Editorial
Los humanos a diferencia de los animales tenemos la capacidad pensar y la facultad de expresar nuestras ideas para desarrollarnos. Todo lo que corte nuestra manifestación es reafirmar el error o pretender mejorar nuestra libertad e inteligencia. “No hay derecho contra el derecho”, dijo Baussuet, y atacar al primero de todos, el de la libertad de expresión, es la confesión tácita de que se quiere el gobierno de la MENTIRA.
Bien entendido que las calumnias voluntarias y las aseveraciones maliciosas o injuriosas relativas al carácter privado, ya se refieran a individuos particulares como funcionarios públicos, cuya rectitud de intenciones en el ejercicio de su deber villanamente se recriminen, deben juzgarse por la ley y ser dignas de castigo, a menos que la causa que motivó la publicación quede plenamente justificada. La censura de los actos de las autoridades de gobierno es derecho inherente a la calidad del ciudadano. Esperar a que el pueblo esté ilustrado o educado para concederle el uso de aquel derecho (la libertad de expresión) de modo que no se exceda en su ejercicio sin restricción, es igual que querer que no sea libre hasta que esté educado para la libertad, lo que es un absurdo contrasentido. Y de la misma suerte que la libertad es la única que enseña a ser libre, los abusos de la libertad de expresión sólo se corrigen con la libertad de expresión: con periódicos y libros impresos en millones. Permitir a todo hombre que publique lo que quiera, bajo su responsabilidad o la del editor que lo encubre, sin que el miedo al abuso, que no es otra cosa que un pretexto que tiende a destruir los derechos naturales de los asociados, imponga leyes restrictivas. Pero que nunca alcancen impunidad la calumnia, la mentira o la delación. Hacer un crimen por la publicación de la verdad es el medio de envilecer y corromper al pueblo; perdonar al que dice una falsedad es dejar el honor a merced de los infames; facultar al insolente con la impunidad a título de que no es calumniador es cerrar las puertas al arrepentimiento y abrirlas a la venganza. La libertad de expresión es el modo infalible de instruir al ignorante confundir el hipócrita y desprestigiar al ambicioso.
¡Que jamás los alucinen las buenas intenciones! Recordad que el infierno está empedrado de ellas, según la pintura expresiva inmortal Milton. Educar al pueblo, porque un pueblo educado no necesita de maestros. El celoso que descollaba por su talento militar, político, civilizador y filantrópico, mientras el país yacía ignorante, y que mandaba como Señor, desaparecerá por falta de enanos. ¿Dónde esta el hombre bastante grande para conservar las proporciones de superioridad de Salomón, Cesar o Carlo Magno?
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