La ministra moralmente derrotada
Por Santiago Baeza.
La pasada elección para decidir quién sería el próximo o próxima presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), resultó ser el entorno en el que estalló un caso de corrupción sucedido décadas atrás dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Según una investigación realizada por el periodista y escritor Guillermo Sheridan, la ministra Yasmín Esquivel, candidata oficial del presidente de México a presidir la SCJN, habría plagiado la tesis con la que se tituló como abogada, en contubernio con Martha Rodríguez, su asesora, quien por cierto acaba de ser despedida por la UNAM, ya que se detectaron más copias del mismo documento, a nombre de por lo menos otros tres estudiantes. En lugar de disculparse y separarse dignamente de su cargo por haber sido descubierta, la ministra Esquivel intentó infructuosamente engañar a la opinión pública, por medio de mentiras y acusaciones falsas, situación que terminó por hundirla aún más.
A más de un mes de iniciado el escándalo y a un par de semanas posteriores a la elección en la Corte, en la que por cierto, resultó triunfadora la ministra Norma Piña, reconocida por su imparcialidad y lejanía al grupo en el poder, el escándalo está lejos de diluirse. Ningún otro suceso bochornoso ha durado tanto tiempo en la prensa, las redes y la opinión pública, salvo el caso de la llamada “casa gris”, mansión en Houston en la que habitó José Ramón López, hijo de Andrés Manuel López Obrador. Se trata sin duda de una situación que pone de manifiesto la doble moral con la que se conducen quienes presumen de haber logrado una supuesta “transformación” en la moral pública y en el gobierno federal.
Este intento de AMLO por imponer a una colaboradora cercana, es decir, a la esposa de José María Riobóo, uno de los contratistas favoritos y al que este gobierno le ha otorgado millonarios contratos de obra pública sin licitación, pretendía ser la jugada maestra para que el presidente se apropiara del poder judicial, pero terminó siendo un verdadero fiasco y puso en evidencia la estrategia presidencial para apropiarse de los poderes del Estado en beneficio de su proyecto personal. Todo le salió mal. Ulises Báez, autor de la tesis original y que cínicamente había sido denunciado por la ministra de supuestamente haberle copiado el texto, anunció que presentará acciones penales por el robo de su tesis. Enrique Graue, rector de la UNAM, no ha mostrado una posición enérgica con relación a la necesaria anulación del título universitario de Esquivel, hecho que la inhabilitaría de inmediato no solo como ministra sino también como licenciada con derecho a ejercer, seguramente por el riesgo que implica para la institución universitaria, ya que la venganza presidencial pondría en riesgo su autonomía y los recursos que obtiene del erario.
Por lo pronto la ministra plagiaria sigue ocupando un cargo que no le corresponde. Los integrantes de la corte deben ser ciudadanas y ciudadanos ejemplares, con una indudable trayectoria académica que por cierto inicia en la licenciatura; con una demostrada autonomía frente al gobierno en turno y no ser comparsas de un presidente autoritario; además de garantizar una vida proba, apegada siempre al derecho, la verdad y la ética. La ministra Yasmín Esquivel carece de todo lo anterior. Si ella no renuncia por dignidad, algo que al parecer tampoco tiene, entonces corresponde a los demás ministros buscar el mecanismo adecuado para expulsarla, ya que su sola presencia pone en duda la legitimidad, imparcialidad y calidad moral de nuestra Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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