Salud y Bienestar
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Se acerca la Navidad y el fin de año y no puedo dejar de pensar en el declive de la vida y en lo que nos depara nuestro inevitable final. No lo veo como un pensamiento oscuro o triste, al contrario, veo con cierto optimismo que todavía tengo las facultades físicas y mentales para tomar decisiones que me permitan llegar a ese momento en un estado funcional y con cierta independencia que evite que sea un inmensa carga para mis seres queridos o cuidadores.
Aunque en 1980 la Organización Mundial de la Salud incorporó oficialmente el concepto de Cuidados Paliativos como parte del Programa de Control de Cáncer, la intervención de esta disciplina se ha extendido a otras enfermedades graves y/o terminales que generan sufrimiento y dolor en quien las padece. En México el Dr. Gustavo Montejo Rosas instaló la primera Unidad de Cuidados Paliativos en el Hospital Civil de Guadalajara en 1992.
Una de las partes más interesantes de esta disciplina es que incluye una estrategia integral para la mejor comodidad, bienestar, soporte emocional y espiritual no solo para el paciente sino para toda la familia. A principios de la década de los sesenta, Cicely Saunders dio inicio al moderno movimiento de Hospice y cuidados paliativos al fundar el Sr. Christopher’s Hospice en el sur de Londres.
Este tema no cobra relevancia en la vida de las personas en su etapa de “salud” por lo cual nunca nos preparamos antes de escuchar, sin esperarlo, que el médico nos diga – su mal es irreversible y fatal, no tiene curación. Esto ha dado pie a una nueva forma de ejercer la medicina con tratamientos para el manejo del dolor.
Los cuidados paliativos no son una forma de querer alargar la vida de las personas, pero tampoco de acelerar el final, son un acompañamiento para disminuir el sufrimiento, la angustia, la ansiedad y la agonía por las que atraviesa alguien que ha sido desahuciado.
En los primeros hospicios a partir del siglo IV se recibían viajeros, huérfanos y peregrinos, todavía no eran lugares para los moribundos, se les daba comida y alojamiento. Fue hasta el año 1842 que el término hospice fue utilizado por primera vez para referirse al cuidado de pacientes terminales en Lyon, Francia. Como no había tantos avances médicos se les proporcionaba a los agonizantes acompañamiento espiritual, pero no existía la medicina del dolor.
Afortunadamente la práctica de la medicina ha evolucionado y ahora hay cada vez más médicos que se especializan en los cuidados paliativos. Yo he vivido ya la experiencia de escuchar la recomendación de un médico de ya no realizar alguna cirugía que se cree necesaria en pacientes de edad avanzada ya que la recuperación es incierta y, además, no lograría revertir su padecimiento; un ejemplo de esto es una cirugía de columna en una persona mayor de 80 años cuyo deterioro está muy avanzado. Es entonces cuando se puede empezar a consultar a los especialistas que ayudarían a la persona a tener una mejor calidad de vida dentro de sus posibilidades.
Con este escrito veo a la Navidad y al año nuevo como el comienzo de una nueva etapa estando consciente de su final, con la reflexión de: ¿cómo me preparo para ambas etapas?
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