Lo que sirve y lo que no sirve (parte 1)
Por: Leticia Trejo.
Recientemente vi un “reel” (así se les llama ahora a los videos cortos de la red social Instagram) en donde un médico decía que las amígdalas de la garganta NO deben extirparse. Me puse triste pensando que cuando yo tenía 9 años me realizaron esa cirugía para retirar esas “bolas” que se me inflamaban constantemente desde mi infancia.
Era muy incómodo y doloroso que cada que tenía una infección de las vías respiratorias sintiera que me ahogaba debido al gran tamaño que llegaban a tener las anginas.
Resulta que las amígdalas faríngeas o adenoides son una masa de tejido linfoide, es decir, son parte del sistema linfático, que es el encargado de detectar organismos dañinos y determinar qué hacer con ellos: atacarlos, eliminarlos o dejarlos pasar a que salgan por los propios medios del cuerpo. Empiezan a crecer a los nueve meses de vida. De hecho, las amígdalas producen inmunoglobulinas en las membranas que las recubren (las inmunoglobulinas son proteínas/anticuerpos que realizan una gran cantidad de funciones e influyen de forma importante en nuestro sistema inmune)
Generalmente la respuesta inflamatoria de estas importantes estructuras es benigna, pero también tratable. En mi caso no es que las infecciones fueran mortales, sino que mis amígdalas estaban mostrando un sistema inmune débil y vulnerable que descubrí hasta que me dediqué de lleno al bienestar.
En la medicina moderna posterior al año 2000 ya no quitan las amígdalas completas, si están dando muchos problemas, reducen su tamaño extirpando una pequeña porción de estás y afortunadamente tampoco atacan al organismo con miles de antibióticos (como me pasó a mí) sino que se buscan otros tratamientos, entre ellos el fortalecimiento del sistema inmune de la persona. Recordemos que el abuso de antibióticos debilita al organismo, daña al hígado y a los riñones, debilita a los huesos, vulnera a los dientes cambiando incluso el color a uno amarillento incrementando la posibilidad de propagación de caries.
Para que estés atento a tus amígdalas estos son algunos de los síntomas:
Respiración bucal, dificultad para respirar por la nariz que está congestionada.
Respiración ruidosa y ronquidos durante el sueño incluyendo apneas (interrupción de la respiración durante el sueño).
Moco nasal permanente.
Tos nocturna y tos durante el día con dolor, ardor y picor de la garganta.
Otitis agudas con frecuencia (infecciones de los oídos).
Dolores de cabeza.
Trastornos del desarrollo esquelético.
Temores nocturnos, pesadillas, etc.
Considerando que las amígdalas son la primera barrera de protección del organismo mi mejor sugerencia es que cuidemos el sistema inmune en lugar de pensar en quitar algo que sirve de mucho y por muchos años para avisarnos que algo no marcha bien en nuestra salud. Las recomendaciones son las de siempre: come nutritivamente, haz actividad física, busca tener un sueño apacible y reparador y regula tus emociones.
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