La Familia de Ajijic
Grandes noticias esta semana en el mundo del entretenimiento en Ajijic. Como se informó en esta edición, la cantante Frad Mulier y su pareja, el guitarrista Xavier Hernández, se han hecho cargo del icónico Bar El Camaleón, cerrado recientemente debido a la enfermedad del dueño.
Y el querido restaurante Romeo & Julieta se ha mudado de Chapala al espacio que antes ocupaba el Café Domenech en la calle Zaragoza, al oeste de Ajijic, y han traído consigo jazz de primer nivel (puede que sea temporal, pero ya veremos).
Ajijic es conocido por su vibrante escena musical, basada en un público sólido y amplio que abarca desde rockeros mexicanos y aficionados a las bandas de fiesta hasta expatriados de la generación del baby boom que abarrotan las salas sinfónicas y los conciertos de jazz y retro. Sin olvidar el flamenco, el mariachi, la música ranchera y norteña en las plazas y lienzos. El renacimiento de estos dos lugares icónicos era bastante predecible: la música aborrece el vacío. A esto hay que sumarle la reapertura de Pasta Trenta en su nueva ubicación, con espacio para una banda completa y la contratación de artistas como Elizze y Mary’s Island.
Cené en Casa de Romeo y Julieta la noche del estreno. Fue mágico, y no solo por la comida. Las mesas estaban al aire libre bajo luces de colores. La música era jazz a cargo de Elezar Soto Trio, la noche era suave, con una temperatura ideal para estar en mangas de camisa. Era un ambiente mágico. Pero la verdadera magia era la gente. En cuanto entramos, vimos a dos buenos amigos que nos saludaron con la mano y nos invitaron a unirnos a ellos. Luego saludé a la banda, todos amigos, y recibí abrazos, apretones de manos y bienvenidas. Había una mesa larga con una familia mexicana (o varias) junto a nosotros pasándola genial, y más de una vez, al pasar junto a alguien, sonreí y dije: «Buen provecho».
Un poco más abajo por la Carretera está Pasta Trenta, donde el saludo es el mismo, pero el bebé recién nacido del dueño está ahí en un cochecito o en brazos de su papá, y puedes acercarte, sonreír y hacer ojitos saltones, como si fueras de la familia. Siento la misma sensación de familia en muchos otros lugares: Mario’s en Ajijic, la carnicería Tres Amigos, El Camaleón, la tienda junto a nuestra oficina y muchos otros, a veces incluso la primera vez que voy.
Esta es la magia de nuestro pueblo mágico. No son los adoquines, ni siquiera los murales (bueno, quizás un poco). Más bien, es el sentido de comunidad y familia. Son ancianos sentados en las jardineras de la plaza de Ajijic contando historias que siempre me saludan y me sonríen cuando paso. Son los niños pequeños que recorren la plaza en sus patinetas y scooters, chillando y riendo. Es el perro que se sienta junto a tu silla en el Masayume Sushi Bar como diciendo: «Esta gente está bien, pertenece aquí (y tal vez me den un trozo de atún)».
Sé que el Comité Público Mágico y el gobierno de Chapala están destinando fondos para mejorar las aceras, soterrar el cableado y organizar eventos que atraigan turistas. Y deberían hacerlo. Pero también deberían dedicar un poco de tiempo y dinero a colaborar con las inmobiliarias, las empresas de mudanzas, los bancos, las organizaciones y las empresas para educar a los recién llegados, para ayudarles a entender que no solo se mudan a un nuevo hogar y país, sino que adoptan a una nueva familia: la familia de Ajijic. Y si se esfuerzan por sonreír y abrirse a la magia, quizá la familia los adopte.
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