Los migrantes “ya no iban de paso, sino que llegaron para quedarse”, dijo el clérigo que arribó hace un mes al municipio ribereño
José Antonio Gutiérrez Castañeda, ahora sacerdote en la parroquia de San Francisco de Asís, en Chapala. Foto: Jazmín Stengel.
Jazmín Stengel. -El sacerdote José Antonio Gutiérrez Castañeda, quien recientemente llegó a la parroquia de San Francisco de Asís, en Chapala, busca apoyar en la mediación de la situación migratoria que se vive en el municipio ribereño.
José Antonio, de 37 años de edad y originario de Milpillas de Allende, en el Estado de Zacatecas, entró a los 14 años al Seminario Menor, pero dos años más tarde, tuvo que emigrar a Estados Unidos para reunirse con su familia, pausando sus estudios clericales.
Sin embargo, en ese país fue donde su vida cambió, ya que en un Congreso en Los Ángeles decidió que dedicaría su existencia al Señor. Ese deseo se vio fortalecido tras un año de servicio en la Congregación de Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, que se dedica a trabajar con los migrantes dentro de los Estados Unidos de América, entre otros países.
La irregularidad en sus papeles le impidió formarse como presbítero en ese país. Incluso el día que debía recoger su residencia para habitar de manera legal, en el año 2007, fue deportado.
A pesar de que Gutiérrez Castañeda calificó como una criminalización injusta la respuesta del gobierno estadounidense, tampoco hizo por dar pelea. Ya que, en sus opciones estaba regresar a la Ciudad de México, para entrar al Seminario Conciliar de México y comenzar de nuevo sus estudios sacerdotales, por lo que decidió quedarse en su país.
En el año 2010, José Antonio, aún como seminarista, fue enviado a Guatemala para servir en la Casa del Migrante en aquel país. Durante su servicio diaconal, fue enviado al estado de Sonora, donde tampoco olvidó su cercanía con el tema migrante.
Aun después de recibirse como sacerdote el 9 de junio del 2019, en el Santuario los Mártires de Cristo Rey, en Guadalajara, su atención a los migrantes continuó siendo una sombra en su vida pastoral. “Vinieron para quedarse… es una realidad que debemos trabajar”, expresó el padre Antonio.
Razón por la que durante su primera misión, en la colonia de Insurgentes de la misma ciudad, además de colaborar en el programa Jalisco sin Hambre, el padre Antonio también se involucró con las Casas de Migrantes, que el clero tiene en Guadalajara.
Para finalizar, el padre Antonio señaló que la migración es una situación que se debe atender desde el principio. “La gente migra por necesidad; es una válvula de escape para el país de donde salen y un beneficio en mano de obra para el país al que llegan”.
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