El lograr el necesario silencio interno y cohesión grupales no iba ser nada fácil pues caminábamos a pesar de la temprana hora entre una multitud de parroquianos que transitaban en ambos sentidos y en todas direcciones algunos con lentitud y otros con rapidez, así que una gran parte de nuestra concentración debía enfocarse a lo que sucedía en nuestro exterior para esquivar toda clase de obstáculos que se interponían en nuestro camino en aquella abarrotada avenida 16 de Septiembre.
El escudo energético
Comprendí, basado en lo que empezaba a percibir, que cuando nuestro grupo caminaba en formación más o menos cerrada, nuestra propia cohesión interna actuaba como un escudo energético que de alguna manera aislaba al pequeño grupo del bullicio externo permitiéndonos así la consecución al menos en mínimo grado del vacío positivo que necesitábamos para “escuchar” las sugerencias de Nuestra Señora en aquel su día especial. Alicia había seguramente percibido dicha situación con anterioridad, pues deliberadamente disminuía o aceleraba la marcha para permitir con impecable intuición -pues no volteaba hacia atrás- que el grupo siempre mantuviera una formación cerrada. Pronto, todo Nuevo Camino intuyo lo que Alicia estaba diciéndonos con su caminar y deliberadamente acelerábamos o disminuíamos la marcha en lo individual para permitir la necesaria cohesión en todo momento.
Dicho procedimiento dio buenos resultados pues nuestro grupo avanzaba con fluidez a pesar de caminar muy cerca de la banqueta y entre el cordón de seguridad que impedía el paso de las personas a la parte central de la avenida en donde avanzaba el grueso de los contingentes. Cuando llegamos al nodo vial en donde se encuentra la escuela Normal de Jalisco y la avenida 16 de Septiembre da paso a la avenida General Manuel Ávila Camacho, Nuevo Camino tenía ya el mínimo requerido de cohesión interna, lo que fue de mucha utilidad pues debido a la enorme cantidad de gente, la marcha normal parecía detenerse por instantes en aquel cruce, siendo nuestro grupo seccionado en varias ocasiones por los numerosos participantes de la romería que parecían provenir de todas las direcciones imaginables.
Iniciábamos el tramo más difícil de aquella caminata que por alguna razón desconocida habíamos percibido en anteriores ocasiones como el más ruidoso y difícil para el logro de la cohesión grupal y el silencio internos. Dicho segmento iba desde el inicio de la avenida General Manuel Ávila Camacho hasta su cruce con la calle de Circunvalación Country en donde se ubica el restaurante la Gran Fonda. Alicia lo sabía y por ello disminuyo el paso para con ello lograr una formación más compacta cuyas características de separación de apenas medio brazo de distancia al compañero de adelante era prácticamente imposible de penetrar; Asimismo, levantando su brazo derecho para atraer nuestra atención visual al horizonte, inició con paso firme y marcial una marcha militar, a la cual todos adaptamos de inmediato nuestros pasos.
De nueva cuenta el brillante procedimiento de nuestra inspirada guerrera dio buenos resultados pues todo el contingente sintió al momento que nuestra marcha fluía naturalmente y sin interrupción alguna. Aun cuando en ocasiones alguno de nosotros perdiera el paso al marchar o dejara de fijar la vista al horizonte sin enfocar nada en lo especifico que era lo adecuado en aquellos momentos, la cohesión del grupo nos jalaba con firmeza en la dirección correcta. No necesitábamos ojos. Alicia sabía por dónde íbamos y Krista cerraba nuestra formación; el resto del grupo debíamos confiar ciegamente en nuestras intuitivas y eficientes guerreras.
Un rio de poder
Después de unos veinte minutos de marcha en la que el ruido era en realidad el único adversario, Alicia enfilo con todo el grupo a la derecha de manera abrupta y en forma tal que pensé que íbamos a chocar de frente con el cordón de seguridad que nos separaba de los contingentes que marchaban en la romería. Sin embargo y en vez de ser rechazados por el mismo nos vimos de pronto dentro del grueso de la romería que iba acordonada y como un contingente más.
Mi única explicación ante el afortunado evento es el hecho de que nuestro paso simétrico y marcial y blancas vestimentas con listones rojos en la cabeza debieron llamar poderosamente la atención de quienes acordonaban la romería, los cuales seguramente pensaron que éramos parte de algún contingente autorizado. Y de alguna manera tenían razón, nuestro contingente se llamaba Nuevo Camino y estaba seguramente autorizado por la Zapopana.
De inmediato nos fue a todos evidente al ingresar dentro de la zona acordonada, que nos encontrábamos dentro de un verdadero río de energía poderosa e incontrolable que de alguna manera siempre había nutrido los esfuerzos descomunales realizados por muchos de sus contingentes, sobre todo en el caso de hombres y mujeres de edad avanzada y de grupos de concheros y danzantes de todas las denominaciones, pues algunos de ellos habían incluso pasado la noche en vela danzando con su amor inagotable por su Virgencita. La energía que todos percibíamos al caminar dentro de la zona acordonada primero nos nutrió en lo físico pero también en lo mental y emocional, dándonos de inmediato claridad, fuerza y presencia de ánimo para continuar en aquella celebración desde la perspectiva del silencio interno.
Una segunda y peculiar característica de la energía que circulaba serpenteando por entre los contingentes es que parecía provenir de atrás y desde donde se encontraba el automóvil que seguramente a esas horas ya transportaba a nuestra querida generala, nuestra Virgen de Zapopan. En nuestro caso y concretamente a través de Krista y de Alicia, la energía percibida y transmutada estaba empujando materialmente a nuestro grupo hacia delante con enorme rapidez.
A medida que avanzábamos con gran fluidez empecé a sentir que materialmente “entrábamos” de un espacio energético a otro por así decirlo y que ello sucedía al ir nuestro grupo rebasando un contingente y alcanzando al otro. No pude más que concluir que los diferentes “espacios” que percibía eran cualidades específicas de la energía que circulaba, la cual era transmutada por cada contingente según fueran las características de sus miembros y su particular cohesión grupal. Había contingentes cuyos espacios energéticos eran suaves, amorosos y tranquilizadores mientras que había otros en que la energía se percibía con bastante intensidad. Había también zonas, sobre todo en las que los contingentes se separaban demasiado el uno del otro en que la energía se percibía fluyendo con bastante lentitud.
Cuando arribamos al final del segundo segmento me encontraba a esas alturas, bastante mareado y con mucho calor interno. Debido a la protección que nos ofrecía la zona acordonada, cruzamos con rapidez la avenida Circunvalación Country y dejamos atrás el restaurante la Gran Fonda. Habíamos iniciado el tercer segmento de la romería que iba por la avenida General Manuel Ávila Camacho desde la avenida Circunvalación Country hasta la carretera vieja a Zapopan.
Al cruzar por la avenida Circunvalación Country y a pesar de venir dentro de la zona acordonada, note algo que solo puedo definir como una turbulencia en la energía y recordé que lo mismo había notado pero con mucho más intensidad cuando cruzamos el nodo vial que marcaba el final del primer segmento de la romería en las confluencias de la avenida 16 de Septiembre y General Manuel Ávila Camacho. Pensé para mis adentros que previo a las romerías, grupos como el nuestro podrían intentar “limpiar” dichos “umbrales” entre segmentos, caminando en ambas direcciones cuantas veces fuera necesario y en total silencio interno. Dicho trabajo contribuiría enormemente al adecuado flujo de la energía durante la romería.
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Hugo Gustavo Zamora Medina (San Juan Cosalá.).- El presbítero Adalberto Macías Llamas, quien ha visto pasar 50 generaciones de estudiantes, llegó el 19 de marzo de 1966 como vicario a esta comunidad. Fue párroco durante 27 años, para después entregarse a su institución de “Niños y Jóvenes”.
El padre Beto, como lo conocen los locales, fundó escuelas para que los niños de esta comunidad tuvieran acceso a la educación.
“Hace 50 años, Dios me trajo a este hermoso pueblo de San Juan Cosalá”, dice el Padre Macías. “Luego, divisé las urgencias, y según mi primer censo había en el pueblo 500 muchachos en edad escolar [sólo asistían a clases 40 niñas y 40 niños], y así ha sido trabajar desde el día que llegué”.
Los 45 maestros y los directivos de la escuela que dirige agradecen a Dios su vocación. “Cada aula es el templo del saber, y así lo usamos. Nuestro colegio Gustavo Díaz Ordaz ha obtenido el primer lugar a nivel zona. A nivel estatal, no una vez, ni dos, sino muchas veces”, manifestó el padre Beto.
“Rezo y pido por ustedes, como espero que todos ustedes pidan por mi”, expresó el padre Beto en la misa de nueve de la mañana.
El padre Beto, quien es el patriarca del pueblo dijo: “Jesús, Hijo de Dios y de María, maestro único de la humanidad, enséñanos a servirte y amarte”.
Además señaló: “¿Cómo la ves? Gracias por soportar nuestros logros, porque nuestros alumnos de nuestra escuela al terminar su primer año salen leyendo bien, escribiendo bien contando bien”.
Actualmente el padre Beto se encuentra hospitalizado y recibiendo la atención necesaria, por lo tanto, se invita a la población a visitarlo, consentirlo y abrazarlo, ya que según los locales, este padre ya dio mucho, ahora le toca al pueblo devolverle las muestras de cariño.
El Padre Beto participó en los siguientes proyectos.
1966.- Escuela elemental 300 alumnos, 1967.- Escuela primaria completa 600 alumnos, 1969.- Jardín de niños Francisco Gabilondo Soler, 1970.- Secundaria 120 alumnos, 1972.- “Niños y Jóvenes, A. C.” obra social, 1979- Primera preparatoria, 2000.- Preparatoria Gustavo Díaz Ordaz, 2012.- Colegio México.
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