Columna de opinión
Por: Eduardo Ramos Cordero
Hace poco al pasar por la plaza de Ajijic, advertí que las personas que también transitaban por ahí miraban incrédulos hacia el centro del cuadro y seguían su camino moviendo la cabeza con un gesto de desaprobación y disgusto en sus rostros, como diciendo: “No es posible, ya ni la chingan”.
Cuando volteé hacia donde todos miraban, identifiqué inmediatamente el motivo y el objeto de tanta indignación: El Kiosco.
No me quedó otra más que reaccionar de la misma manera que lo hacían todos, al recibir en la mirada un golpe increíble ante la incongruencia de estilos tan opuestos, y se presentó en mi cerebro la misma frase que nacía en todos: “Ya ni la chingan… No lo puedo creer”.
¿Es que creen, tal vez, que Ajijic está habitado por tontos que no entienden ni pizca de estilos de arte, de belleza y de armonía?
¡Qué prisa tienen por terminar la pobre plaza, por Dios! ¿Por qué no lo hacen paso a paso y analizando? ¿Por qué esa forma de proceder haciendo las cosas al “ahí se va”, y sin darle a conocer a la comunidad los planes que tienen en mente?
Con eso lo único que logran es que el pueblo reaccione desfavorablemente. Hay críticas, hay indignación. No se quejen si ahora al kiosco le llaman “el chilaquil” o el “tuti fruti”. Si quieren seguir actuando así, pues están en su derecho, pero por favor, no nos falten al respeto creyendo que somos una bola de melolengos incapaces de pensar y asimilar la belleza, y distinguir entre lo sublime y lo grotesco.
¿Pues no que lo único que los alienta es el gran amor para su pueblo? ¿Quién los podrá entender? O lo que es más duro. ¿Quién creen que se los cree? Ahí está la crítica señores, ahí está la reacción del pueblo hacía los trabajos que se hicieran a la plaza, concretamente al kiosco.
La mayoría del pueblo lo considera una burla, un trabajo al “ahí se va”, una falta de respeto hacía la sociedad y una ofensa al no tener en cuenta la voz y la opinión del creador del diseño plasmado desde un principio, quien merecidamente ganó ese honor, junto con los colaboradores Moctezuma Mediana, Ricardo González, Damián Díaz y otros tantos amigos y amigas que participaron para el control y transparencia de los ingresos. Un detalle curioso es que a Chuma (Moctezuma), Federico y Chicles (Ricardo González), todavía se les debe. ¿Por qué no se le permitió tan siquiera opinar sobre la terminación de su obra?
Cuando este servidor estuvo ante el presidente municipal, quien nos llamó para tratar asuntos relacionados con la obra catequista “Pasión de Cristo”, le pregunté con mucho respeto.
“Estoy seguro que usted no conoció la manera en que decidieron proceder con el kiosco y el piso de la plaza de Ajijic, porque es cierto de que si se lo hubieran mostrado, usted no lo hubiera aprobado de ninguna manera. Usted hubiera consultado al creador del diseño original”.
Él, que a pesar de tanto trabajo nos atendió amablemente, me respondió incrédulo: “¿Qué las columnas no son las del diseño original? A mí me dijeron que era una continuación de las originales”.
Yo respondí que no, que las columnas iniciales eran troncos estilizados de sauces. Si se recreó en el cuerpo del kiosco la flora y fauna del entorno del lago, las columnas debían armonizar también. En fin, me puse a pensar lo delicado que es que los colaboradores del Ayuntamiento no le informen la verdad al presidente.
Abajo, Tonatiuh (el sol) extiende sus rayos alrededor del kiosco y los proyecta por los pasillos de las jardineras. Es el quinto sol y representa al barrio de Tecoluta. En las cuatro esquinas de la periferia de la plaza están los otros cuatro soles con su luz estilizada representando a San Miguel, San Sebastián, San Gaspar y Santo Santiago. Cada uno es un homenaje a los cinco barrios que conforman nuestra población.
Los rayos que están circundando al kiosco eran de roca especial y de ónix, por eso las personas no se explicaban por qué algunos fueron cubiertos con piso que no concuerda.
¿Qué prisa hay? ¿Por qué no se termina la plaza poco a poco y de acuerdo con el diseño que la gente escogió y con su creador? ¿Por qué esa falta de respeto?
Me decía un anciano: “Teníamos entendido que se terminaría el trabajo de la plaza, no que se realizaría una remodelación. ¿A quién consultaron? ¿A quién se le comunicó, por ejemplo, que se iba a quitar la fuente? A lo mejor estaba bien, pero, ¿por qué no lo hacen saber a la población?
Dijeron que nada se iba hacer sin consultar a la ciudadanía. Entonces, ¿qué pasó? No son absolutos, no son dueños del pueblo. Deben consultar antes de tomar decisiones.
Pero en fin, lo hecho, hecho está, y ya no se puede hacer nada. Pero los que lo hicieron deben saber que el pueblo está molesto. No está de acuerdo.
Me contestó uno de los encargados de la obra: “Pues a muchos les gusta y dicen que se ve bonito”. Pero él no es capaz de asimilar que no se trata de “que se vea bonito o no” (de hecho todas las columnas “corintias”, griegas o egipcias son en sí mismas bellas). No se trata de la belleza sino de entender que esas columnas ¡NO QUEDAN! con el diseño original. ¿Es tan difícil entender esto, o ya es capricho?
Cuando el señor presidente Javier Degollado lo supo, nos dijo amable y comprensivo: “Pues debemos tumbarlas (las columnas) y que se siga trabajando con las originales”.
Yo le contesté: “Sería más justo desmontarlas y que se coloquen en otro sitio, donde sí hagan juego con alguna obra, porque están bonitas y el color de la cantera también”.
Ojalá que esto no levante ampollas sino la capacidad de reflexionar y de verdad cultivar un profundo respeto por la gente del pueblo. Nuestra comunidad no tiene la culpa de nuestros resentimientos, al contrario, hagamos lo mejor por ella, porque es digna de ser amada. Consultémosla antes de dar el paso.
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