José Vicente se ha dedicado por vocación y amor a las montañas a luchar contra los incendios forestales, con tal de proteger y preservar las áreas naturales
José Vicente Ramírez Reynoso, bombero forestal de Ajijic. Foto: Cortesía
Sofía Medeles.- Una de las ramas del servicio de bomberos que más exige vocación, entrega física y amor por la naturaleza, es la de los bomberos forestales. José Vicente Ramírez Reynoso, originario de Ajijic, es uno de ellos. Arquitecto de profesión y bombero forestal por convicción, ha dedicado años de su vida a proteger las montañas que tanto ama, enfrentando llamas, desgaste físico y jornadas interminables, todo por preservar los últimos pulmones verdes de la región.
José Vicente Ramírez Reynoso tiene 37 años y es originario de Ajijic. Aunque su profesión formal es la arquitectura, una de sus más grandes pasiones son las montañas. Desde hace seis años que ejerce labores como bombero forestal, tres de ellos como voluntario y los últimos tres como integrante activo de la Asociación Intermunicipal para la Protección del Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Lago de Chapala (AIPROMADES), donde atiende incendios en los 16 municipios que integran la región por temporadas.
A diferencia de los bomberos «normales», cuya labor se centra en áreas urbanas, los forestales como Vicente trabajan directamente en las montañas. Sus temporadas de trabajo se dividen en dos etapas. Una enfocada en el combate de incendios forestales durante el estiaje, y otra en la regeneración de suelos y reforestación. Sin embargo, como no es una actividad de todo el año, muchos, como él, mantienen oficios alternos.
Su ingreso a esta labor fue por convicción. “Todo nació por el amor a la montaña”, dice. Al ser practicante de senderismo y carreras de montaña, Vicente y otros jóvenes de Ajijic comenzaron a involucrarse al ver cómo las áreas naturales eran consumidas por el fuego, sin una respuesta inmediata. “Decidimos entrar por el amor que le tenemos al monte, para defenderlo”. La emoción y adrenalina de subir cerros, abrir brechas y enfrentar las llamas en terrenos difíciles es algo que describe como una experiencia tan agotadora como hermosa.
Uno de los incendios que más le marcó ocurrió en Mezcala. Subieron, combatieron y descendieron, pero al ver que los refuerzos no bastaron, fueron llamados de nuevo, ya exhaustos. “Nos encontramos con llamaradas de hasta ocho metros. Ya lo habíamos casi controlado, pero cambió el viento y el fuego se desbordó. Estábamos agotados, pero seguíamos”, cuenta. Lo que los salvó fue una lluvia inesperada, que aplacó las llamas.
Lo que más orgullo le da de ser bombero forestal, dice, es conservar. “Cuando hago una guardarraya, sé que eso puede salvar el cerro en el futuro”. Su mensaje para quienes desean seguir esta vocación es “Necesitas amor por la montaña. Es duro, pero la sensación de proteger lo que amas lo vale todo.” Agradece a quienes lo han apoyado, especialmente a su compañero Iván “Chupinayo” Romero Garnica, y hace un llamado a la ciudadanía: “Concienticen. Cuiden nuestras áreas naturales. Se queman en horas, pero tardan años en regenerarse.”
El día del bombero se celebra en México el 22 de agosto, en conmemoración al primer cuerpo de bomberos mexicanos oficial, en Veracruz, que se nombró en 1873.
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