Don Agus: el alma vieja que habita entre nosotros
Agustín Vázquez Calvario, originario de San Juan Cosalá, supo desde pequeño que su misión era continuar la tradición culinaria familiar. Foto: María del Refugio Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina.
El día del alumbramiento, la partera dijo que el niño venía muerto; de inmediato la madre acercó su boca a la del bebé y le dio un respiro. Así fue como el pequeño Agustín Vázquez Calvario llegó al mundo.
Su madre y su tía Lupita, le transmitieron desde su infancia los aromas de una cazuela rebosante de mole, de una birria, un arroz y todos los platillos condimentados con los secretos de sus antepasados. Desde pequeño supo que podría preparar cada uno de ellos, solo que era un niño y como niño a sus 13 años, no se atrevía a decirle a su madre, que su primer trabajo en la zona restaurantera de Piedra Barrenada, era en la cocina.
En Ajijic, trabajó también en un restaurante y en San Juan Cosalá, donde además de especializar su sazón en la comida, aprendió el idioma inglés cuando tenía treinta años.
Durante su etapa de especialización en la cocina, Agustín también incursionó en bienes raíces: es contratista y conoce de proyectos arquitectónicos.
Cuando tuvo la idea de instalar su propio restaurante, su mamá le decía, -pero aquí no hay dinero-. Él confió y hace veinte años, un 15 de septiembre abrió las puertas del restaurante Viva México Tía Lupita. Todo mundo quería conocer el lugar; había cuatro sacerdotes listos para inaugurar el recinto en la calle Porfirio Díaz, número 92. Ahí entendió que una de sus misiones era continuar con la tradición culinaria de su familia.
Los empleados de Don Agustín, tienen apoyo de su parte para ir a la escuela; porque para él es vital que existan profesionistas. -Yo les digo que quiero verlos a los ojos como amigos, no como empleados-.
-Lo único de lo que adolece este país es de educación-, dice este hombre que incursiona en diversos ámbitos de la vida cultural de San Juan Cosalá.
A su restaurante han venido a comer figuras públicas y políticas como el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, el Gobernador Enrique Alfaro Ramírez y otros gobernadores anteriores.
-A mí no me interesa la política, a mí me interesan los seres humanos-, dice.
“Don Agus”, como le dicen sus amigos, es un hombre conversador y muy observador de su comunidad. Fundó una orquesta infantil; ha realizado torneos de pesca y carreras de bicicletas con niños a los que les consiguió premios en efectivo, medallas y trofeos. Conoce las historias de la tradición oral acerca de las deidades de los antepasados; es un lector asiduo y eventualmente realiza charlas motivacionales a estudiantes.
Un parteaguas en la historia del restaurante fue aquel 12 de septiembre de 2007, cuando una tromba azotó la Delegación de San Juan Cosalá; ese día sin saber por qué, Agustín tomó una cámara y salió corriendo a fotografiar la tragedia; en seguida fue a buscar al sacerdote para saber si había muertos. Desde ahí coordinó todas las acciones para tomar el control de la situación. El saldo, 120 casas dañadas y cuarenta en pérdida total. De un momento a otro había ya 500 personas damnificadas que necesitaban ayuda. Los episodios se adivinan a través de sus ojos que vuelven a humedecerse.
Ahí en plena plaza, instaló quemadores y comenzó las labores de cocina. La escuela y el templo fueron ocupados por los damnificados y Agus lideró las labores de recuperación. Los primeros mil alimentos fueron preparados de manos del dueño de Viva México tía Lupita. Dicen que cuando llegó la prensa y las autoridades estatales, el presidente municipal aseguró que ya todo estaba controlado, sin mencionar que había sido gracias a la coordinación de Agus y las voluntades ciudadanas.
El escenario era tan dramático que en algún momento uno de los camarógrafos le comenzó a ayudar.
Los primeros diez días fueron intensos, cocinó al menos sesenta mil platillos ayudado por voluntarios propios y extranjeros. Este cocinero lo perdió todo: hasta los utensilios de cocina y luego de superar la prueba, el restaurante cerró.
¿Por qué hace todo esto?- le habría preguntado un funcionario de Protección Civil a don Agus, quien tuvo la capacidad de gestionar y aportar 2 mil 600 despensas al mes, mientras el Ayuntamiento entregaba 150.
Un día, su tía Lupita le dijo -ven rápido-, cuando llegó al lugar, un grupo de sus amigos extranjeros le habían lavado los pisos y habían preparado todo para volver a comenzar.
-Queremos que vuelvas a abrir- le dijeron.
Y así fue, la centenaria finca que alberga el Viva México Tía Lupita, mantiene sus puertas abiertas para los comensales desde hace doce años.
Aunque Agustín desea que se le piense como un gran cocinero y no tanto como líder social, luego de su labor comunitaria, fue nominado al premio humanitario Humanity World. Fue entrevistado por la cadena de noticias CNN, Telemundo y Univisión, y su imagen apareció en la portada de la revista USA Today, el diario Mural y otros periódicos locales. Fue a partir de entonces cuando lo buscaron para coordinar la Operación alimento, un programa de ayuda social para familias de bajos recursos. Cada jueves el Restaurante Viva México cierra sus puertas para recibir únicamente a las 156 familias que actualmente son beneficiarias y que reciben semanalmente ropa y despensas.
A veces este hombre piensa: -¿por qué me diste esta fuerza?-, y cada mañana le reza a esa divinidad que dice todos los días lo bendice; por eso le gusta ayudar.
Algunos piensan que Don Agus es un alma vieja que prevalece entre nosotros.
Ganó la batalla a la muerte desde el día que llegó al mundo, enfrentó las convulsiones que le daban cuando tenía cuatro años y ha superado los tres infartos que ha tenido.
-En la vida hay muchas personas, pero pocos seres humanos- dice. Su vida es un constante encuentro con los demás; de repente en las tardes se coloca en el escenario de su jardín y toca la guitarra para los comensales, que más que clientes son sus amigos.
-La vida da mucho, pero hay que ser justos-.
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