Las redes sociales funcionan como cámaras de eco que aíslan a los usuarios de visiones alternativas
“Incel” es la abreviatura de “involuntariamente célibe”, una etiqueta que algunos varones adoptan para describir su frustración ante la falta de relaciones afectivas o sexuales. Foto: cortesía.
Redacción.- El papel de las redes sociales en la formación de comunidades digitales que promueven discursos violentos y excluyentes es una preocupación creciente; en particular, el fenómeno “Incel” que ha sido objeto de estudio por su capacidad de generar entornos de resentimiento y misoginia entre jóvenes varones.
“Incel” es la abreviatura de “involuntariamente célibe”, una etiqueta que algunos varones adoptan para describir su frustración ante la falta de relaciones afectivas o sexuales. Lo que podría parecer una simple expresión de incomodidad personal se convierte, en muchos casos, en una narrativa profundamente misógina.
Los incels tienden a responsabilizar a las mujeres por su situación, construyendo una visión en la que ellas son vistas como objetos de consumo, trofeos que solo se entregan a hombres exitosos, atractivos o socialmente privilegiados.
Las redes sociales pueden convertirse en entornos cerrados donde se cultivan ideologías extremas. En el caso de los incels, estas plataformas han sido clave para la difusión de discursos que justifican la violencia como forma de venganza ante una supuesta exclusión afectiva.
Este fenómeno no es exclusivo de México, su origen se rastrea en países del norte de Europa, especialmente en Reino Unido, y ha tenido expresiones violentas en Estados Unidos, donde algunos ataques masivos han sido perpetrados por individuos vinculados a estas comunidades.
En el entorno universitario, este fenómeno representa una amenaza latente, pero no todos los estudiantes están expuestos a estas narrativas, la posibilidad de que algunos las adoptan o las reproduzcan exige una respuesta institucional, por lo que no es un problema exclusivo de una institución, sino parte de una dinámica social más amplia que involucra a jóvenes de secundaria, preparatoria y universidad.
Una de las propuestas más relevantes es la “hipótesis del contacto”, una teoría ampliamente estudiada en psicología social que sostiene que la interacción significativa entre personas de diferentes grupos reduce los prejuicios. Esta hipótesis ha demostrado su eficacia en contextos de conflicto religioso, político y étnico, y puede aplicarse también a la prevención de discursos misóginos y excluyentes.
La clave, apuntó, está en fomentar espacios reales de convivencia: salones de clase, actividades deportivas, talleres culturales, debates abiertos. En estos entornos, los estudiantes pueden conocer otras formas de pensar, comprender realidades distintas y construir vínculos que desactiven el aislamiento emocional que alimenta las cámaras de eco digitales.
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